Un capricho sabor nopal
Aguerrida, curiosa, inquieta y mexicanísima, Astrid Hadad presenta este sábado su nuevo material discográfico titulado ‘Caprichos’, con el que está celebrando 70 años de vida. La creadora del heavy nopal conversó con Reporte Indigo sobre su trayectoria artística
Azaneth Cruz[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_s5eal1se” responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /]
La niña que se escapaba del kínder en Chetumal porque no le gustaba la escuela y optó por aprender en casa, prefirió ver pasar a la orilla del mar cada segundo de aprendizaje que la vida le daba. Tal y como le enseñó su padre.
Voz de los inconformes, del hartazgo político y también de aquellos a quienes les gusta soñar, pronto se vería –sin pensarlo– convertida en una de las grandes exponentes de la música mexicana a nivel internacional.
Cantante, actriz y pintora de sus propios sueños, Astrid Hadad regresa con un nuevo “Capricho”, su nuevo material discográfico, que presentará este sábado 7 de octubre en un espectáculo que montará en el Teatro de la Ciudad.
De familia numerosa, la voz de la vida y el amor considera que su formación tuvo que ver con la vena crítica de su padre y con el sentimiento artístico de su madre, dos de las personas más importantes en su existencia.
“Éramos una familia de pocos recursos, pero mi mamá siempre se esforzó porque leyéramos. Ella tenía una vena artística y le gustaba enseñarnos poesía, sobre todo a mí, que era la más apegada a ella”, cuenta la cantante de 60 años.
Rebelde desde pequeña, Astrid combinó el arte y la protesta, pues “leída” gracias a sus padres, sabía que a lo que se dedicara, debía transmitir un buen mensaje.
“Mi padre hablaba de política y criticaba siempre a los de arriba. A los del poder absoluto. Mientras a mí me ponía a leer el periódico (ríe)”, recuerda la intérprete de “Heavy Nopal”.
La niña que se escapaba del preescolar, pronto se convirtió en una joven que escapaba de la secundaria porque le gustaba más ver los atardeceres de Chetumal, que estar en una escuela donde poco se hablaba de arte.
“Chetumal era tan chiquito que nomás había una escuela primaria y luego una secundaria, por eso, mi madre se esforzó para que nos acercáramos a la cultura comprándonos libros cada vez que podía. A mí me enseñaba poesía y claro que cuando le dije que me iba dedicar a cantar casi se muere. Ella quería una hija culta ¡pero casada!”, dice la actriz sin poder aguantar la risa.
Viendo a su madre pintar y confeccionar los vestidos y ropa de sus hermanos y su padre, Astrid comenzó a incursionar en otra forma dentro del arte, sin embargo, conforme fue creciendo supo que se quería dedicar a cantar.
“Era muy tímida. La primera vez que me pusieron en un escenario me puse a llorar, lo que nunca pensé es que dedicaría toda mi vida a los escenarios (sonríe)”, dice.
Como Dios le dio a entender
Aunque no es de las que canta todo el día, recuerda que comenzó desde que era muy pequeña. Sin notas, pero con mucho sentimiento.
“Cuando empecé a cantar, lo hice como Dios me dio a entender. Después viaje a la Ciudad de México para estudiar Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM, esa era la única forma en la que me dejarían salir de Chetumal. Después me pregunté qué hacía ahí si me quería dedicar a la cultura”, explica la intérprete de “El Calcetín”.
Una vez que logró llegar a la Ciudad de México y comenzó con sus estudios, buscó espacios públicos para que la escucharan.
En las cafeterías donde trabajaba, o con sus amigos, agarraba su guitarra y se ponía a cantar.
“Siempre fui una rebelde. Conforme fui creciendo me di cuenta que quería dedicar mi vida a cantar… Me imaginaba que sería algo así como en las películas, donde llegas a la ciudad, cantas en una calle, alguien te descubre y en la transición apareces ya convertida en una artista internacional”, dice al mismo tiempo que se maquilla para un ensayo.
En su paso por la facultad y con las bases críticas sobre la política adquiridas por su padre, enfocó todo su talento no sólo al canto, sino a expresar de forma crítica su opinión a través de la música y shows de cabaret.
“Me fui haciendo de andar en grupos, de estudiar teatro y buscar poco a poco mi camino… A mí lo que más me gusta es estar en un escenario, es mi todo, mi pasión, es lo que más me fascina en la vida”.
Y la independencia que la caracteriza la hizo encontrar la forma de expresarse a través de una de las ramas del arte.
“Quería provocar algo en la gente y encontrar cómo hacerlo me llevó muchos años, pero sin duda que el maestro Emilio Pérez Casas formó mucho de la profesional que soy ahora”.
Censura por la Virgen de Guadalupe
El camino de Astrid para poder expresar sus pensamientos con toda libertad no fue fácil, pero tampoco fungió como una importante limitante en su vida.
“Siempre he sido muy aventada y nunca he sentido miedo, pero sí rechazo. Recuerdo que la primera vez que me presenté en la televisión canté ‘La Tequilera’ con una falda de la Virgen de Guadalupe, la cual decidieron ‘blurear’ porque pensaban que era una afrenta.
Las rancheras de antes se hacían sus faldas con la Virgen y otros símbolos mexicanos, por ese motivo me atreví a cuestionar ¿qué les pasaba?”, recuerda.
Aunque en todos quienes la criticaron por su vestido y sus canciones había una doble moral, fue duramente señalada, hecho que no le impidió continuar con su carrera.
Para ese momento y sin que le importara la opinión de los demás, Astrid Hadad había notado que para hacer crítica tenía que formar parte de un grupo, con mayor razón si quería volcarse contra la política o alguna idea de índole nacional.
Dadora de placer y cabaretera ‘semi-ilustrada’
Amante de la vida, Astrid Hadad decidió conforme fue definiendo su carrera, que el cabaret era el género al que quería adaptar sus ideas, su canto, su expresión y su ser.
“Muchas personas piensan que el cabaret es la última opción que le queda a un actor cuando ya no tiene nada que hacer y es al revés. Para hacer cabaret uno tiene que tener cultura, mantenerse informada y, además, tener pasión para poder tener la capacidad de juntar varias disciplinas en una”.
Temerosa de las cámaras, pero amante del escenario Astrid ha logrado conjuntar, oficialmente como dice ella, 32 o 33 años de trayectoria.
“Cuando estoy construyendo un show intento cantarle a la vida y al amor. Porque aunque seamos tan fugaces y no sepamos a dónde vamos con todo lo que tenemos que sufrir, la vida es hermosísima”.
Con repertorio propio o nacional de voz o letra de alguien más, Astrid ha visto una transformación en el cabaret, pero considera que la censura, aunque menos a la vista de los demás permanece en el mismo lugar.
Su propia escenografía
Hadad es de las pocas actrices que transforman todo lo que tocan. Al ser su propia marca, representante y todos los elementos que muchos artistas tienen por separado, se vio obligada a juntar dinero para llegar a más lugares si quería continuar con su carrera musical y, para lograrlo, se colgó la escenografía en el vestuario.
“Vivo en un país exuberante que es multicultural, que es sol, color y pasión, por eso no podía permitir que mi teatro fuera sobrio, sin chiste, sin color. Quería un espectáculo musical pero con otras connotaciones, entonces, me empecé a inventar a mi misma”, cuenta.
Cuando las personas dicen que algunas mujeres se cuelgan hasta el molcajete puede parece irreal, pero Astrid una muestra de que sí se puede, pues aunque no se pone el molcajete, se cuelga el maguey, el candelabro y muchas cosas más.
“Aunque digo que sólo mis amigos me conocen –ríe-, creo que fue a raíz del teatro que guardé la importancia de que mis movimientos y mi expresión facial la alcanzaran a ver los ojos de todo el público, quien sin importar el precio, compró su boleto para entrar”.
Impunidad: el mal de la sociedad
Con nueve discos en su trayectoria, la cantante originaria de Chetumal ha hecho de su música y espectáculo teatral una protesta contra la injusticia y la impunidad.
“Amo México pero estamos en un país que no planea nada y donde la política se ha convertido en el mejor de los negocios…
Todo puede cambiar, pero sucederá en el momento que ya no permitamos que esta gente haga sus malos tratos, cuando dejemos de esperar todo de los políticos, los gobernantes o de un mesías y comencemos a actuar.
Ya lo vimos con lo ocurrido en el temblor, somos un país de gente maravillosa”, expone Hadad.
Al hablar de los feminicidios y la delincuencia, la cantante de sangre maya-libanesa expresa que, ‘aunque suene como martillito’, todo se debe a la impunidad que permea desde los altos niveles de gobierno hasta llegar a la sociedad en general.
Y dice que “tenemos una descomposición tremenda. Los que tienen el poder hacen de la política su botín y terminan por cubrir de impunidad a la sociedad. Tenemos que replantearnos los valores, enseñarnos a pensar y también crear más fuentes de empleo en la sociedad. Todos tenemos que tener una oportunidad”.