Todas las personas tienen cosquillas, por más que lo nieguen, por más que lo oculten, esto es una verdad absoluta.
Y para aquellos que lo nieguen basta con que hagan una búsqueda rápida en YouTube de “Competitive Endurance Tickling” (Resistencia competitiva de cosquillas, en español) para que descubran su peor pesadilla.
Hombres son atados bajo su propia voluntad de manera horizontal, algunos previamente se declaran cosquilludos desde el inicio, otros dicen ser detractores de la risa, pero ante la sumisión todos, absolutamente todos, se quiebran en carcajadas.
Cuando el reportero neozelandés David Farrier descubre en 2014 a Jane O’Brien Media, los organizadores de estas competencias en Facebook quisieron entrevistarlos para saber más sobre el objetivo deportivo de estos concursos, ya que miles de dólares en efectivo son ofrecidos para aparecer a cuadro en estos videos, además de que la compañía estadounidense ofrece un viaje todo pagado a Los Ángeles para salir a cuadro.
Pero Farrier recibió la negativa que además le atacó de manera directa por sus preferencias sexuales.
“Para ser brutalmente francos, tener asociación con periodistas homosexuales no es algo que aceptemos. Definitivamente no buscamos una base de participantes homosexuales que apliquen para este proyecto. Mi preocupación es su estilo periodístico, reputación y sus fanáticos en su propio país”, le respondieron vía Facebook al hombre de 34 años.
La inquietud llenó a Farrier y siguió adelante en pro de la búsqueda de la verdad. Lo que empezó como un reportaje derivó en un documental al que invitó a su amigo Dylan Reeve y que ambos dirigieron mientras seguían investigando.
Los realizadores recibieron negativas y amenazas de no acercarse más, hasta que llegó una demanda.
Así comienza el documental “Tickled”, que descubre una red de acosadores que están dispuestos a desacreditar a las personas que participaron en estos videos de cosquillas cuando piden que se retiren de Internet.
“¡Estábamos tan sorprendidos como cualquiera acerca de cómo la historia seguía y tomaba giros y vueltas!” responde Farrier a Reporte Indigo de haber hecho el documental y lo que siguió después de eso.
Detrás de Jane O’Brien Media
El camino de los documentalistas era seguir las huellas de esta empresa estadounidense, por lo que escarbaron a fondo para dar con otras personas que realizaran videos de cosquillas en Estados Unidos.
Eventualmente se arrojó un nombre, una mujer llamada Terri DiSisto, que en los 90 reclutaba gente para los primeros videos de personas haciéndose cosquillas, que además de distribuía en la Web.
DiSisto, quien se apodaba a sí misma Terri Tickle (Terri Cosquillas, en español) decía que los videos que se grababan solo eran audiciones, no advertía a los participantes que se subían a Internet y cuando las personas a cuadro pedían que se bajaran, la mujer amenazaba y propagaba más su mediatización.
Cuando uno de los acosados intentó razonar con ella, solo siguieron los ataques, hasta que una persona anónima le filtró unos documentos en los que se exponía la verdadera identidad de la fémina.
David D’Amato fue un troll cibernético que de 1996 a 1999 se escondió bajo el pseudónimo Terri DiSisto, el mismo que usaba Terri Tickle. El hombre de 39 años fue declarado culpable por delitos federales de fraude cibernético y acoso. Pero solo pasó seis meses en prisión.
La mafia de las cosquillas
Después de salir de la cárcel, D’Amato continuó con los videos de cosquillas bajo un nuevo perfil, la compañía Jane O’Brien Media, pero él no estuvo nunca ligado a la misma de manera directa, tenía prestanombres que le cumplían estos fetiches.
El padre de D’Amato fue parte de una firma legal neoyorquina D’Amato & Lynch, LLP y los directores del documental lograron encontrar que un fideicomiso de su progenitor le otorgaba millones de dólares para el resto de su vida, así es como lograba financiar sin límite las competencias de cosquillas.
A los 55 años de edad, después del estreno del documental en Sundance, la polémica alzada contra su nombre y la duda de cómo es que logró salir tan rápido de las manos de la ley, el 13 de marzo de este año David D’Amato murió en Nueva York.
Pero a Jane O’Brien Media sigue operando tras su deceso, lo cual levantó especulación en Internet y alzó la pregunta: ¿realmente falleció D’Amato o fabricó su propia muerte?
Libre prensa en problemas
Vía correo electrónico, Farrier se abstuvo de hacer grandes comentarios, porque por un lado se encuentra ocupado filmando su nuevo documental y por otro tiene las demandas pendientes de D’Amato.
Sin embargo, sí se atrevió a hablar de cómo la libertad de prensa peligra en la era moderna.
“En cuanto a la libertad de prensa, es un gran problema en el mundo hoy en día. Una de las principales razones de porqué necesitamos periodismo y reporteros es para sostener a los poderosos y que rindan cuentas. En el caso de esta película, estábamos tratando con una compañía con mucho dinero y abogados. Encontramos que hacer un filme era la mejor manera de contar la historia y mientras fue un reto enorme, pienso que fue el acercamiento correcto”, dijo.
Y la historia continúa
“T ickled” resulta solo un capítulo en el entramado de cómo D’Amato fue un hombre polémico, por eso es que después de que se estrenó el documental y de que siguieran los acosos legales, él mismo se presentó en una función en Los Ángeles para enfrentar tanto a Farrier como a Reeve, pero ellos continuaron la crónica en un cortometraje documental.
“The tickle king” dura 21 minutos y se puede ver de manera gratuita en YouTube, donde se muestra cómo D’Amato no se siente intimidado y aborda junto con su equipo legal a Reeve durante una proyección.
Después de este video, los directores lanzaron una extensión de los sucesos en el portal neozelandés The Spinoff, que cuenta los pormenores de la muerte de D’Amato.
Lo que causa furor es que Jane O’Brien Media sigue funcionando ahora administrado por Louis Peluso, quien recibía pagos por hasta 75 mil dólares –de parte de D’Amato– para hacer los videos de las cosquillas, según el sitio web mencionado.
D’Amato insistió hasta el fin de sus días que él nunca estuvo ligado a Jane O’Brien Media. Las demandas contra los creadores del documental siguen en curso.