El 26 de abril de 1986, ocurrió el peor accidente nuclear de la historia en la central Vladímir Ilich Lenin, ubicada en Chernobyl, al norte de Ucrania, pero en los mismo años México vivió un incidente similar.
El país también tuvo su propio desastre nuclear, el cual es considerado como el más grande de América. Aunque no fue una explosión o una falla mecánica, fue un accidente fatal que dejó a cientos de personas afectadas.
El 6 de diciembre de 1983, dos trabajadores del Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez desarmaron una bomba de cobalto 60 con la que estaba equipada una máquina de radioterapia que había sido abandonada en una bodega de dicho hospital privado, para venderla como chatarra en el deshuesadero Yonke Fénix.
Ahora se sabe que cuando la transportaron en su camioneta y durante todo el trayecto al depósito se emitió material radiactivo por la ciudad, según datos ofrecidos por la Comisión de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS).
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El cobalto 60 fue mezclado con el resto de la chatarra del depósito de Yonke Fénix, incluso se vendió a distintas fundidoras de Chihuahua para fabricar varillas de acero.
Por lo que cerca de 6000 toneladas de material radiactivo fue comercializado en 15 estados de México y en Estados Unidos.
¿Cómo se dieron cuenta?
Un año después, en enero de 1984, un camión que llevaba las varillas a Nuevo México, Estados Unidos, encendió las alarmas del detector de radiación del Laboratorio Nuclear de los Álamos, por lo que se inició una investigación.
Al escuchar las alarmas, los expertos comenzaron a pensar que tal vez algo estaba fallando en el laboratorio, pero, al investigar más a fondo, notaron que el pico de radiación no se había producido en el interior, sino en la calle, gracias a un video de una de las cámaras de seguridad se descubrió que el camión producía la radiación.
La investigación llevó hasta Ciudad Juárez, México.
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Estados Unidos emitió una alerta a México, pero fue hasta 10 días después que se pudo encontrar a una de las principales fuentes de contaminación, la camioneta en la que se habían trasladado las piezas del aparato al depósito.
El depósito también registró altas cantidades de radiación. Se estima que aproximadamente 1.000 toneladas de varilla nunca se recuperaron, y pudieron ser empleadas para la fabricación de casas.
No se compara con lo que pasó en Chernóbil; sin embargo, la contaminación con cobalto-60 afecto a por lo menos 4,000 personas que sufrieron de algún grado de exposición a la radiación, aunque no se conoce con certeza cuál es el número exacto y los efectos a largo plazo que dejó el incidente.
Cuando se descubrió la dimensión del desastre, la revista mexicana Proceso publicó que los trabajadores fueron amenazados por el director del hospital, quien los obligó a firmar un documento en el que admitían que se habían robado la máquina.
Los materiales contaminados fueron ubicados en 814 construcciones, las cuales tuvieron que ser demolidas al presentar algún grado de radiación.
La investigación también determinó que al menos 5 personas recibieron una dosis alta que afectó las glándulas tiroides y los huesos de manos y pies, y acortó su expectativa de vida considerablemente.
Los restos contaminados fueron enterrados en un lugar llamado La Pedrera, en el sur de Ciudad Juárez.