Los instrumentos ya están listos en el atrio del Templo del Señor Santiago Apóstol, en el barrio antiguo de Marfil, Guanajuato. Los integrantes del Ensamble Constantinople toman sus lugares, ajustan cuerdas y revisan cada nota antes de comenzar.
La tarde cae y el público se acomoda, esperando algo más que un concierto. Los murmullos se apagan cuando la voz de Ghalia Benali atraviesa el silencio, poderosa y misteriosa, llega desde la parte trasera.
No hay nadie que no vuelva la vista. Entra por el pasillo central, su voz reverbera en los muros de este templo barroco y envuelve el espacio con versos que, aunque muchos no entienden, parece que todos comprenden.
La obra que interpretan proviene de la poesía del místico persa Djalaleddine Rumi, un poeta sufí del siglo XIII cuyos versos invitan a la contemplación, a la búsqueda del amor divino. Ghalia Benali canta en árabe, y en sus gestos, en cada giro de sus manos, hay una pasión que parece hechizar a la audiencia y llevarla a un trance de sonidos y emociones.
Kiya Tabassian, director artístico y voz del Ensamble Constantinople, agradece a los asistentes en inglés, consciente de que el idioma no es barrera: “Qué bonito país y qué bonita ciudad”, comenta con una sinceridad que conecta con todos.
Tabassian, con setar en mano, se une a Benali en la voz, y juntos susurran y entonan las enseñanzas de Rumi, quien con más de 100 mil versos dejó una obra que, siglos después, sigue provocando al mundo.
La escena es notable: en este templo católico se honra la voz de un poeta musulmán. Es una paradoja que sólo el Cervantino podría crear, un encuentro de espiritualidades que difuminan fronteras y nos recuerdan la universalidad de la fe y la búsqueda de lo sagrado.
El Ensamble Constantinople y Ghalia Benali presentan “Tras los pasos de Rumi” en el Templo del Señor Santiago Apóstol en Marfil, como parte de la programación del @cervantino
Video: @pepe_espindola pic.twitter.com/WtWMnqViAH— Reporte Índigo (@Reporte_Indigo) October 26, 2024
Todos siguen los pasos de Rumi en el Cervantino
El nombre de este concierto, “Tras los pasos de Rumi”, evoca un viaje espiritual que, a juzgar por las reacciones, ha llegado al alma de cada espectador.
En el aire, los acordes del setar, el oud y el kanun se funden en armonías que retumban en los muros amarillos del templo y alcanzan rincones ocultos, en los que el sonido pareciera abrir portales hacia un entendimiento más profundo.
La música no cesa y Ghalia la vive. Se mueve al ritmo, sus manos dibujan en el aire las melodías que ella misma entona. Viste de verde y amarillo, y cuando se levanta a bailar, su vestido sigue el compás en una danza que sella la magia de la noche.
Algunos espectadores cierran los ojos, pero no es cansancio. Están dejándose llevar por un mensaje que no necesita traducción, la espiritualidad de él permite que los versos de Rumi los toquen.
Kiya Tabassian menciona que sumergirse en la poesía de este místico es una puerta a un pensamiento más profundo, una guía para elevar el espíritu, como la luz que hace crecer a las plantas.
Y así, en este espacio sagrado, se crea un universo sonoro en el que Rumi y los músicos se encuentran en la memoria viva de los asistentes. Los aplausos llegan como olas al final de cada pieza, y Ghalia se despide agradecida. El público se levanta, ovaciona al Ensamble Constantinople y a esta mujer que, con su voz y presencia, ahora es parte de la historia de la “Fiesta del Espíritu”.
Con el último aplauso, el templo vuelve al silencio, pero algo se queda suspendido en el aire, como si la esencia de Rumi y sus versos se resistiera a abandonar el lugar.