Conchi León, entre monstruos, alcohol y violencia
La actriz Conchi León se sumerge en sus recuerdos de infancia, una etapa en la que predominó la violencia ejercida por su padre sobre su madre, para llevar a escena el monólogo Cachorro de León
Karina CoronaEscribir es como una forma de poner al Sol las heridas que están dentro y envenenan la sangre, dejar que estas lesiones transiten por el camino del arte, fluyan, y no se queden más en el corazón, el alma y la memoria. Permitir que esas heridas encuentren cabida en los escenarios y lleguen como un mensaje de resiliencia y esperanza para dejar que, poco a poco, sequen.
Para la actriz y dramaturga yucateca Conchi León, el arte ha sido un refugio y una especie de paraíso donde pueden abrevar y sanar sus heridas, reflejarse y decir “no estoy sola, aquí vienen más a abrevar de esta agua, que es el arte” y así, curarse de manera colectiva.
Con la obra Cachorro de León recurrió a esa agua para hablar sobre la violencia intrafamiliar que sufrió de pequeña al ver cómo su padre golpeaba a su madre. Además, tenía el anhelo de exponer y demostrar todo el daño que también sufren los hijos.
“Tengo el sueño de cambiar la manera de pensar de algunas mujeres con respecto de aceptar la violencia como un ingrediente más en la vida de pareja pero, principalmente, quería cambiar algo en mí, sanar todos esos tiempos de infancia violentos. Tenía la necesidad de cambiar mi propia historia, dejar de ser una mujer con todos esos rencores acunados en el alma, con toda esa ira que, además, está en mis genes por mi padre y, de alguna manera, la obra me ha ido regalando eso, poquito a poco, no ha sido sencillo, porque para mí no se trata de cambio, es de transformación”, detalla la dramaturga.
Con la pandemia, la violencia intrafamiliar se elevó casi un 80 por ciento, pues muchas mujeres están enclaustradas con su agresor; a través de esta pieza, León espera que más mujeres hablen de esto y puedan pedir ayuda, sin sentir vergüenza por haber permitido esos niveles de violencia.
Este mensaje, cree, puede ser más esperanzador gracias a las plataformas digitales, ya que las mujeres que han padecido alguna problemática similar pueden tener acceso a él con mayor facilidad, haciendo que el discurso de la obra se replique en muchas casas y lugares, generando conciencia en las familias que sufren algún tipo violencia.
“Las heridas exteriores, las heridas físicas sabemos, más o menos, su tiempo de curación pero, las heridas interiores, esas que nos genera toda la violencia emocional y psicológica, de esas no sabemos cuánto tiempo, ni siquiera muchas veces que están ahí, así que espero con el arte, con esta obra, todas sus heridas sanen en un plazo más corto”, expone Conchi León.
Sobre su padre, recuerda que era un hombre encantador y cree que parte de eso hace que una mujer se queda con un agresor. Ahora, ella lo rememora de una forma más objetiva, no sólo lo malo, sino también las cosas buenas que aportó a su vida, como aprender a reírse de sus tragedias; además por él conoció a Pedro Infante, ya que su padre, quien era trailero, musicalizaba sus largas jornadas con toda su discografía y ella, junto con sus hermanas, lo acompañaba en sus viajes.
“Mi padre sí tenía momentos que eran de este ser increíblemente carismático, juguetón y generoso, que cantaba, bailaba y nos contaba chistes, era un hombre que caía bien a donde se moviera y pensaba ‘¿por qué no siempre era así’’, ‘¿por qué no pudo ser un hombre así para podernos querer bien a todos y no estar ahora con la herida de la violencia que nos atravesó y va a estar ahí toda nuestra vida?’”, alude.
Antes de presentar la obra, Conchi León se la mostró a sus hermanas, ellas la apoyaron, pero su madre, en ese entonces, le reveló a una sobrina que no la iba a ver porque había cosas tristes que no quería recordar.
“A mí me sorprendió cuando mi mamá me dijo que me quería acompañar, me mostró que es una mujer muy fuerte, tan fuerte que no deja de maravillarme. Yo lloré toda la función porque, lo cierto es que no habló muy bien de ella porque siempre perdonó a mi papá, y yo deseaba con toda mi alma que se divorciaran, sin embargo, jamás me dijo nada con respecto a la obra, sólo una vez expresó ‘es la historia de mi hija con su papá y a mí ya no me sirve, si a otras mujeres sí, pues hazlo’”, comparte.
Pedro Páramo, El gran pez Y Los monstruos en la vida de Conchi León
Además de ser una historia biográfica, la dramaturga recurrió a ciertas evocaciones del libro Pedro Páramo y la película El gran pez, a través de esos recursos de ficción pudo crear una historia con final alternativo. Ella generó una reconciliación con su padre y los monstruos que lo acompañaron toda su vida y que a ella le causaban miedo.
A su papá, que le decían “El Pajarito”, tenía a sus amigos “El Perro Andrade” y “El Pulpo”, quienes sufrieron graves accidentes en sus tráileres por manejar en estado etílico, incluido su padre.
“Ellos para mí eran monstruos desfigurados, yo era una niña y así los veía, desfigurados porque andaban manejando borrachotes y, cuando vi El gran pez, me resultó muy iluminador, tanto el distanciamiento del hijo con el padre, y la aparición de estos grandes monstruos que vivían en la imaginación del papá, pero que sí existieron y, en el caso de mi padre, también existía este universo masculino de hombres que tampoco sabían relacionarse con las mujeres y sus familias”, exhibe.
Para Conchi León no fue fácil ser parte de la estadística de vivir en un hogar con violencia, fue hasta el tercer infarto de su papá y su petición de despedirse de ella, que pudo hacer esta pieza.
Gracias a su obra, Cachorro de León, supo que no era la única, muchas mujeres y varones le escriben que tuvieron una infancia parecida a la suya, y eso le hace pensar que hay gente sensible y empática con las necesidades y problemáticas de otras mujeres, aunque no hayan vivido esos niveles de violencia
La dramaturga espera que con la pandemia este mensaje pueda expandirse, que la gente cuide su salud emocional y mental, aprendiendo a tener más amor propio y ser más amorosos con los seres queridos.
“Nos deja clarísimo la fragilidad de la vida, a darnos cuenta de que en un segundo alguien ya no estará con nosotros. La vida cambió para siempre y es el principio de muchos otros cambios que habrá en estos tiempos; esto me deja la enorme lección de ser flexible y de no volvernos locos”, remata.