Hay niños que pasan las tardes jugando con la tablet más reciente del mercado, hay otros que no se separan de la televisión, unos cuantos que corren por todas las canchas que encuentran persiguiendo una pelota. Pero en México, más de 3 millones de pequeños tienen que “partírsela” para aportar al sustento de sus familias.
Y es que en este país hay más de 3.6 millones de niños y adolescentes que tienen entre cinco y 17 años y que trabajan, de acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Pero de ellos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que 2.5 millones son niños menores a 12 años, es decir que no tienen la edad mínima para trabajar, establecida por la Ley Federal del Trabajo.
Esto a pesar de que México ratificó el Convenio 138 de la OIT que establece la edad de 15 años como la mínima para laborar, lo que permite a las niñas y niños terminar –por lo menos– su educación básica.
Según la OCDE, el 40 por ciento no recibe remuneraciones a cambio, ya que trabaja con la familia, en su propia casa y hasta en pequeños “negocitos” y “tendajos”. Uno de cada tres cobra menos que el salario mínimo, que es el tercero más bajo de toda América Latina.
Razón por la que, a través de un comunicado, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) señaló que a nivel mundial se tiene el compromiso de cumplir la Meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2025, que es terminar con el trabajo de menores en todas sus formas.
Se pierden de mucho
Además de que los niños trabajadores no viven la infancia como deberían y que son privados de tener educación, crecimiento y desarrollo integral, también aumenta el riesgo de que vivan en pobreza.
Thomas Wissing, quien fuera Director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en México indicó que “el trabajo infantil afecta la salud y el desarrollo integral de niñas, niños y adolescentes, y su principal causa es la pobreza de los hogares. Sin embargo, no resuelve su situación económica, ya que por cada dos años que las niñas y los niños no estudian, ganan 20 por ciento menos en sus trabajos cuando son adultos”.
Además, la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por México hace 25 años, establece “el derecho del niño a estar
protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social”.
De acuerdo a la UNICEF, en todo el mundo hay alrededor de 85 millones de niños que trabajan en las peores condiciones, en empleos que son peligrosos, que inclusive los ponen en contacto con herramientas punzocortantes, por ejemplo.
Sus horarios evitan que ellos descansen adecuadamente, se alimenten como deberían y que realicen actividades de acuerdo a su edad.
La Representante de UNICEF en México, Isabel Crowley, señaló que la inasistencia escolar está ligada a factores económicos que incluyen el trabajo infantil, lo que los impide jugar, descansar y, simplemente, ser niños.
Además, por si fuera poco, el niño está en riesgo de desarrollar enfermedades como obesidad y diabetes, a que aumenten sus niveles de estrés y ansiedad y a que se deshidrate, en el caso de los que pasan largas jornadas trabajando bajo el sol.
Sin contar que se afecta severamente su desarrollo cognitivo. Al llegar a la adolescencia y adultez, su cerebro estará deteriorado, pues trabajó de más cuando se encontraba en pleno desarrollo.
Son explotados
La OIT informó que la explotación laboral de menores superó los 168 millones de niños en el año 2000. Y las prácticas de pequeños trabajadores siguen en constante aumento.