La paz mental –además del bolsillo, claro está– es una víctima garantizada en un periodo de recesión económica. Una mezcla de miedo, angustia, incertidumbre y estrés se apodera de nuestro estado anímico en tiempos de “vacas flacas”.
Pero lejos de quedarnos paralizados o de perder el control, tomamos acción: esa mezcla de emociones impulsa nuestro lado creativo y, con los pies bien puestos sobre la tierra, adoptamos estrategias de ahorro y hacemos algunas modificaciones inteligentes en nuestro estilo de vida.
La pregunta es: ¿toda forma de ahorro es viable? ¿Resulta “inteligente”, por ejemplo, conservar –e ingerir– alimentos cuya fecha de consumo ha caducado tiempo atrás, con el fin de “estirar” nuestro presupuesto y gastar menos?
Quizá no sea la estrategia más común o acertada –mucho menos placentera–, pero es una medida de austeridad que en hogares de familias británicas ya ha sido adoptada.
Pero es un ahorro que le puede costar caro a la salud, según el Organismo de Normas Alimentarias (FSA, por sus siglas en inglés) del gobierno de Reino Unido.
Una encuesta realizada por la FSA muestra que el 97 por ciento de las personas considera que en los últimos tres años, el costo de su canasta básica ha tenido un aumento importante; el 47 por ciento intenta “compensar” la situación “haciendo un mejor uso de los restos de comida”.
El problema es que “algunas personas están haciendo caso omiso de las fechas de caducidad más que antes, mientras que otros están guardando los restos (de alimentos) por más tiempo que el límite recomendado de dos días en el refrigerador”, señala la FSA.
Y es que aunque el consumo de los restos de alimentos es útil para “alargar” el “periodo de vida” de nuestras comidas, como señala en la página Web de la FSA Bob Martin, un experto de seguridad alimenticia de este organismo, “(…) a menos que seamos cuidadosos, hay una posibilidad de que corramos el riesgo de una intoxicación por alimentos al no almacenarlos o manejarlos de manera adecuada”.
El mismo riesgo corremos al no respetar la fecha de caducidad de los alimentos, que es la más importante que se indica en las etiquetas.
Por ejemplo, en el Reino Unido, la FSA señala que existen alrededor de un millón de casos de intoxicación por comida al año y que estos aumentan –120 mil adicionales– en los meses de verano, específicamente de junio a agosto.
“Una de las razones es que las temperaturas más altas causan que cualquiera de los gérmenes presentes crezcan más rápido (…)”, advierte el organismo.
A propósito del tema, cubierto por medios como The Guardian y la BBC, The Atlantic hace referencia a un artículo publicado a mediados de enero del presente año por la periodista Nadia Arumugam, quien reporta que la Food and Drug Administration (FDA), a diferencia de la postura de la FSA, “(…) decidió que las fechas de caducidad son simplemente una indicación de calidad óptima como según la considere el fabricante”.
Arumugam cita al Dr. Ted Labuza, profesor de ciencia alimenticia en la Universidad de Minnesota, quien dice que “el consumo de los alimentos puede ser seguro durante algún tiempo más allá de las fechas de venta e incluso de caducidad proporcionadas al almacenarse y manejarse de forma adecuada”.
Pero para el experto en seguridad alimenticia de la FSA, Bob Martin, la realidad es otra.
Ni siquiera nuestro “talento” del olfato para evaluar si un alimento ya caducó o no es confiable para el especialista: “(…) los microbios de los alimentos, como el E-coli y la salmonela no hacen que la comida huela mal, aun cuando pueden haber crecido a niveles peligrosos. Así que la comida puede verse y oler bien y de todos modos, ser perjudicial”, afirma.
Además, para Martin, las fechas de caducidad de los alimentos no están “de a gratis”: “Estas fechas proporcionan información útil sobre el tiempo en que los alimentos se mantendrán seguros para nosotros, así que es muy importante que te apegues a la fecha (que indica la leyenda) ‘consúmase antes de’”.
Si la investigación demuestra que nuestra salud puede estar en juego al consumir alimentos después de varios días y estén caducos, bien valdría la pena considerar otra forma de “ajustarnos el cinturón”.
Campaña Love Food Hate Waste