Un nuevo estudio sugiere que el ejercicio puede ayudar al funcionamiento cerebral de personas con demencia. De acuerdo a las investigaciones, caminar con frecuencia puede modificar la trayectoria de la enfermedad que provoca pérdida de la memoria.
La demencia aqueja a 47,5 millones de personas en el mundo de acuerdo a datos de la OMS del año pasado, y cada año se registran 7,7 millones de casos nuevos. Aunque existen algunos ejercicios de prevención, esta condición no tiene una cura como tal.
La pérdida de memoria puede surgir a causa de alguna enfermedad como el Alzheimer, que es la más común, o por el paso del tiempo. A partir de los 60 años es mucho mayor el riesgo de padecer esta condición, sin embargo no es una consecuencia normal del envejecimiento.
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El estudio publicado en abril en el British Journal of Sports Medicine analizó el deterioro cognitivo vascular, que es la segunda causa de la demencia, que surge cuando los vasos sanguíneos se dañan y la sangre no puede fluir con normalidad al cerebro. Frecuentemente esto se relaciona con tener alta la presión arterial y con enfermedades del corazón.
En las primeras etapas de la demencia vascular el cerebro funciona menos eficientemente, de acuerdo a escaneos cerebrales, las personas con esta condición muestra actividad neutral en las partes que detectan la memoria, la toma de decisiones y la atención, demostrando que sus cerebros se esfuerzan más en estas áreas que un cerebro sano.
Hay investigaciones que indican que al reducir la presión sanguínea los síntomas de la enfermedad disminuyen, por lo que tiene sentido que el ejercicio pueda servir para este objetivo.
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El nuevo estudio examinó los efectos que tienen las caminatas en personas mayores que no hacían ejercicio y que están diagnosticadas con un leve deterioro cognitivo vascular. Los participantes visitaron frecuentemente el laboratorio donde se realizó la prueba durante seis meses.
Al inicio se determinó su condición general de salud y de sus habilidades de memoria y pensamiento. Se escaneó el cerebro de los voluntarios mientras se concentraban en un examen de atención y toma de decisiones que requería dar clics rápidos que indicaran la dirección en la que debía apuntar una lanza. Esto sirvió para revelar su actividad cerebral neutra y las partes de su cerebro que se activaban durante el proceso.
Luego los científicos de la investigación liderada por Teresa Liu-Ambrose, pidieron a algunos voluntarios que empezaran a caminar o a visitar el laboratorio para recibir lecciones sobre nutrición y salud. Deberían caminar con supervisión durante una hora en el laboratorio tres veces a la semana, y se les pidió que se movieran enérgicamente durante el ejercicio para aumentar su ritmo cardiaco un 65 por ciento a su máxima capacidad.
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Al final de los seis meses, la mayoría de los caminadores completaban las sesiones y disfrutaban el ejercicio. Al volver a hacer los exámenes los resultados indicaban que el grupo que había hecho las caminatas en general tenía presión sanguínea más baja.
Las diferencias era sutiles, según el doctor Liu-Ambrose, pero se relacionaban con mejoras en los exámenes cognitivos. Entre menos se tenía que concentrar un cerebro en mantener la atención y tomar decisiones rápidas, mejor se desempeñaba esa persona en los tests de habilidad de pensamiento general. Los caminadores tenían cerebros más eficientes y con mejores habilidades de pensamiento.
Estos alentadores resultados se midieron a corto plazo pero los investigadores esperan poder estudiar qué tan rápido se pierden esas mejoras si es que los participantes dejan de realizar el ejercicio, y los impactos que tendría practicar caminar en mayor o menor medida.
Con información de New York Times.