Este año, tres científicos comparten el Premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre uno de los fenómenos más exóticos del Universo, el de los agujeros negros, “monstruos superpesados que capturan todo lo que entra en ellos”.
Por un lado, Roger Penrose demostró que la Teoría General de la Relatividad conduce a la formación de agujeros negros, mientras que Reinhard Genzel y Andrea Ghez descubrieron que un objeto invisible y extremadamente pesado gobierna las órbitas de las estrellas en el centro de nuestra galaxia.
“Los descubrimientos de los galardonados de este año han abierto nuevos caminos en el estudio de objetos compactos y supermasivos. Pero estos objetos exóticos todavía plantean muchas preguntas que piden respuestas y motivan la investigación futura”, comentó David Haviland, presidente del Comité Nobel de Física.
Penrose, catedrático de la Universidad de Oxford, utilizó ingeniosos métodos matemáticos para demostrar que los hoyos negros son una consecuencia directa de laTeoría General de la Relatividad de Albert Einstein.
Y aunque el científico alemán no creía en la existencia de los hoyos negros, 10 años después de su muerte, en 1965, Penrose demostró que los agujeros negros realmente se pueden formar y los describió a detalle.
Reinhard Genzel y Andrea Ghez lideran cada uno un grupo de astrónomos que, desde principios de la década de 1990, se ha centrado en una región llamada Sagitario A* en el centro de nuestra galaxia.
Las mediciones de estos dos grupos concuerdan, y ambos encontraron un objeto invisible extremadamente pesado que tira de las estrellas, haciéndolas correr a velocidades vertiginosas.
Usando los telescopios más grandes del mundo, Genzel y Ghez desarrollaron métodos para ver a través de las enormes nubes de gas y polvo interestelar hasta el centro de la Vía Láctea. Su trabajo pionero ha proporcionado la evidencia más convincente hasta ahora de un agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea.
Al recibir esta distinción, Andrea Ghez se convirtió en la cuarta mujer laureada en Física.
“Para mí siempre ha sido muy importante alentar a las mujeres jóvenes a las ciencias, por lo que para mí significa una oportunidad y una responsabilidad de alentar a la próxima generación de científicos apasionados por este tipo de trabajo en el campo”, dijo la profesora de la Universidad de California.
Ghez confesó que las preguntas del Universo simplemente la inspiraron, por lo que el Nobel de Física es un premio a su curiosidad por el Universo y un impulso para seguir tratando de comprender la física de los agujeros negros y el papel astrofísico que juegan.
Nobel de Física en conexión con México
Roger Penrose, ahora premio Nobel de Física 2020, es Doctor Honoris Causa del Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, desde 2015.
“En los años 60, él desarrolló estos teoremas, posteriormente colaboró con Stephen Hawking y entre los dos llegaron a la conclusión de que este proceso también se podía hacer hacia atrás en el tiempo; entonces, surgió la idea del Big Bang, eso ya fue unos dos o tres años después, casi a finalesde los 60”, explicó, en entrevista con Reporte Índigo, la doctora Nora Breton, del departamento de Física del Cinvestav, quien estuvo en el evento en el que el doctor José Mustre de León, director de esta institución, le entregó la distinción.
Bretón comentó que el doctor Penrose es un matemático muy famoso que ha tenido muchísimas aportaciones a la ciencia, por lo que se le cataloga como un genio. Su premio, opina la doctora, muestra la idea de empalmar la predicción con la observación, el sueño de todo físico.
“Afortunadamente, vivió lo suficiente para que se le reconociera. Roger Penrose debió haber estado entre los candidatos desde hace varios años, qué bueno que ahora le tocó. A mí, que soy teórica de black hole, me emociona mucho este reconocimiento, porque él es admirado por todos nosotros y sus libros son los textos a seguir”, indicó la doctora Bretón.
Una Familia Nobel
Marie y Pierre Curie recibieron el Premio Nobel de Física en 1903 en reconocimiento a los extraordinarios servicios que prestaron por sus investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de radiación descubiertos por el profesor Henri Becquerel.
Ocho años después, en 1922, Marie Curie recibió otro Premio Nobel, pero esta vez en la categoría de Química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio. En 1935, Irène Joliot-Curie, hija del matrimonio Curie, también recibió el Premio Nobel de Química junto con su esposo Frédéric Joliot por su síntesis de nuevos elementos radiactivos.