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Considera este escenario: subes al auto de tu pareja, quien está completamente estresada. Durante el trayecto, comienzas a escuchar un sin fin de quejas respecto a la fuente de su tensión. Su tono de voz se eleva a medida que se “engancha” cada vez más con el discurso sobre la persona o la situación que le roba su paz. Intenta desahogarse.
Llegas a tu destino. Se despiden. Al entrar a casa, te desquitas, malamente, con lo primero que se te cruza enfrente. Te sientes alterado, intranquilo, mentalmente agotado. Ahora eres tú quien se siente estresado. Porque el estrés, como ciertas enfermedades, también puede contagiarse.
Así lo reveló un estudio realizado por investigadores de los departamentos Tania Singer, del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebrales en Leipzig, y Clemens Kirschbaum, de la Universidad Técnica de Dresde, en Alemania, quienes concluyen que “observar a otras personas en una situación de estrés puede ser suficiente para hacer que nuestros propios cuerpos liberen cortisol, la hormona del estrés”, señaló un comunicado.
El llamado “estrés empático” incluso surgió al observar a desconocidos estresados ante un video, lo que explica por qué, tras haber visto películas de acción o thrillers como “Búsqueda implacable” (“Taken”), salimos de la sala de cine física y mentalmente tensionados.
Los expertos aluden al estrés empático como un fenómeno que no debe ser ignorado por el sistema de atención sanitario, considerando que, dadas las exigencias de la vida moderna, no solo estamos expuestos al estrés, sino que nunca estamos exentos de convivir en el día a día con personas que viven, literalmente, estresadas.
“Ya sea en el trabajo o en la televisión: siempre hay alguien que está experimentando estrés, y este estrés puede afectar el entorno en general de una forma fisiológicamente cuantificable, a través del aumento de las concentraciones de la hormona del estrés cortisol”, apuntó el estudio.
El problema es que cuando los niveles de cortisol elevados son una constante en las personas, como en los profesionales de la salud o en los familiares de quienes padecen estrés crónico, estos pueden tener un impacto negativo sobre el sistema inmunitario a largo plazo, explicó Veronika Engert, una de las autoras del estudio.
En el estudio, cuyos resultados fueron publicados en abril de este año en Psychoneuroendocrinology, los participantes, junto con su pareja romántica y con extraños del sexo opuesto, fueron sometidos a varias pruebas para medir las reacciones al estrés empático.
Para inducir estrés directo, se solicitó a un grupo de voluntarios que respondiera a preguntas aritméticas, mientras dos analistas de la conducta supuestamente evaluaban su desempeño.
En total, 26 por ciento de los observadores que no fueron expuestos directamente a una tensión en particular mostró un aumento significativo en los niveles de cortisol.
Pero las secuelas del estrés empático fueron más agudas cuando un participante observaba a su pareja (40 por ciento) estresada.
Incluso cuando la persona que estaba bajo estrés era un desconocido, el estrés fue transmitido a 10 por ciento de los observadores.
Otro hallazgo fue que 30 por ciento de los participantes experimentó una respuesta de estrés cuando observaron, a través de un espejo unidireccional, a quienes fueron sometidos a las pruebas de cálculo.
También, los niveles de cortisol aumentaron significativamente en 24 por ciento de las personas que observaron las escenas de estrés a través de una pantalla.
“Esto significa que incluso los programas de televisión que muestran el sufrimiento de otras personas pueden transmitir estrés a los espectadores”, dijo Engert. “El estrés tiene un enorme potencial de contagio”.
La depresión puede ser ‘viral’
En mayo del año pasado, aludimos en este espacio a un estudio realizado con compañeros de cuarto universitarios por investigadores de la Universidad de Notre Dame, en Indiana, el cual reveló que ciertos estilos de pensamientos vinculados con la depresión pueden “contagiarse” de una persona a otra, como si se tratara de un virus.
Se trata del estilo de pensamiento “rumiativo”, es decir, “la tendencia a centrar la atención en nuestro estado de ánimo negativo y en las consecuencias del mismo”, indicó la investigación, cuyos resultados fueron publicados en la revista Clinical Psychological Science.
Durante los primeros tres meses de convivencia, se observó que los estudiantes adoptaron dicho estilo de pensamiento de aquellos roomies con mayor propensión a desarrollar depresión clínica en el futuro, aquellos que los investigadores describen como personas que interpretan de forma inadecuada –negativa– las circunstancias estresantes de la vida.
Finalmente toda emoción, negativa o positiva, se contagia, se observe en un escenario real o a través de una pantalla.
En este sentido, Daniel Rempala, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Hawai, recordó en entrevista para CNN los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las “Torres Gemelas”.
Rempala también explicó que después del “11-S”, por ejemplo, se presentaron casos de personas que, a pesar de no haber sido víctimas de los ataques, se vieron afectadas por el llamado trastorno de estrés postraumático (TEPT).
¿La razón? “Parecía que (el TEPT) se relacionaba con la cantidad de televisión que veían”, concluyó en la entrevista Daniel Rempala.