El autor, explica que, desde una perspectiva tanatológica, también trata sobre encontrar la esperanza después de la muerte. Foto: Especial

Coordenadas finales, obra que da voz a las mujeres víctimas de violencia

Aldebarán Casasola, autor y director de Coordenadas finales, comenta en entrevista sobre esta pieza en donde se cuestiona si existe la esperanza ante los casos de feminicidios en el Estado de México

¿Se puede curar un territorio?, se cuestiona el director mexiquense Aldebarán Casasola, quien confiesa que “ha sido terrible haber heredado vivir en el Estado de México”, más al saber sobre su actual descomposición social y ser una de las entidades con mayor índice en el delito de feminicidio, al registrar, tan sólo a inicios de 2023, 18 de los 142 casos reportados a nivel nacional.

Junto a la compañía Seguidor de Pléyades ha tratado de indagar cómo hablar de los feminicidios y desapariciones que se suscitan y dejar una huella desde las artes escénicas. Parte de estas reflexiones se dejarán en escena con la pieza Coordenadas finales, la cual se presentará, por primera vez, en la Ciudad de México.

“La compañía es originaria del Estado de México y de manera particular, cada vez llegan a nosotros un vínculo más cercano con las víctimas de violencia. A partir de ello es que decidimos hablar sobre estas mujeres a quienes las desaparecen y matan”, sostiene Casasola.

Asimismo, el autor, explica que, desde una perspectiva tanatológica, también trata sobre encontrar la esperanza después de la muerte. un objetivo, a decir del director, complejo, pero que no se niegan a esa posibilidad.

“El Estado de México se ha convertido en un cinturón de miseria y esto ha albergado diferentes situaciones relacionadas con el crimen. Por eso es que las mujeres son sumamente susceptibles y de ahí la necesidad de abordar diferentes municipios que están a nuestro alrededor, Ciudad Neza o Coacalco”, dice.

Habla desde su ser masculino

Al ser padre de una chica de 20 años, Aldebarán Casasola confiesa que esta pieza lo toca íntimamente, pues más allá de ser un hombre heterosexual, le preocupa como padre y esposo que esta violencia se incremente.

“Cuando escucho las historias de Laila, mi hija, me cambia la vida, alguna vez me comentó que tuvo que correr por su vida. Eso nos pone una tensión especial, siempre está la expectativa; la obra también me ha permitido aprender, desde mi masculinidad, que la violencia puede fracturarnos en cualquier momento.

“Escribo desde esa paternidad, desde ver a mi hija que tiene muchas ilusiones como artista y el dudar si puede sobrevivir en un territorio muy complejo, pero dentro de esta complejidad, ¿cómo sobrevivimos ante ello? Y ese es parte de los cuestionamientos que nos hacemos dentro de la obra”, reflexiona el director.

Una huella mexiquense

A pesar de ser el Estado más poblado del país, es el que menos teatralidad desarrollada. Por lo que con esta pieza Aldebarán quiere dejar un testimonio y dejar una representatividad.

“Ha sido muy difícil conseguir un escenógrafo o un vestuarista. Pero todos estos años me han permitido hacer un teatro completamente endémico y mexiquense, en todos los sentidos, es decir, el Estado de México, con todas sus deficiencias, también tiene esta posibilidad, tenemos un deseo artístico y discurso a partir del teatro”, detalla.

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