Costumbre de desvelarme con mi laptop a un lado de la cama. Por si no fuera poco, tengo la pésima costumbre de seguir conectado con mi smartphone no solo en la cama, también en el baño, mientras me baño (si, se puede), cuando manejo, en la comida, en las juntas.
De alguna manera vivo pegado al scroll de actualización de mi iPhone, pero no soy el único. En una de esas sesiones online de madrugada, di con un video que motivó a que reflexionara sobre la cantidad de tiempo –y atención– que consume el estar conectados y las repercusiones que esto tiene offline.
En una reciente plática de 15 minutos (muy recomendable), Joe Kraus, un socio de Google Ventures, explica por qué “estamos creando e impulsando una cultura de la distracción”.
Kraus no solo dice que la cultura digital ha provocado una “crisis en la atención”, va más allá al decir que lo que realmente estamos perdiendo con este nuevo hábito, es nuestra humanidad.
¿Alarmante? Tal vez, pero habría que considerar los siguientes datos. Según Kraus, antes de la era de los smartphones, en promedio accedíamos a Internet cinco veces al día, durante periodos de tiempo más largos. “Hoy, con los smartphones, accedemos 27 veces al día”, dice.
“Estamos creando e impulsando una cultura de la distracción en donde cada vez más nos desconectamos de las personas y acontecimientos a nuestro alrededor, y cada vez más somos incapaces de participar con un pensamiento de fondo. La gente ahora se siente ansiosa cuando sus cerebros no son estimulados”.
¿Relación sana?
En su exposición, Kraus lanza una pregunta que valdría la pena contestar: “¿Eres feliz con la relación que tienes con tu smartphone? ¿Crees que es una relación sana?”.
Aunque me cuesta trabajo decirlo, no tengo una sana relación con mi smartphone –el primer paso, aceptación.
Con la ubicuidad de la tecnología e Internet, creímos en las bondades del “multitask”: una nueva generación de súper humanos que podían realizar –casi como una computadora– varias tareas a la vez. Nada más alejado de la realidad.
“Numerosos estudios de imágenes cerebrales han demostrado que lo que llamamos “multitask” en los seres humanos, no es multitarea en absoluto. Tu cerebro simplemente está tratando de cambiar rápidamente su atención entre dos tareas. De ida y vuelta, tan rápido como pueda”, dice Kraus.
Esa idea de que podemos al mismo tiempo trabajar en algo mientras revisamos la última actualización en el iPhone, es falsa. Primero trabajamos, rápidamente nos desconectamos y revisamos el smartphone, si no hay nada nuevo regresamos de nuevo a la tarea que estábamos haciendo y así sucesivamente… con una pérdida de atención de por medio.
Para ilustrar hasta qué punto podemos ser distraídos, Kraus pone el ejemplo del uso de los mensajes de texto en las niñas y niños de entre 13 y 17 años (en Estados Unidos): en promedio, envían y reciben 4 mil al mes.
“Eso equivale a uno cada seis minutos que esté despierta (…) Eso equivale a ser interrumpido cada 7 minutos”.
Slow tech
No todo lo relacionado al Internet móvil es malo, ni mucho menos la salida es regresar a la época análoga. La conectividad nos ha acercado a la información y ha sido una herramienta de comunicación que ha demostrado ser revolucionaria.
El asunto es darle un uso responsable y medido (sobre todo), que nos aparte los unos de los otros, al contrario, debería de motivar mayores interacciones personales.
Previo al “boom” de los smartphones, ya se había configurado una especie de movimiento para enfrentar de otra manera el uso de la tecnología.
Slow Technology (o abreviado, slow tech) surgió bajo la premisa de que el uso primario que se le ha dado a la tecnología había sido para incrementar la productividad en el ambiente laboral. Es por eso que la asociábamos con productividad, eficiencia y velocidad.
En 2001, Lars Hallnäs & Johan Redström escribieron el ensayo “Slow Technology: Designing for Reflection”, y con ello configuraron la filosofía de este movimiento. El propósito de estos diseñadores era crear “un programa de diseño para la tecnología destinada a la reflexión y momentos de descanso mentales, más que la eficiencia en el rendimiento”.
En base a esta filosofía, se ha iniciado desde hace por lo menos 10 años un movimiento que busca darle a la tecnología personal un uso reflexivo, de descanso y esparcimiento, contrario al “rush” de productividad, velocidad y eficiencia.
Kraus concluye su plática proponiéndonos alternativas para medir el uso de la tecnología móvil y así reducir las distracciones y, de ser posible, incrementar las relaciones y conexiones offline con las personas y actividades que más nos gustan.
Tan sencillo como establecer “días de descanso”, como en el caso de Kraus.
“Un paso, creo yo, es tomar un descanso semanal de sus dispositivos. Tómese un descanso de la distracción. Yo ya lo he empezado. Desde el amanecer del domingo hasta que pongo a los niños en la cama, no toco el teléfono, ni reviso mi correo electrónico, tampoco veo televisión, ni escucho la radio. Los libros están bien, pero no los leo en mi Kindle”, sugiere Kraus.
Otra sugerencia es entrenar de manera activa nuestra atención en alguna actividad recreativa, reflexiva, de meditación, deportiva, etcétera. Sin distractores, durante el tiempo que consideremos pertinente, para ir acostumbrándonos –o re-acostumbrarnos– a dedicarle el 100 por ciento de atención a una actividad.