Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, un viaje psicodélico a los Andes
El festival Ruido Solar en los Andes convoca a artistas y melómanos en un escenario que forma parte de la novela de Mónica Ojeda, donde la música, el deseo y la muerte se entrelazan
Karina CoronaAl pie del volcanes de los Andes, el festival Ruido Solar, convoca durante siete días y ocho noches, a poetas, músicos, bailarines, melómanos, pintores, performers y aquellos dispuestos a sumergirse por el “sonido chamánico, post-andino de retrofuturismo thrash ancestral”. Esta quinta edición, celebrada en Guayaquil, Ecuador, fue el escenario donde se cruzan los destinos Nicole y Noa, las protagonistas de la novela Chamanes eléctricos en la fiesta del sol (Penguin Random House), de Mónica Ojeda.
En medio del trance psicodélico, la narrativa de la obra teje un contexto de fiesta y liberación, en un escenario marcado por desapariciones, muerte y la furia del volcán Sangay.
“Es una novela que trabaja sobre el deseo que tienen las personas jóvenes por encontrar un refugio en un contexto hostil. Pero también lo que busca un cuerpo joven, es decir, la intensidad, la posibilidad de vivir a lo grande, sin temer por la propia vida. Es un reclamo a la vida, por los espacios en donde te puedas expandir y hacer una imaginación del mañana”, cuenta Ojeda a Reporte Índigo.
“Chamanes eléctricos en la fiesta del sol”, la nueva novela de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, es una pieza de futurismo andino en la que se van trenzando la música, el horror, los volcanes andinos y la opresión estatal. En “Sci-fi andina”, Pablo Concha reseña el libro 📑,… pic.twitter.com/OArkmcOYzo
— El Malpensante (@malpensante) March 28, 2024
Mientras escribía, la autora recurrió a diversos filósofos como Friedrich Nietzsche. Por ejemplo, en su primera línea, la autora advierte que “el oído es el órgano del miedo” para iniciar así las vivencias de las protagonistas, quienes durante el festival Ruido Solar conocen a otros jóvenes como Pamela, Nicole, Pedro y Mario. También recurrió a la obra de Pascal Quignard, quien dice en su libro Butes ‘allá donde el pensamiento teme ir, la música piensa’.
“El viaje chamánico es introspectivo, de muerte y de resurrección, tiene que ver con la catarsis también, que es a la que te somete la música. Una canción es como si salieras de ti mismo, pero luego te hace retornar a todas tus emociones biográficas.
“Abandonarse a la música significa como cuando te acuestas con alguien, para poder gozar de verdad tienes que abandonarte, tienes que estar expuesto a otro cuerpo. Lo mismo ocurre en el sentido musical”, agrega la autora de Nefando (2016).
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Estos personajes que se van a la montaña a experimentar con música y deciden no regresar a las ciudades, son personajes espantados por la violencia, pero que se niegan a estar escondidos, paralizados en una ciudad en donde no pueden utilizar el espacio público.
“Deciden moverse a un territorio en donde sienten que tienen más agencia de sus cuerpos y de sus vidas. Los perdidos son personas que se alejaron de la sociedad para crear una nueva posibilidad de vida. Igual y los personajes no lo están palabrando a modo político; sin embargo, todo lo que están haciendo tiene una fuerza política de estar reclamando la vida encima de la muerte”, especifica.
La herida del abandono
El libro cuenta con una segunda parte donde se conoce a Ernesto, el padre de Noa, quien la abandonó cuando esta era una niña. A través de este personaje, la autora examina las heridas emocionales que pueden llevar a tal abandono, así como la relación entre padres e hijos.
“Él decidió abandonar a su hija, no hay mucho remordimiento en él, porque dice que no es capaz de amar. Noa va en busca de su padre, y lo que más le duele del abandono es que él la haya querido poco. Teme un amor débil, por eso termina en toda esta especie de delirio del festival. Se transforma, porque es un personaje que está pasando por una crisis espiritual y psicológica”, opina Ojeda.
La autora reafirma que “todos los traumas de los padres son dolores que se heredan”. Para ella, existe una especie de carga heredada, la cual, es casi imposible no soltar. A través de los personajes, Ojeda explora temas de pérdida, refugio emocional y la naturaleza efímera del amor y la conexión humana.
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Sugiere que la novela examina la búsqueda de refugio y conexión en un mundo lleno de dolor y abandono, mientras reflexiona sobre la paradoja de querer vivir intensamente, pero temer la vulnerabilidad que conlleva.
“El amor viene también con preocuparse y herirse por el otro también. Ernesto es un hombre que abandona a su hija; por supuesto, genera una especie de rechazo automático, pero es muy complejo. Los personajes se conectan unos con otros. Porque a veces son la realidad invertida del otro.
“Pam dice ‘no ames lo inconstante, ama lo eterno. Parece un reclamo infantil, pero no es tan vacío. Es el origen de toda la historia de la literatura en la humanidad. Tiene que ver con tratar de hacer cantos a lo inmortal, tenemos una especie de deseo por lo inmortal, porque nos da miedo perecer”, concluye.
Sobre la autora
Mónica Ojeda (Ecuador, 1988) es autora de las novelas La desfiguración Silva (Premio Alba Narrativa, 2014), Nefando (2016) y Mandíbula (2018), de los poemarios El ciclo de las piedras (2015) e Historia de la leche (2020) y del volumen de relatos Las voladoras (2020).
Ha sido seleccionada como una de las voces literarias más relevantes de Latinoamérica por el Hay Festival –en la lista Bogotá39-2017— y premiada con el Next Generation Prize 2019 del Prince Claus Fund por su trayectoria literaria.