La cuarta parte de toda la vida marina depende de los arrecifes de coral, principalmente, para obtener refugio y alimento, pues se trata de uno de los ecosistemas más diversos y biológicamente más complejos del mundo; además, provee alimentos, protección costera e ingresos al turismo y la pesca.
Sin embargo, después de los huracanes que abatieron en 2020 las costas del Caribe, impactando a Puerto Morelos, en Quintana Roo, y la detección del Síndrome Blanco desde 2018, en el Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos, Ana Lilia Molina Hernández, Melisa Soto, Sandra Mendoza Quiroz, Alba González-Posada Martínez Franco, Nuria Estrada Saldivar y Esmeralda Pérez Cervantes se unieron para conformar Centinelas del Arrecife, brigada comunitaria que se encarga de ubicar, proteger y preservar los arrecifes coralinos.
Gracias al apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP) y del Programa para la Protección y Restauración de Ecosistemas, las Centinelas han podido dar seguimiento y vigilancia al Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos. En cada uno de estos arrecifes examinan un área aproximada de 100 m2.
Una salida normal de las Centinelas consiste en llegar al muelle desde las 8:00 hasta, aproximadamente, las 14:00 horas. Su monitoreo abarca todo el Parque, donde recorren cuatro arrecifes, desde La Bocana, Tanchacté Norte, Bonanza y la zona de protección dedicada al buceo científico Limones.
A pesar de que todas están preparadas para realizar cualquier actividad, cada una cuenta con una especialidad. Sandra es hábil para dar seguimiento a las colonias de corales que registran con GPS; Nuria, Esmeralda y Alba se encargan de enfermedades en los corales y de los organismos fijos al fondo, el bentos, la cobertura de corales y algas y, por último, Melina y Ana se enfocan más en los peces.
Durante el seguimiento específico de los corales en los arrecifes de la zona de estudio, ellas monitorean la supervivencia y el avance de la enfermedad o, incluso, su muerte. Después de casi dos años cuentan que estas colonias pasan por diferentes etapas a causa del Síndrome Blanco, una vez que las infecta puede ser intermitente o estar inactivo, pero llega un momento en el que resurge.
Sin embargo, hubo otros eventos como el blanqueamiento o la infección de otras enfermedades que atacan al mismo tiempo, que ponen más en riesgo a los arrecifes.
Nuria cuenta que la enfermedad empezó en Florida, Estados Unidos, en 2014, no obstante, hasta la fecha, no se sabe cuál fue la causa. “Es difícil identificar los patógenos de enfermedades marinas, pero todo apunta a que pueden ser bacterias relacionadas indirectamente con algunas actividades humanas, al equipo de buceo o a la mala calidad de agua”, agrega.
Arrecifes en riesgo
Una de las principales especies en el Caribe es el cuerno de alce, que se encuentran principalmente en las crestas de los arrecifes, pero su población ha sido diezmada desde hace algunas décadas por enfermedades de corales, la calidad de agua y por la baja tasa de asentamiento de los nuevos reclutas.
Toda la disminución de la población pone en riesgo varios recursos, pues estas especies forman la barrera del arrecife y brindan protección ante huracanes y tormentas, por lo que la pérdida de esta especie pone en peligro, no sólo la protección de las costas, sino también a muchos organismos que viven dentro de este arrecife e, incluso, de especies de importancia comercial como peces, langostas y caracoles.
“El coral Pilar, Laberinto y Cerebro, fueron de los más afectados con esta enfermedad, es muy raro ver colonias vivas o sanas cerca de la costa, pero existe un lugar, Banco Chinchorro, que está al sur de Quintana Roo y ahí se han observado que las colonias siguen sanas; entonces, no se explican si por las corrientes o porque es un lugar no tan visitado porque es un área protegida es que ahí no ha llegado la enfermedad”, comenta Nuria.
De acuerdo con las Centinelas, se requieren más investigaciones, aunque también presupuesto. La Conagua les brinda financiación para poder operar durante 6 meses, pero para resolver otras cuestiones más difíciles se necesita seguir apoyando a la ciencia.
Para las brigadistas el desarrollo desmedido que tiene la costa de Quinta Roo y la construcción de hoteles están afectando gravemente al arrecife, a las dunas y a los manglares, pues no hay una buena planta de tratamiento para las aguas residuales y, al menos, en Puerto Morelos, hasta hace apenas algunos años, obtuvieron un drenaje del lado de la playa.
“Estamos en una zona que colinda con el Caribe mexicano, donde están todos los cuerpos de agua, los ríos y las lagunas, básicamente todos los desechos que tiramos pasan al drenaje y, tarde o temprano, llegan al arrecife; entonces, nosotras también buscamos que se promuevan la reducción de desechos, se reciclen y reutilicen, porque no sólo están afectando los arrecifes, sino también a las lagunas costeras”, explica Sandra.
Un problema es que la gente no conoce los arrecifes, por eso los guardaparques de la CONANP organizan tours de buceo, como una de las actividades en el aniversario al del Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos, para que las personas conozcan y se maravillen con la naturaleza marina y así generen conciencia y entiendan que con pequeñas acciones, como medir el consumo de desechos, se puede hacer una gran diferencia.
“El arrecife no está en buen estado, pero hay diferentes proyectos y otras brigadas del Consejo Nacional del Medio Ambiente, de la UNAM o el Instituto Nacional de Pesca, que estamos trabajando y haciendo varios esfuerzos para tratar de mejorar las condiciones del arrecife, de las costas y dunas”, expresa Ana.
La lucha apenas comienza y las Centinelas de arrecife mantienen la esperanza de salvar a los arrecifes de las costas del Caribe, pues han realizado también estudios sobre la restauración y reproducción de corales. Actualmente existen esfuerzos para rehabilitar estos ecosistemas, por medio de fragmentos de reclutas sexuales (corales bebé menores a 4 cm de largo) para mejorar las condiciones.
El monitoreo
Durante junio y hasta diciembre, las Centinelas del Arrecife realizan los recorridos de vigilancia para asegurarse que no haya embarcaciones en lugares prohibidos, conchas de caracol vacías, que todos los buzos cuenten con el brazalete que autorice su trabajo y no se cometa algún otro ilícito.
Los monitoreos de los arrecifes los realizan dos o tres veces al mes, dependiendo del presupuesto y el clima.