En el marco del Día Internacional de las Lenguas Indígenas, la realidad se confronta con los resultados debido al gran rezago con el que se aplican y se otorgan los programas culturales y de preservación de las lenguas maternas.
Actualmente, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) reconoce 74 lenguas en México, de las cuales 67 están registradas y, de éstas, 21 ya se encuentran muertas.
La migración y la discriminación son los principales factores por los que se están dejando en el olvido muchas de ellas.
“Hay cosas que se están generando para el mantenimiento de las lenguas maternas, pero tienen un carácter invisible”, comenta Fabián Bonilla López, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Bonilla López nació en la Ciudad de México y su madre, originaria de la comunidad Ñuu Savi (El pueblo o la nación de la lluvia) en Oaxaca, decidió traerlo a la capital para darle mejores oportunidades.
Su lengua materna es el tu’un savi, ahora reconocida oficialmente como mixteco.
“Cuando era pequeño, mi madre me hablaba todo el tiempo en tu’un savi pero cuando comencé el preescolar jamás me hizo regresar a mi lengua maternal, decía que era mejor que sólo hablará el español, por ello cuando crecí decidí retomar esa parte de mi cultura”, cuenta Fabián Bonilla.
Y platica que él no ha sido objeto de discriminación por su cultura o lengua materna, pero sí ha sido excluido en ocasiones por su color de piel y características físicas.
El académico de la UNAM resalta que es la migración uno de los grandes conflictos en las comunidades mixtecas. Esto se debe a que como hay más oportunidades para el lenguaje español, los hablantes deciden no seguir con la transmisión.
“Cuando se trata de definir o de dar un nombre a las lenguas indígenas yo prefiero denominarlas como lenguas originarias y en el mejor de los casos creo que debemos llamarlas lenguas mexicanas”, explica Bonilla.
Fabián considera que las diferentes variantes de lenguas maternas deben ser llamadas por su nombre y se debe eliminar el término “dialecto” con el que se refieren a ellas, pues cree que sólo ha ido tejiendo alrededor un conjunto de prejuicios y estereotipos cuando se usa de manera sesgada y discriminatoria.
“Por mucho tiempo se ha denominado ‘dialecto’ a lo que se piensa que son las lenguas maternas, considerando que no tienen la misma capacidad que el castellano, por ello queremos sacudir ciertos términos para obtener un pleno reconocimiento”, dice el académico.
Discriminación, un factor para crecer
La forma en que se ha impartido la educación o la manera en que se responde a peticiones de personas diversas culturas mexicanas que no tienen como lengua materna el castellano, forma parte también de la discriminación.
“La educación indígena sólo cubre un requisito, el plan o los programas de estudio no ocupan el náhuatl como un lenguaje con el que se pueda enseñar”, cuenta Homero Martínez García, intérprete y traductor oficial de la lengua náhuatl.
Homero tiene 31 años, creció en San Miguel Tzinacapan, una ciudad al norte de Puebla, desde niño habla náhuatl y fue hasta la educación primaria que comenzó a implementar el español en su vida diaria.
“En la escuela los profesores sólo hablaban en español. En ese entonces se implementaba mucho la violencia, por ello muchos de mi generación aprendíamos el castellano en menos de un año a punta de varazos”, comenta el joven.
Para Homero es importante que los niños de las comunidades emprendan su habla con la lengua materna, sin embargo, en algunos lugares de su pueblo las familias tratan de que el español sea la primera.
“Las personas consideran que si las nuevas generaciones adoptan como primera lengua al español, los niños y jóvenes tendrán mejores oportunidades, por ello si de algo me siento orgulloso es que en mi pueblo, Tzinacapan, los profesionistas están decidiendo no emigrar para apoyar y enseñar a la comunidad”, expresa Homero Martínez.
La mayoría de los profesionistas de San Miguel Tzinacapan se desplazan grandes distancias para trabajar, pero desean con gran ánimo formar parte del cambio y de la revalorización de las lenguas maternas.
“Nos hemos quitado las vendas, gracias a las tecnologías los niños están aprendiendo a dominar dos lenguajes a temprana edad, además, estamos viendo que no todo lo que dicen los gobiernos es verdad”, dice.
Existen programas sociales pero la discriminación no se acaba, de acuerdo con Homero. Y quienes más padecen discriminación son las personas de la tercera edad, quienes son enviados a sus casas por pasantes que no entienden su lengua original.
“Tenemos varios rezagos en materia de salud e infraestructuras y carreteras. Conocemos los programas, pero necesitamos para devolverle su valor, que si realizamos una solicitud en náhuatl, las dependencias del gobierno nos respondan en náhuatl, de esa forma habrá un mejor entendimiento, además de ser un derecho que poseemos”, comenta el intérprete y traductor oficial de la lengua náhuatl.
De acuerdo con él, su comunidad siente que la política que les han inculcado las autoridades los ha dividido y, además, no se ponen a la par con todos los fomentos que se deberían otorgar a los proyectos culturales.
Yibel, un proyecto musical tzotzil para los jóvenes
La cultura es uno de los proyectos que más demanda tiene en los pueblos indígenas al ser para los jóvenes un importante transmisor de su historia. Por esta razón Juan Pérez, originario de Zinacantán, Chiapas, decidió junto con sus amigos que una banda de rock en tzotzil atraería la mirada de los más jóvenes a sus raíces.
“Desde pequeño me gustaba la música, claro que tenía un conocimiento vago de la música. Sólo conocía lo que escuchaba de mis padres y abuelos, por ello, cuando comencé a estudiar la universidad mi panorama creció, ya no sólo conocía géneros musicales, sino también parte de la historia de mi pueblo y quería transmitirla a través de uno de los géneros que más me gustó. El rock”, comenta el integrante de la banda tzotzil, Yibel.
Xun Pérez (como lo conocen en su pueblo) sabía que de todos los géneros, ése sería el menos aceptado.
Mientras unos creían que estaba vendiendo sus raíces, después de un tiempo se empezaron a sentir orgullosos de su trabajo.
“Nosotros hacemos rock porque consideramos que es un género de rebeldía y lucha. Nos sentimos cómodos, aunque en ocasiones nos pidan que mejor cantemos una ranchera”, cuenta Xun Pérez.
Juan conoce familias que han inculcado a sus hijos a hablar sólo en castellano, pero a él le parece que siempre es importante saber de dónde se viene.
“Como grupo, nos enfrentamos a todo tipo de críticas, sin embargo, la discriminación es la más fuerte de ellas”, explica.
El músico de la banda tzotzil cuenta que fue en uno de los primeros conciertos en los que tuvieron que enfrentarse a una situación de exclusión, pues al formar parte de un evento musical, ellos fueron los únicos que en mandato del ingeniero de sonido no pudieron hacer ninguna prueba. Su apariencia no los hacía parecer músicos de verdad.
Para darnos una idea de la difusión de los proyectos culturales, Juan explica que en eventos municipales su presidente prefiere invertir miles para traer a grupos como ‘El Komander’, en lugar de permitir la presentación de grupos que promuevan su cultura.
“La diferencia se ve clara entre un concierto donde traen a grandes artistas y lo que se invierte en educación”, dice.