Cine: Luis Buñuel, machismo surrealista más allá de la pantalla grande

Luis Buñuel es recordado por ser uno de los creadores más destacados en la historia del cine, pero en casa era conocido por ser un esposo controlador, celoso, de mal genio y machista
Roberto Trejo Roberto Trejo Publicado el
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El cineasta Luis Buñuel era un hombre machista y misógino, así lo confirmó él mismo en sus memorias y su esposa, Jeanne Rucar, hizo lo propio en las suyas. Las cuales muestran al español como un sujeto compulsivo, celoso y controlador; en pocas palabras, un perfecto macho.

Buñuel describió en Mi último suspiro, su libro de memorias, que para ganarse a Rucar y a dos de sus amigas, él le planteó seriamente a dos de sus compañeros utilizar un “afrodisíaco potentísimo”, el clorhidrato de yohimbina, el cual era capaz de vencer la más “terca resistencia”.

“Inmediatamente, se me ocurrió una idea maquiavélica (…) Yo creía sinceramente en la viabilidad del plan. Pero Hernando Viñes me respondió que él era católico y que nunca tomaría parte en una canallada semejante”, narró Buñuel, quien tras los reclamos de su amigo no ejecutó el plan.

A partir de allí, Buñuel comenzó a frecuentar a Rucar con quien inició una relación sentimental, en la que la joven francesa aceptó renunciar a todo por órdenes del cineasta, quien le prohibió seguir en la gimnasia y el baile, así como en las clases de piano y arte.

Antes de conocer a Buñuel, Rucar era una destacada gimnasta francesa, incluso llegó a ganar una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París 1924, pero años después quedó reducida a una mujer sumisa, obediente y dedicada plenamente a las labores del hogar.

Él pidió que dejara el baile. “No es decente Jeanne, se te ven las piernas, me desagrada que mi novia se exhiba”, narró Rucar sus memorias. Además el español le prohibió seguir tocando el piano. “Para tocar como tocas… sería mejor no hacerlo”, le dijo y ella abandonó el instrumento.

Cuando Buñuel filmó su primer cinta, El Perro Andaluz, la obra que lo llevó a la inmortalidad cinematográfica, Rucar se convirtió en su asistente, pero él era tan celoso que la encerraba en un camerino para que los actores no coquetearan con ella, según narró la mujer francesa.

El episodio del piano

Tras una mala recepción en los Estados Unidos, Buñuel se mudó a México, donde filmó la mayoría de su trabajos. Una de esas cintas fue Él, protagonizada por Arturo de Córdova y Delia Garcés. La película presenta a Francisco, un hombre celoso y paranoico que hace imposible la vida a su mujer.

Esta cinta se volvió una especie de monografía del estereotipo del hombre posesivo y controlador, a tal grado que el psicoanalista y amigo de Buñuel, Jacques Lacan, la exponía a sus alumnos en clase para ejemplificar la paranoia.

“Quizás es la película dónde más me he puesto yo, hay algo de mí en el protagonista”, fueron las palabras de Buñuel sobre la cinta que muestra escenas tan fuertes como el intento de Francisco de coserle los genitales a Gloria, su esposa, para asegurar su fidelidad.

El golpe más duro que dio Buñuel a Rucar fue, precisamente, el que da nombre a la autobiografía de la mujer francesa, Memorias de una mujer sin piano; pues el español cambió, sin ningún miramiento, el piano de la casa donde vivían por tres botellas de champán.

“Jeannette Alcoriza me regaló un piano que colocamos en el vestíbulo (…) Todos los días me sentaba a tocar, la música subía por el vestíbulo y llenaba la casa. Meses después, durante una cena, ya en la madrugada y con bastantes copas encima, la hija de los Mantecón propuso a Luis: ‘Te cambio el piano por tres botellas de champán'. Me reí ante la incongruencia de la propuesta pero Luis contestó: ‘hecho’. Cerraron el trato con un apretón de manos”, escribió Rucar.

La mujer pensó en un inicio que se trataba de una broma, pero a la mañana siguiente sonó el timbre de la casa que tenía la pareja en México, detrás de la puerta estaba Cotito con un camión de mudanza y las tres botellas de Champán; horas después, el vestíbulo estaba vacío y la casa en completo silencio.

“No quise ver cómo se llevaba mi piano. Me puse furiosa por no atreverme a decir: ‘Este piano es mío y no sale de aquí’. Por supuesto guardé silencio. A Luis le remordió la conciencia. Poco después me compró una máquina de coser y me dio dinero para comprar telas. También me regaló un acordeón alemán, muy fino, que aún conservo”, agrega la francesa sobre aquel episodio.

Mientras Buñuel gozaba las mieles del éxito por la manera en que irrumpió en la cinematografía internacional, Rucar se dedicó por completo al hogar y a la atención de los dos hijos que tuvo con el cineasta, aunque realmente nunca tuvo el control de las decisiones en el hogar.

“Luis fue un macho celoso, su mujer debía ser una especie de niña-mujer sin madurar. Nunca me habló de sus proyectos, sueños o guiones, de cómo manejar el dinero, de política, de religión. No tuvimos ni ideas, ni responsabilidades compartidas. El decidía todo: dónde vivir, las horas de comer, nuestras salidas, la educación de los hijos, mis aficiones y mis amistades”, escribió Rucar.

A pesar de todo esto, la francesa nunca intentó separarse de Buñuel, aún en sus memorias le profesó un amor inconmensurable, lo calificó de “protector”, “tierno” y “amoroso”, además señaló que aunque hubo momentos malos en la relación, la mayoría fue felicidad.

“A veces me pregunto, si volviera a nacer, ¿me casaría de nuevo? A lo mejor no, para vivir una vida mía, con mis gustos y mis aficiones. Pero no sé, con Luis me la pasé divinamente. Al sacar un balance de nuestra larga vida juntos, veo que la mayor parte del tiempo fuimos felices, tuvimos alegría”, escribió Rucar.

Buñuel falleció el 29 de julio de 1983 y Rucar lo siguió once años después, el 4 de noviembre de 1994.

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