Como me ves, te verás…

Como te veo me vi… como me ves, te verás”, “El día que me muera”, “Cuando seas madre sabrás”.

 Generación tras generación, vamos repitiendo frases “de señora” y sentimos que, poco a poco, nos vamos convirtiendo en nuestra madre.

Los psicoterapeutas llaman patrones a estos comportamientos heredados, que son creencias y actitudes que heredamos de nuestras progenitoras porque pasamos nuestra infancia viéndolas.

Nos sumergimos en su universo y en cómo piensan, cómo se comportan, cómo hacen las cosas y, sobre todo, cómo se sienten acerca de sí mismas.

Andrea Montes Renaud Andrea Montes Renaud Publicado el
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"Cuando rastreo la historia entre madres e hijas y veo las creencias y los comportamientos que la hija ha heredado de su madre, veo cómo la historia se repite entre ellas, y entre su madre y su abuela, a pesar de los cambios que la sociedad ha traído para las mujeres gracias al feminismo"
Rosjke HasseldinePsicoterapeuta

Como te veo me vi… como me ves, te verás”, “El día que me muera”, “Cuando seas madre sabrás”.

 Generación tras generación, vamos repitiendo frases “de señora” y sentimos que, poco a poco, nos vamos convirtiendo en nuestra madre.

Los psicoterapeutas llaman patrones a estos comportamientos heredados, que son creencias y actitudes que heredamos de nuestras progenitoras porque pasamos nuestra infancia viéndolas.

Nos sumergimos en su universo y en cómo piensan, cómo se comportan, cómo hacen las cosas y, sobre todo, cómo se sienten acerca de sí mismas.

Y la neurociencia respalda estos principios básicos. Las interacciones con nuestros padres son la configuración predeterminada dentro de nuestros cerebros, y cuando las cosas se ponen estresantes en nuestra vida adulta, nuestras neuronas se dirigen a una reacción o camino conocido: el que se estableció durante nuestro desarrollo temprano.

Así que, te guste o no, tú también llegarás a una edad en la que repetirás lo que tanto te dice tu madre. Pero la buena noticia para quienes no desean ser “tan señoras como su mamá”, es que no necesariamente serán una copia de la misma.

Iguales pero diferentes

Nuestras relaciones pueden moldear el funcionamiento interno de nuestro cerebro, pero según el Dr. Dan Siegel, estudioso de la neurobiología interpersonal durante más de 15 años y autor del libro “The Developing Mind” (1999), dice: “Todos podemos optar por seguir un camino diferente y cambiar nuestra dirección con la intención y el conocimiento adecuado”.

El mensaje es puro sentido común: para cambiar cualquier cosa, se tiene que entender el problema desde su raíz y hacer un esfuerzo consciente por no repetirlo, o de lo contrario, estaremos condenados a seguir en el mismo ciclo.

La clave para romper los patrones que llevan a muchas a convertirse en sus madres “es comprender lo que eres como individuo único y lo que es tu madre como individuo único, y por qué cada una de ustedes es como es”, comenta la psicoterapeuta Rosjke Hasseldine, quien con más de 20 años de experiencia en psicoterapia familiar, desarrolló un modelo que sana la relación madre-hija: The Mother-Daughter Empowerment Model, que ayuda a conectar a las mujeres a sus raíces femeninas, a identificar los patrones heredados y a amplía la comprensión de lo que significa ser mujer.

Esto significa mirar a las personalidades, relaciones y estilos de comunicación que mantuvieron o mantienen las mujeres de la familia –en particular la madre y la abuela materna– y el contexto socio-ambiental en el que cada uno creció.

Rosjke Hasseldine, quien además es autora del libro “The Silent Female Scream” (2007) y “What’s really going on between Mothers and Daughters” (2015), señala que “lo que pasa entre las hijas y sus madres es un reflejo complejo de cómo fueron tratadas las mujeres en la sociedad o una cultura dada”. 

Y agrega que “por la generación en la que nacieron, la mayoría de las mujeres mayores de 50, a menudo no saben cómo decir lo que necesitan. No es su culpa. A esa generación no se les enseñó cómo hacerlo. Y ese es uno de los problemas más grandes entre madres e hijas de hoy”.

Así que los gritos desesperados de “Tú no me entiendes” que todas lanzaron a sus madres en la pubertad no eran completamente infundados: muy seguramente tu mamá no podía hacerlo. Pero eso es porque nunca nadie se preocupó de “entenderla” a ella, tampoco. Y probablemente, no fueron solo sus padres, quizá tampoco sus novios, maridos, jefes, hermanos, compañeros y la sociedad en general.

Sí, gran parte de nuestros problemas con nuestras mamás quizá son el resultado de una larga historia de sexismo.

La historia se repite

“Si una madre es ligeramente manipuladora de alguna manera, es porque no aprendió a decir clara y abiertamente lo que necesitaba”, dice Hasseldine. “Si una hija no entiende por qué su mamá es como es, hay que preguntarse: ¿Qué le faltó emocionalmente en su familia? ¿Cómo fueron ignoradas las mujeres? ¿Cómo fueron ignoradas sus necesidades?”

Pues a menudo las hijas reaccionan contra la madre y la culpan de todo, “pero al entender el patrón generacional subyacente, y ver el efecto en ella, y por qué la madre no siente que puede decir lo que ella necesita, se pueden empezar a reparar las relaciones”.

Después de años de escuchar a las madres e hijas hablar de este tema, Rosjke Hasseldine responde que sí es posible desarrollar el comportamiento materno, pero que todo puede modificarse. 

“Tiene sentido que después de pasar nuestros años de formación rodeadas de cierto comportamiento e idiosincrasia, estas se borren de nosotros. Desde pequeñas recogemos sus gestos, sus frases y sus maneras particulares de reaccionar hacia las cosas. Y lo más importante, también vamos a heredar cómo nuestra madre se sentía acerca de sí misma y de lo que ella piensa que es como mujer”.

Y es que cuando rastrea la historia “entre madres e hijas y veo las creencias y los comportamientos que la hija ha heredado de su madre, veo cómo la historia se repite entre ellas, y entre su madre y su abuela, a pesar de los cambios que la sociedad ha traído para las mujeres gracias al feminismo. Veo cómo la baja autoestima, la depresión, los trastornos alimenticios y las relaciones violentas a veces se repiten generación tras generación, porque las razones emocionales de estos problemas persisten y no son investigados ni entendidos”, agrega Rosjke.

Por ejemplo: ¿por qué nos sentimos ansiosos en la misma forma en que nuestra madre lo hace, y por qué nos ponemos al día con las mismas relaciones emocionalmente negligentes que nuestra madre tiene?

“Este es el material entre madres e hijas que exige atención. La clave para cambiar este legado es entender qué tipo de apoyo emocional tuvo nuestra madre, qué limitaciones aprendió a aceptar, y cómo esto le afecta, porque inevitablemente nos va a afectar a nosotras también. Tenemos que mirar hacia atrás en la vida de nuestra madre y abuela para que podamos avanzar en la propia vida conscientes de lo que se encuentra en nuestra herencia emocional”.

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