La pandemia la dejó sin trabajo, así que en lugar de hundirse o deprimirse, fue la oportunidad perfecta para que Natalia Calderón se reinventara. De trabajar como vestuarista en producciones como la serie de Luis Miguel, ahora es una tatto artista con un estilo muy particular.
Natalia crea diseños con un estilo abstracto sobre acuarela, principalmente de flores; para ello usa fotos de rayos X y el movimiento del humo.
La joven de 31 años lleva tres años tatuando y parece que su carrera está despegando más de lo que algún día imaginó. Cuando inició solo conocía un estilo muy tradicional en el tatuaje y el realismo, así que optó por el segundo, pero poco a poco fue informándose cada vez más, hasta llegar a lo que ahora hace.
“Lo que me motivó a hacer este estilo justo fue como tratar de pasar las técnicas que yo utilizaba en ilustración de moda al tatuaje. Poco a poco fui descubriendo como que todas estas fotos en rayos X, como más formas, humo, todo ese tipo de formas siempre me han gustado mucho”, explica
Además, confiesa que siempre le encantaron los tatuajes de flores y plantas, así que en esta aventura quiso darles un giro más interesante. No fue fácil, recuerda.
“El primer tatuaje que hice me lo hice a mí y la verdad ese día sí fue complicado, o sea, como ya tener la máquina en la mano, me temblaba muchísimo la mano, ¡híjole!, todas las líneas están chuequísimas, pero es como muy impresionante marcar la piel y pues a mí misma fue un poquito extraño, la verdad”, platica.
Cada tatuaje que hace en un estilo nuevo siempre es un reto, cada vez es menos, dice, pero durante todo el primer año se ponía muy ansiosa antes de tatuar y en su cabeza pasaban 10 mil cosas. “Creo que todo ese año fue muy difícil, la verdad”, señala.
“Creo que el mayor reto es justo no dejarlo, tener muy clara mi meta, porque es una profesión que constantemente te pone a prueba siempre; entonces, decidir hacerlo y no dejarlo, creo que así he seguido”, expresa la artista.
Una carrera en ascenso
Natalia realiza su trabajo en Mano Sacra Studio, que se encuentra muy cerquita de la estación del Metro Etiopía, es el estudio de una tatuadora que se llama Molly y que ha compartido su espacio.
La mayoría de sus clientes son mujeres, por el tipo de diseños que hace, que van muy orientados hacia las flores, con formas muy orgánicas y delicadas, aunque últimamente se han sumado un poco más de hombres.
“He tenido chavas desde 22 o 23 años, hasta he llegado a tatuar a las mamás de mis clientas, que ya tienen como 50 o 60 años; entonces, está muy padre porque justamente me permite como conectar con ese lado, porque yo normalmente no tenía muchas amigas mujeres y esto me ha ayudado también a reconciliar esa parte que está muy padre”, cuenta.
Para sus diseños se inspira mucho de ilustradores de moda que le gustan mucho o también de la vida misma, de cuando va caminando por las calles y ve flores, colores y muchas formas; además de observar mucho la forma del cuerpo.
Natalia no se arrepiente de haberlo arriesgado todo, porque el mundo del tatuaje la ha recompensado gratamente, desde hacerla feliz al sentir que no está trabajando, hasta viajar por diferentes lugares y conocer personas increíbles y talentosas.
“Lo que más me enorgullece es que yo soy alguien muy penosa, muy ansiosa, y todo esto me ha obligado a salirme de todas mis inseguridades y realmente a ir con todo por un sueño. Entonces, creo que me llena de orgullo, creo que nunca había logrado tanto en tan poco tiempo”, argumenta.