Colecciones que asfixian
Deshacerse de aquello que poseemos no es fácil. Los objetos que guardamos, independientemente de su tipo o tamaño, tienen un valor sentimental, un significado personal.
De ahí nace la necesidad de atesorar, de guardar el equivalente a un buen recuerdo. Y surge el apego. Nos cuesta tirar esa pequeña caja de madera que nos encontramos 10 años atrás sobre la banca de un parque, la misma donde conocimos a nuestro mejor amigo.
Eugenia Rodríguez
Deshacerse de aquello que poseemos no es fácil. Los objetos que guardamos, independientemente de su tipo o tamaño, tienen un valor sentimental, un significado personal.
De ahí nace la necesidad de atesorar, de guardar el equivalente a un buen recuerdo. Y surge el apego. Nos cuesta tirar esa pequeña caja de madera que nos encontramos 10 años atrás sobre la banca de un parque, la misma donde conocimos a nuestro mejor amigo.
También podemos tener una gran colección de discos viejos, por ejemplo, una de la que nos sintamos orgullosos a tal grado de que en lugar de encontrarla dentro del baúl de los recuerdos, forme parte de la decoración misma de nuestro hogar. Válido.
Pero existen casos en los que un mero acto de colección, aparentemente inocente, tiene una evolución del tipo “viral”, que se traduce en un acopio excesivo de objetos, que hoy recibe el nombre de Síndrome de Acumulación Excesiva o (Compulsive Hoarding, en inglés).
Acumulación excesiva
Se puede hablar de un problema de acumulación patológica una vez que el espacio de vida del atesorador se desordena de tal manera que “(…) no puede ser utilizado para sus fines previstos y comienza a interferir con la capacidad de la persona para vivir (…)”, explica Randy Frost, coautor de “Stuff: Compulsive Hoarding and the Meaning of Things” (2010), en entrevista para Reporte Indigo.
El Síndrome de Acumulación Excesiva se caracteriza por un acopio de objetos “de muy diversos tipos, carentes de valor afectivo y monetario, y hay una gran dificultad para deshacerse de estos objetos acumulados, de tal manera que estos llegan a ocupar espacios vitales en una casa, en una oficina o incluso en un automóvil (…)”, comenta también Cristina Lóyzaga, Coordinadora de la Clínica de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y Trastornos del Espectro del Instituto Nacional de Psiquiatría.
Lóyzaga pone como ejemplo un caso “extremo” –el más grave que tienen, dice– de un paciente acumulador que únicamente puede dormir en posición fetal “porque es el único espacio que le queda para dormir (…)”, en una cama que, dice, ha sido invadida por libros y revistas.
“Entonces estamos hablando de una conducta que desde luego ya excedió todos los parámetros cotidianos de una acumulación con un objetivo”, agrega.
Pero cabe hacer una aclaración: el Síndrome de Acumulación Excesiva no se define por la cantidad de objetos que alguien pueda poseer, sino por la manera en la que la adquisición y la administración de esas posesiones afecta a sus dueños, según explica el doctor Frost.
De hecho, la adquisición es uno de los aspectos que Frost menciona como característicos del problema de atesoramiento. El especialista dice que los acumuladores adquieren los objetos de una manera distinta al resto de nosotros, “(…) ya sea a través de la compra compulsiva de cosas o a través de la adquisición excesiva de cosas gratis”, explica.
Pero, ¿qué es lo que sucede en la mente de un acumulador? ¿Qué lo lleva a acumular, por ejemplo, grandes pilas de comida en descomposición?
Un “atesoramiento”, como también lo llama Lóyzaga, que no solo priva a la persona de hacer un uso funcional de su espacio vital en el hogar, sino que trae consigo problemas de salud e higiene, e incluso afecta la calidad de vida de las personas con las que vive.
“A nivel de las pruebas neuropsicológicas que justamente nos traducen la función de ciertas estructuras cerebrales”, dice Lóyzaga, sabemos que existen fundamentalmente tres tipos de problema: el primero, explica la especialista, son los déficits en la memoria, “(…) los pacientes muchas veces no saben qué cantidad de cosas tienen o dónde se encuentran estas cosas”.
Respecto al segundo problema, Frost dice que a diferencia de la mayoría de la gente que tiene la capacidad de ordenar los objetos por categorías, los acumuladores “tienden a organizar su mundo de forma visual y espacial (…), es una manera muy distinta de procesar la información que el resto de nosotros”.
Por ejemplo, explica Lóyzaga, como atesoradores, “si vemos una imagen de alguna recámara o de una sala, se convierten en montones de objetos de diversos tipos, podemos ver mezclados instrumentos de cocina, sartenes, con ropa, con libros en pilas, entonces aquí hay un problema importante en la forma de categorizar y ordenar los objetos”, dice.
Otro problema, que Frost menciona como déficit cognitivo, es la dificultad para tomar decisiones, pues antes de hacerlo y de llegar a una conclusión, tienden a hacer una extensa descripción a detalle de lo que ven en un objeto.
Por ejemplo, explica, “si veo la tapa de una botella, lo único con lo que la voy a asociar es con una pieza de basura (…)”, pero en el caso de alguien que tenga un problema de acumulación excesiva, verá el mismo objeto “(…) y pensará sobre su forma, su color y su textura, y cuáles serían sus distintos usos (…)”, dice.
El síndrome en TV
Hoy existen programas que presentan casos reales de atesoramiento patológico. Pero aunque contribuyen a crear conciencia del problema, los especialistas coinciden en que algunos casos llegan a ser mal manejados.
La Dra. Lóyzaga recomienda ver estos programas, pero “desde un punto de vista crítico, sobre todo tomando en cuenta la parte del tratamiento”, dice.
Esto, ya que considera que las técnicas de las que se valen los especialistas para trabajar con los pacientes son “muy abruptas”.
De hecho, aclara, “la única indicación para tirar algún objeto inmediatamente, es que sea un objeto que ponga en peligro la salud o la integridad del paciente o su familia (…)”.
“Lo demás lleva un proceso de psicoeducación”, prosigue Lóyzaga, “que sepan de qué se está hablando, cuál es el problema, cómo son las causas, cómo lo manejamos y diferentes técnicas de terapia cognitivo-conductual (…)”.
Y, finalmente, una vez que se ha tomado conciencia del problema, “lo que se hace es la exposición, que significa empezar a tirar objetos, empezar a realizar aquella actividad temida, y eso es un proceso paulatino (…)”, apunta la especialista.
Más que un cúmulo de objetos
El acopio disfuncional también se da con animales y es conocido como “animal hoarding”, en inglés.
El Síndrome de Acumulación Excesiva es, a decir de la Dra. Lóyzaga, “un fenómeno clínicamente amplio”, que ha recibido tal nombre, dice, porque “(…) estamos evaluando todas las posibilidades de acumulación excesiva (…)”.
Por ejemplo, Lóyzaga habla del Síndrome de Diógenes, que no es un síndrome distinto al de Acumulación Excesiva, sino que es un “tipo” de, o mejor dicho, una “variante de un fenómeno de la acumulación”.
El Síndrome de Diógenes, señala la especialista, “(…) se presenta en los pacientes con deterioro cognitivo, y se caracteriza por la acumulación de objetos totalmente inservibles e incluso basura, incluso alimentos en descomposición (…)”.
El nombre de este síndrome es el que se ha dado para “(…) llamar a este tipo de problemas (que ocurren principalmente) en los pacientes de la tercera edad”.
Pero el Síndrome de Acumulación Excesiva no solo se traduce en un acopio disfuncional de objetos, también de animales, o “animal hoarding”, como se le conoce en inglés.
A pesar de que es un fenómeno que el doctor Frost considera que se presenta con menos frecuencia que el de la acumulación de objetos, cuando se da el caso “(…) tiende a ser muy extremo (…)”.
En algunos casos, comenta, la gente que acumula animales ve este acto como “(…) su misión en la vida, piensan que están rescatando a los animales de algo, y junto con ello está la creencia irracional que son más capaces de cuidarlos mejor que un veterinario”.
Y en realidad los acumuladores no se percatan del sufrimiento de los animales, por lo que “(…) pueden estar en un cuarto con animales muertos y moribundos, y niegan el hecho de que estos están sufriendo o se están muriendo”, apunta Frost.
El especialista comenta que los acumuladores de animales no reconocen que esto es un problema, y una vez que son identificados, por lo general tienen conflictos con la autoridad y están reacios a hablar con algún investigador. Por ello, dice Frost, los casos de acumulación de animales son más complicados de estudiar.
En el caso de quienes acumulan objetos, Lóyzaga afirma que los atesoradores “(…) nunca lo ven como una conducta absurda, tienen una explicación de por qué guardan (las cosas)”.
Aunque a nivel abstracto, explica Frost, los atesoradores pueden reconocer que tienen un problema, o cuando están fuera de casa, por ejemplo, conversando con un especialista sobre el mismo problema.
Pero una vez que “tocan base” en su “hábitat”, es decir, cuando llega la hora de estar rodeados de sus “tesoros”, “(…) les resulta difícil soltar un objeto, se les dificulta reconocer que el hecho de guardar ese objeto, contribuye a mantener el problema”, explica el especialista.
Lóyzaga retoma el caso del paciente que duerme en posición fetal quien, dice, su problema de atesoramiento lo llevó al divorcio, a tener conflictos con los vecinos y, además, repercutió en su economía “(…) por la cantidad de objetos que compra para seguir acumulando, y aún así no ve la gravedad del problema”, asegura.
El ‘respiro’ de todos
Sin duda el llamado Síndrome de Acumulación Excesiva es un problema de atesoramiento complejo. No solo afecta la calidad de vida de quien lo padece al grado incluso de terminar en tragedia –ver el caso clásico de los hermanos Coyller-, sino de la gente que está a su alrededor.
Esto, sumado a la falta de reconocimiento o conciencia del atesorador sobre su conducta, lo hace resistirse al desapego, pues como comenta Lóyzaga, “no pueden permitir que nadie toque sus objetos, y mucho menos que se les tire, porque justamente le asignan (al objeto) este valor de que es un tesoro”.
Sin embargo, no todo está perdido. La especialista señala que existe un tratamiento farmacológico que, al combinarse con una terapia cognitivo-conductual, contribuye a controlar el padecimiento y a mejorar el funcionamiento del paciente.
Eso sí, advierte, “es un tratamiento complejo que requiere de la participación de la familia o de los cohabitantes, y de un trabajo arduo, primero de toma de conciencia de la enfermedad, y después de los procesos de la terapia cognitiva (…).”
Y aclara: “aunque nunca se quita del todo, digamos que no pueden bajar la guardia”, pues es un padecimiento crónico, explica, “como la mayoría de los padecimientos psiquiátricos”.
Pero, de nuevo, existe un tratamiento para controlar el problema, uno que, según la experiencia del doctor Frost con pacientes atesoradores, contribuye a una mejora importante de aproximadamente 60 a 70 por ciento de los casos.
Todo esto, además, sirve de evidencia para dejar a un lado los mitos que los especialistas señalan como los más comunes entre quienes son ajenos al Síndrome de Acumulación Excesiva: no es una conducta de negligencia o una consecuencia de privación material a temprana edad, tampoco es una cuestión de falta de higiene, ni de holgazanería.
‘Estrella’ de la tele
A&E TV Hoarders
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TLC Buried Live
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The Hoarder Next Door
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