Hoy en día sobran las muestras de que las y los animales viven con emociones parecidas a las de la humanidad. Una evidencia más la brindó Vanilla, una chimpancé que vivió parte de su vida en un laboratorio experimental de Nueva York, Estados Unidos, para luego conmoverse al ver el cielo por primera vez.
Durante sus primeros dos años de vida, Vanilla sólo tenía para vivir una jaula con un metro y medio cuadrado. Luego fue trasladada a un refugio de California, pero ahí tampoco vio el cielo.
Vanilla the chimpanzee — a 29-year-old survivor of New York’s infamous Laboratory for Experimental Medicine and Surgery in Primates (LEMSIP) — saw the open sky after arriving at the Save the Chimps sanctuary in Fort Pierce, Florida.
Vanilla had never been outside of a… pic.twitter.com/yezhCvFphP
— E. Spencer Green (@ESpencerGreen) June 27, 2023
En ese tiempo, la chimpancé vivió en condiciones deplorables y sumamente restrictivas. Por fortuna, su suerte cambió cuando fue rescatada por Save The Chimps, un santuario de animales.
El conmovedor momento en el que Vanilla conoció el Sol
En el recinto de la organización mide aproximadamente 60 hectáreas en las que viven 225 chimpancés, que como Vanilla, han sido rescatados de diferentes lugares.
En este contexto, la organización compartió en redes sociales un conmovedor video en el que se capturó la reacción de la primate al sentir los rayos del sol por primera vez en su vida.
“Mira como Vanilla está asombrada por ver el vasto cielo abierto por primera vez”, describió la organización en una publicación de Instagram. En dicho clip, con una duración de poco más de un minuto, se ve a un macho salir con normalidad de su habitación. Detrás está ella, que se toma un poco más de tiempo.
Una vez que se aventuró a salir, la chimpancé alzó su mirada para apreciar el cielo en todo su esplendor. En una muestra de empatía y capacidad de sentir y expresar emociones, el conmovido animal esbozó una sonrisa sin apartar la vista.
Poco después se observa a sus nuevos compañeros llamar su atención. Pero Vanilla no quería apartar la vista del cielo y continuó contemplativa para poder admirar algo que nunca había visto en casi 30 años de vida.