Cuando calienta el sol

Llegó el verano y durante esta época del año, el sentido común nos dice que es momento de tomarnos un break para relajar la mente, en compañía de la familia y los amigos. Días soleados, ropa ligera, encuentros sociales al aire libre, mayor contacto con la naturaleza, vacaciones... adiós al letargo y a los días grises. 

Pero no todo es sol, arena y mar. En la temporada de calor, es más probable que entremos en conflicto con los demás. Las altas temperaturas elevan nuestro “termómetro” emocional. 

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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1.5%
volumen de agua que se pierda por el calor, causa que las mujeres sufran dolores de cabeza y fatiga
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Llegó el verano y durante esta época del año, el sentido común nos dice que es momento de tomarnos un break para relajar la mente, en compañía de la familia y los amigos. Días soleados, ropa ligera, encuentros sociales al aire libre, mayor contacto con la naturaleza, vacaciones… adiós al letargo y a los días grises. 

Pero no todo es sol, arena y mar. En la temporada de calor, es más probable que entremos en conflicto con los demás. Las altas temperaturas elevan nuestro “termómetro” emocional. 

“Nos ponen de mal humor y nos vuelven irritables, lo que nos hace más propensos a la agresividad”, comentó a National Geographic Brad Bushman, psicólogo de la Universidad Estatal de Ohio. 

De acuerdo a Bushman, cuyas investigaciones se especializan en la violencia y en la agresividad humana, las altas temperaturas producen cambios fisiológicos en el cuerpo como sudoración, aumento del ritmo cardiaco y de la circulación de la sangre. 

El problema es que no percibimos esta excitación física como tal, sino que nos sentimos menos enérgicos, explica el especialista. Tenemos la sensación de que estamos agotados. Y ante cualquier provocación, reaccionamos de forma exagerada. 

Ahí está el típico escenario de la hora pico de un día de tráfico, en plena canícula. Tan solo basta con que un conductor nos toque el claxon –con o sin motivo– o nos tome por sorpresa cuando intenta “colarse” en la fila, justo delante de nuestro auto, para “encendernos” y ponernos a la defensiva. Después, nos dejamos llevar –literalmente– por el calor del momento y si no lo ofendemos, al menos sí pasamos un rato muy amargo.

Hasta una deshidratación leve, “en niveles que pueden ocurrir en personas sanas durante sus actividades del día a día”, señala un estudio publicado en el 2012 en The Journal of Nutrition, puede afectar los procesos cognitivos, la salud física y el estado de ánimo de las personas. 

En este análisis, realizado por la Universidad de Connecticut, se demostró que la pérdida de aproximadamente solo 1.5 por ciento del volumen normal de agua que existe en el cuerpo provocó, tanto en mujeres activas como en reposo, dolores de cabeza, fatiga y problemas de concentración.

Verano peligroso

Existe evidencia de que en el periodo de verano se registran picos en los índices de criminalidad. 

Para referencia está el estudio de Ellen Cohn y James Rotton, de la Universidad Estatal de Florida, en el que analizaron el vínculo de la temperatura con las tasas de crímenes en  Minneapolis, Estados Unidos (EU), entre los 1987 y 1988. 

Cohn y Rotton clasificaron los asaltos de acuerdo al mes, la temperatura, la hora y el día de la semana –los días de mayor actividad criminal fueron viernes, sábado y domingo, por ejemplo–. Y encontraron que la violencia incrementó conforme aumentó la temperatura.

Pero a partir de aproximadamente 27 grados centígrados, los delitos comenzaron a registrar un descenso considerable.

Una de las teorías que explican este patrón de conducta es que cuando se trata de temperaturas extremas, lo único que las personas desean es huir del malestar que les provoca el calor, por lo que se refugian en sus casas, por ejemplo, evitando el contacto social y, por ende, disminuyen los actos delictivos.

También está la llamada “teoría de las actividades rutinarias”, que postula que la actividad delictiva ocurre cuando convergen tres elementos en tiempo y espacio: un ofensor motivado, el blanco adecuado y la ausencia de guardianes que representen un amenaza para el agresor. Es más probable que se den estas circunstancias en los meses de verano, cuando la concentración de personas en espacios públicos es mayor. 

Contrario a lo que se cree, el mayor número de suicidios no se produce en invierno, sino con la llegada de la primavera y el inicio del verano. 

En EU –cada año– entre los meses de mayo y junio, se registra un aumento de aproximadamente 15 por ciento de suicidios con respecto al promedio anual, reportó The New York Times (NYT) a fines del mes pasado. Los índices disminuyen en invierno. Una tendencia que, desde hace siglos, se ha observado en el continente europeo. 

De hecho, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Maastricht, que incluyó una muestra de cerca de 14 mil 500 personas de los Países Bajos, encontró que, en hombres, las tasas de depresión fueron más altas en verano, mientras que las mujeres experimentaron estos picos durante el otoño. 

Los resultados fueron publicados en la revista científica Psychiatry Research, en el 2010. 

La Tierra arde cada vez más

De acuerdo con un informe publicado este mes por la Organización Meteorológica Mundial, perteneciente a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre los años 2001 y 2010, “se produjeron fenómenos climáticos extremos de gran impacto y sin precedentes en todo el mundo”.

Este informe señala que la primera década del siglo 21 fue la más calurosa en ambos hemisferios del planeta y en las temperaturas de la superficies terrestres y oceánicas desde que se empezaron a realizar mediciones, en 1850.

Una evidencia difícil de ignorar, considerando que el calentamiento global podría provocar que la Tierra se convierta en un lugar más violento, según una investigación presentada en el 2010, realizada por la Universidad Estatal de Iowa. 

“(…) a medida que aumenta la temperatura promedio de la Tierra, también lo hace el ‘calor’ humano en forma de tendencias violentas”, dice el estudio. Los autores Craig Anderson, investigador en violencia y Matt DeLisi, reconocido criminólogo, combinaron datos gubernamentales sobre las temperaturas promedio anuales en EU, con estadísticas sobre los delitos violentos cometidos entre 1950 y 2008. 

En lo que va del año, el suroeste de EU no ha dejado de sufrir una extrema ola de calor, sobre todo los estados de California, Nevada y Arizona, donde hace unos días un incendio forestal acabó con la vida de 19 bomberos. 

El 29 de junio en Las Vegas, en donde la temperatura batió récord con 46 grados centígrados, jamás visto desde 1994, un adulto mayor fue encontrado sin vida en su casa –que no contaba con clima acondicionado–, según reportó NYT.

Y un estudio publicado en mayo de este año en Nature Climate Change, en la próxima década, Nueva York –que también ha sido golpeada por la ola de calor– podría experimentar un aumento de hasta 22 por ciento de muertes por el calor extremo del verano. 

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