Los investigadores James E. Rothman, Randy W. Schekman y Thomas C. Südhof trabajaron por separado pero llegaron al mismo descubrimiento: el mecanismo que usan las células para transportar moléculas como hormonas, encimas o neurotransmisores.
Las vesículas, pequeñas “burbujas” de membrana, actúan como un sistema de mensajería para las células.
Las vesículas se encargan de llevar los materiales correctos al lugar al que deben llegar, exactamente en el momento indicado.
Si estas no cumplen su función con precisión, se pueden presentar problemas, entre ellos diabetes y desórdenes del sistema inmunológico o nervioso.
“Sin esta increíblemente precisa organización, la célula sería un caos”, dijo la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Suecia al revelar a los ganadores del premio, “sus descubrimientos podrían tener implicaciones en problemas psiquiátricos, pero probablemente serán más útiles para descubrir más sobre cómo funcionan las células”.
Por lo tanto, la comprensión de este proceso fue clave para entender lo que causa muchas enfermedades, como la forma en que la insulina llega a la sangre en un momento y lugar específicos (o deja de hacerlo y provoca diabetes), por mencionar un ejemplo.
“No puedes comprender nada sobre el cerebro o la secreción de hormonas sin conocer este proceso”, destaca Jeremy M. Berg, investigador de la Universidad de Pittsburg, “aunque el premio no se les dio por la creación de un tratamiento, hay literalmente miles de laboratorios en el mundo que no podrían funcionar si no fuera por ellos”.
Jan-Inge Henter, profesor de oncología infantil, explica que estos descubrimientos “son importantes para entender el cuerpo humano y tiene grandes implicaciones en las enfermedades de muchos órganos”.
Además, el comité que otorga el premio explicó que su trabajo podría ayudar a entender desórdenes neurológicos, tales como el autismo.