Con un pie en Marte

Para Gilberto Jiménez la aventura es una necesidad. El joven de 29 años admite que “está un poco loco”, porque constantemente busca vivir nuevas experiencias y no teme enfrentar nuevos retos, que en ocasiones muchos ni siquiera considerarían.

Por ello su posible siguiente aventura no es una sorpresa (tan grande). El regiomontano quedó entre los mil 58 candidatos que podrían viajar a Marte en un viaje sin regreso como parte del proyecto  Mars One.

Ana Paulina Valencia Ana Paulina Valencia Publicado el
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El amante de la adrenalina se alistó para la aventura de su vida: un viaje sencillo a Marte
"Empecé a correr carros cuando tenía ocho años, nací en una familia que ha sido parte del automovilismo"
Gilberto JiménezPrecandidato Mars One
https://www.youtube.com/watch?v=eZahWgssr9U

Para Gilberto Jiménez la aventura es una necesidad. El joven de 29 años admite que “está un poco loco”, porque constantemente busca vivir nuevas experiencias y no teme enfrentar nuevos retos, que en ocasiones muchos ni siquiera considerarían.

Por ello su posible siguiente aventura no es una sorpresa (tan grande). El regiomontano quedó entre los mil 58 candidatos que podrían viajar a Marte en un viaje sin regreso como parte del proyecto  Mars One.

La experiencia será tan única que solo 16 personas formarán parte de la comunidad que colonizará, según la asociación sin fines de lucro que concibió el proyecto para llegar al Planeta Rojo en el 2023.

Cuando Gilberto escuchó del plan por primera vez, quedó fascinado.

“En esos minutos, de repente, todo era posible”, comenta en entrevista exclusiva para Reporte Indigo, aclarando que fue hasta después que se puso a pensar en los detalles de la factibilidad de Mars One, “me prometí a mí mismo no comentarlo con nadie y decidí leer un poco más sobre cómo aplicar”.

El primer paso para completar la solicitud fue responder varias preguntas que, admite, fueron difíciles, desde revelar el momento en que más miedo ha sentido hasta la situación que le ha provocado más estrés.

Además, tuvo que realizar un video en el que expresara las razones por las que sería un buen candidato para el viaje de su vida. Recuerda, entre risas, que en algunas tomas aparece con un esmoquin, pues olvidó que la noche de la grabación había prometido acompañar a una amiga a una boda.

Si se le pregunta por qué aplicó, comenta que la decisión fue algo muy natural.

“Yo soñaba con ser astronauta y siempre jugué a serlo, soy fanático de ‘Star Wars’ y ‘Star Trek’”, cuenta, “además la casa en la que crecí se encontraba cerca de un planetario y desde pequeño me hice experto en ‘colarme’ y me comenzó a apasionar aprender sobre galaxias, estrellas, el Sistema Solar…”.

Ahora pertenece a la Sociedad de Astrónomos del planetario y presume con orgullo que recientemente adquirió un telescopio dobsoniano.

Gilberto se graduó con  Magna Cum Laude de la Licenciatura en Química y Biología de la Universidad de Hartford, en Connecticut. Después completó la maestría en Química Analítica en la Universidad de Purdue.

Si estas actividades no son precisamente lo que entiendes por “aventura”, solo espera, porque Gilberto también es asiduo de las carreras de autos, el softball y el béisbol, el paracaidismo, el esgrima y recientemente abrió un campo de gotcha. 

Más adrenalina, por favor 

“Empecé a correr carros cuando tenía ocho años, nací en una familia que ha sido parte del automovilismo”, afirma el joven sobre su primer amor: la velocidad.

Su carrera profesional en la pista comenzó cuando tenía apenas  15 años. Y un año después quedó campeón nacional en la Fórmula-3. 

Ahora corre como pasatiempo, pero el hobby que también fue de su padre (cuatro veces campeón) y su abuelo (fundador del Autódromo de Monterrey) ayudó a que descubriera su pasión por la aventura.

Durante sus estudios en Estados Unidos, por los que abandonó la pista de forma profesional, probó el paracaidismo. Y durante sus seis años en el país lo adoptó como pasatiempo favorito, e incluso se certificó como entrenador.

“Lo más bonito de estar cayendo es lo increíble que se siente ser parte del cielo, especialmente al atardecer, cuando toma colores dorados y rojos por el sol”, señala, y ayuda a entender un poco más su pasión por el espacio.

Otro de sus deportes favoritos, el esgrima, lo descubrió mientras estudiaba la maestría. Cuando escuchó del equipo de la universidad decidió unirse y le encantó, pero reconoce que desde que regresó a México no ha podido practicar tanto como quisiera.

“Es una de las actividades más elegantes que hay”, señala, “involucra el honor y la caballerosidad, y todo sucede en cuestión de segundos”.

Esta necesidad de aventura puede jugar a su favor o en su contra en la selección para el viaje y también para la vida en Marte. 

Primero, Gilberto sostiene que está acostumbrado a aprender disciplinas nuevas muy rápidamente, lo que sin duda ayudaría en el arduo entrenamiento que se requiere.

Si combinamos esta versatilidad con su interés y conocimiento científicos, es evidente que México tiene un candidato formidable para colonizar el Planeta Rojo.

Sin embargo, el aventurero admite que necesitaría mucha preparación para acostumbrarse a pasar horas entre cuatro paredes, pues los elegidos para el viaje solamente podrán salir dos horas al día, por el peligro de la radiación solar. 

Una importante conversación

Quedar seleccionado sería solo el comienzo. Gilberto confiesa que lo que más le emocionaría sería la posibilidad de tener una experiencia más, una aventura que contar y que contarse, pero que despedirse de todo lo que conoce sería difícil.

Además, explica, la comunicación con su familia sería complicada. El joven dice que las llamadas telefónicas tendrían, según la posición de los planetas, un retraso de entre tres y 22 minutos, así que “un tipo de comunicación personalizada sería completamente impráctico”.

“Sería un adiós ‘a la antigüita’”, comenta, “como las de las personas que tenían que comunicarse con sus seres queridos a través de cartas que tardaban mucho tiempo en ser contestadas”.

Y aunque el amante del espacio está dispuesto a pasar por ello a cambio de “la oportunidad de ser parte de las estrellas”, confiesa que si le hicieran la propuesta tendría que pensarlo, pues al ser una persona tan dinámica, para la que estar un fin de semana encerrado es “pasarla pésimo”, las dificultades serían significativas.

Uno de los incentivos para aceptar vendría de su lado científico.

“De encontrar algo interesante en Marte, sería feliz pasando el resto de mi vida analizándolo”, dice poniendo como ejemplo nuevos minerales, bacterias o sustancias, que espera puedan ser útiles para la Tierra.

El aspecto social le preocupa, pero confía en que en el entrenamiento hagan un filtro para seleccionar a los cuatro equipos que viajarán, y se aseguren de que puedan congeniar y los conflictos se mantengan al mínimo. 

Con madurez y la conciencia de que están ahí para hacer algo importante, dice Gilberto Jiménez, cree que la convivencia será posible.

Las diferencias gravitacionales con la Tierra le provocan especial curiosidad. “Aún no hay estudios definitivos que expliquen qué es lo que le pasaría al cuerpo humano al existir en esas condiciones por un tiempo prolongado”, menciona y con buen humor añade, “ejercitarme sería un reto muy grande, pero sin duda estaré feliz cuando pegue el jonrón más largo de la historia del Sistema Solar”.

Para aceptar el reto, Gilberto tendría que responder las múltiples interrogantes que aún tiene y comenta que aunque está acostumbrado a lanzarse de aviones, “no me aviento sin paracaídas, sin conocer bien mi equipo, sin un casco y sin saber qué voy a hacer en el aire y cómo va aterrizar”. 

Por suerte, quedan varios años 

para que Mars One le conteste.

Aunque el viaje sería difícil y aún es incierto, para Gilberto Jiménez  vale la pena intentarlo y está orgulloso de poder ser parte de la conversación.

“Soy el primer escéptico y puedo ser el crítico más grande del proyecto porque mi vida está en juego”, subraya el joven piloto, “pero creo que platicar de esto, que la gente 

empiece a escucharlo, a agarrar la idea d que es una meta que puede lograrse es suficientemente benéfico (…) muchas cosas buenas pueden salir de que la gente, los gobiernos y los empresarios empiecen a cuestionarse por qué no”. 

Los pasos del Curiosity

Aunque sus exploraciones han sido muy interesantes e incluso ha enviado selfies, no todo está bien con el rover que explora Marte, el Curiosity.

Desde que comenzó su aventura, se comenzaron a detectar abolladuras en sus ruedas, provocadas por el terreno pedregoso de la superficie del Planeta Rojo.  Y en los últimos meses estás han preocupado a los expertos.

Sus seis llantas ahora tienen rayones y perforaciones, que fueron capturadas por la cámara de alta resolución que está montada en su brazo robótico.

Por ello, ahora buscan caminos alternativos para que alcance su destino final sin sufrir daños más severos: el Monte Sharp, donde realizará estudios geológicos. Para lograrlo, el robot tuvo que subir a una duna y tomar fotografías de su perspectiva, para determinar cuál es la vía más conveniente.

Un comunicado de la NASA citó al científico Jim Erikson: “Subiermos a la duna en el valle justo al oeste para ver si el terreno es tan apropiado como sugieren las imágenes satelitales”.

Mars One… ¿imposible?

Desde el anuncio, el proyecto Mars One se ha topado con una gran cantidad de escépticos, que no creen que el viaje sea posible y consideran que, aún si lo fuera, presentaría obstáculos que lo hacen irresponsable y potencialmente fatal para los viajeros seleccionados.

Uno de los principales problemas que los expertos plantean, son los aspectos técnicos. Primero, minimizar la exposición a la radiación de los viajeros sería sumamente complicado, aún limitando su presencia fuera del hábitat a dos horas por día.

Además, que la tecnología para llegar a Marte exista, no quiere decir que sea posible llevarla al Planeta Rojo. Según Amy Shira Teitel, de Physics Focus, “los métodos que proponen jamás han sido probados”.

El segundo aspecto a considerar es el lado humano: los requisitos para aplicar exigían poco más que pertenecer a un rango de edad (de 20 a 40 años) y “tener buen sentido del humor”, y por lo tanto los seleccionados tendrán que pasar por un proceso de preparación exhaustivo, para aprender sobre medicina, mecánica y muchísimos otros aspectos necesarios para su supervivencia.

El último obstáculo que mencionan es el dinero. El equipo de Mars One reveló que costará 6 mil millones de dólares lograr el viaje (aún sin regreso), y pretenden recaudarlos transmitiendo el entrenamiento por televisión, convirtiéndolo en el reality show más real (y potencialmente trágico) de la historia.

Incluso Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la luna opina que el tiempo propuesto por Mars One es demasiado corto para lograr una meta tan ambiciosa.

“No creo que haya mucha tecnología que indica que Mars One pueda llevar a cuatro personas a Marte para 2023, aún si no los regresan” expresó. Además no cree que una empresa privada pueda conseguirlo, y señala que la cooperación internacional es esencial para llegar la Planeta Rojo.

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