[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_qcj338j9″ responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”56.25%” /]
La chef Elena Reygadas tenía en mente abrir un lugar en el que la gente reflejara tranquilidad mientras sostenía entre sus manos una taza de café y un pedazo de pan bien horneado. En 2017, logró ver esa imagen en su propio bistró: Café Nin, un lugar para saber estár.
En Havre 69, colonia Juárez, un edificio color cemento con ventanas largas y anchas cubiertas con marcos pintados color verde limón, Café Nin le dan la bienvenida a los visitantes que se quieren sumergir a la tranquilidad de uno de los mejores bistróts de México.
En el menú del bistró elaborado por Reygadas hay desde huevos fritos en hoja santa con salsa de chile cascabel o de baba de nopal, chilaquiles verdes con queso burrata, epazote y cilantro; sándwiches de pavo, queso de cabra en pan de pesto de avellana, hasta arroz negro con leche de coco y frutas de temporada. Pero a pesar de la variedad de su platillos, la chef admite que lo que caracteriza a Café Nin es el fideo seco con nduja y burrata.
Cuando la también egresada de letras inglesas de la UNAM terminó estos estudios, se mudó a Nueva York, donde ingresó al Instituto Culinario francés de Manhattan. Después, viajó a Londres para trabajar al mando del chef Giorgio Locatelli, de quien heredó el amor por el sazón italiano.
La representante de Rosetta, el restaurante número 41 de los 50 mejores de América Latina, asegura que lo que le apasiona de Café Nin es lograr construir, por medio de la comida, espacios para estar, para reunirse, para convivir, compartir, trabajar y leer.
El antropólogo Marc Augé detalla en su ensayo “Elogio del bistrot” que “en un mundo obsesionado con la instantaneidad y la prisa, la existencia del bistró supone una forma de resistencia”, una definición que encaja con la imagen inicial que Reygadas tenía en mente al abrir Café Nin, el lugar donde pareciera que el tiempo se detiene.