Adriana Paz es la primera mexicana en recibir el premio a mejor actuación femenina en Cannes por su interpretación en “Emilia Pérez”. Foto: Especial

La cinta Arillo de hombre muerto aborda el tema de los desaparecidos en México y la indiferencia de la sociedad

La cinta, dirigida por Alejandro Gerber Bicecci, sigue a Dalia, una mujer cuya vida se desmorona tras la desaparición de su esposo en Ciudad de México

La cinta Arillo de hombre muerto explora el proceso emocional y social que enfrenta una mujer en busca de su esposo desaparecido. Dalia, una trabajadora del Metro, ve cómo su vida se desmorona mientras la realidad cotidiana continúa sin tregua.

Este es el tercer largometraje del director Alejandro Gerber Bicecci, protagonizado por Noé Hernández, Gina Moret, Gabo Anguiano y Adriana Paz, quien da vida a Dalia, una mujer que, a decir de la propia actriz, se enfrenta a la indolencia y la revictimización tras la desaparición de su marido.

“A veces pensamos, ‘otra vez los desaparecidos‘, pero sales a la calle y ves montones de hojitas de personas desaparecidas. Para mí, estos temas son importantes, porque se han vuelto nuestro pan de cada día. Ya no es solo el caso de un niño perdido en un pueblito; ahora, vamos en el Metro o caminamos por la calle y encontramos indiferencia.

“Me interesaba también hablar de quienes se quedan, los que no desaparecen, pero también sufren. Es algo que escuchamos todo el tiempo, pero ¿qué significa ser familiar de un desaparecido? Eso es lo que el cine puede mostrar, y es el tipo de cine que me gusta”, contó Paz.

Arillo de hombre muerto nació del deseo del director Alejandro Gerber Bicecci de abordar una cotidianidad marcada por la tragedia. La historia se centra en Dalia, quien, en un punto de la película, se convierte en el rostro de una campaña de una ONG.

El director explicó que la indolencia generalizada que se vive en el país desde hace 15 años, frente a la escalada de violencia, radica en la incapacidad de empatizar con los demás. Esta falta de empatía ha creado pequeños guetos morales que nos impiden comprender y solidarizarnos con el dolor ajeno.

“Gran parte del problema de la indolencia generalizada que se vive en este país ante la escala de violencia tiene que ver con nuestra absoluta incapacidad de ponernos en los zapatos del otro.

“El tema de los desaparecidos es un continuum que tiene 100 años ocurriendo en América Latina: lo curioso es pensar  que no tenemos vinculación con el tema de los desaparecidos cuando es un tema actoral en la Historia sociopolítica de nuestro continente y no entender eso, o no ponerse en ese lugar me parece que es parte del problema”, expresa.

Arillo de hombre muerto está previsto para estrenarse comercialmente a principios de 2025

Un problema en toda América Latina

En Arillo de hombre muerto, el director captura la desesperación y la lucha de quienes buscan a sus seres queridos desaparecidos, ofreciendo una mirada profunda y crítica sobre un problema que ha marcado la historia de América Latina.

Pero también de todas las situaciones en las que se pueden relacionar, en este caso, Dalia toma decisiones desesperadas en su lucha por mantenerse fuerte para su familia mientras lidia con la desaparición de su esposo.

“Dalia intenta aguantar y ser la madre fuerte, pero llega un momento en que está rebasada. Las relaciones sexuales en la película reflejan esa necesidad de validar su existencia y desahogarse. Aunque al principio esta escena no estaba así en el guión, le sugerí a Alejandro que era importante mostrar la transición emocional de Dalia más allá del acto sexual en sí”, agrega Paz sobre esta cinta que se presentó durante la 39 edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).

La actriz destaca que, a través de la cámara, el director Alejandro Gerber Bicecci logró capturar la profundidad de las emociones de Dalia. Es en ese momento de vulnerabilidad, donde no solo se desnuda físicamente, sino también emocionalmente, que Dalia puede expresar que ya no puede más.

“Hay una explotación del dolor que genera beneficios directos para quienes hacemos documentales, y esto presenta un conflicto ético significativo. Tiene muchas aristas, incluyendo el extractivismo del dolor y la noción de los documentalistas como salvadores. Sin embargo, también es innegable que ponerle rostro al dolor puede generar cierto grado de concientización“, concluye el director.

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