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Mientras una persona tiene el plato repleto de alimento, y su comida consta de tres tiempos, otras tiran lo que resta de su plato sin pena alguna.
De acuerdo a un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), en América Latina y el Caribe se desperdicia más comida que la que se requeriría para alimentar a las 47 millones de personas que se estima que sufren de hambre en esa región, apunta BBC.
Es decir, que con lo que se pierde de comida en los países de América Latina y el Caribe, se podría alimentar al 64 por ciento de las personas que sufren de hambre.
El informe de la FAO, revela que “cada año la región pierde o desperdicia alrededor del 15 por ciento de sus alimentos disponibles, lo que reduce la disponibilidad local y mundial de comida, genera menores ingresos para los productores y aumenta los precios para los consumidores”.
Y es que las pérdidas y desperdicios abarcan toda la cadena alimentaria, de acuerdo a Raúl Benítez, representante regional de la FAO.
El 28 por ciento del desecho ocurre a nivel consumidor, otro 28 por ciento en la etapa de producción de los alimentos, el 22 por ciento durante el manejo y almacenamiento, el 17 por ciento a lo largo de la distribución, y el resto durante el procesamiento de los alimentos.
La FAO publica también en el informe que, al año, se desperdician alrededor de 78 millones de toneladas de alimentos en la región de América Latina y el Caribe.
Más allá del desperdicio
El organismo recomienda mejorar la inversión en la infraestructura para el almacenaje y la distribución de los alimentos.
A su vez, la FAO considera que los gobiernos deben atacar este problema, que debe convertirse en una prioridad de las autoridades.
Además, aconseja que se instalen los llamados Bancos de Alimentos que, en países como Argentina, Costa Rica y Guatemala, subsidian y apoyan a más de 58 mil familias.
Las empresas entregan a estos bancos los alimentos que están por vencerse, ya sea perecederos y no perecederos, y estos los distribuyen a personas que los necesiten. Así, evitan que aumenten las pérdidas de alimentos.
Aunado a ese tipo de estrategias, se necesita crear campañas en el resto de países de América Latina y el Caribe para concientizar a las personas sobre el desperdicio de alimentos y las consecuencias que esto conlleva.
Según los expertos, los consumidores que elaboran listas antes de hacer sus compras y planean sus comidas –en lo posible– tienden a desperdiciar menos que los compradores impulsivos.
Otra tendencia que podría contribuir a la disminución del desperdicio de alimentos es la de los supermercados de bienes que han pasado su fecha de expiración, que ayudan a concientizar a la población que se deshace de ciertos productos sin revisar si aún están en condiciones de ser consumidas, solo porque la etiqueta señala un día pasado.
Mientras tanto, en México…
En febrero de este año, la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos (AMBA) reveló que, en México, cada día se desperdician más de 30 mil toneladas de alimentos en buen estado.
De acuerdo con la institución, la mayor parte de este desperdicio proviene de centrales de abasto, tiendas de autoservicio, hoteles, mercados, restaurantes y hogares, en los que “no se planifican de manera correcta compras ni consumos”.
Si 20 mil toneladas de ese desperdicio se canalizaran a personas que no tienen acceso a una buena alimentación, se erradicaría la pobreza alimentaria en el país.
A pesar de que existen bancos de alimentos que buscan solucionar este problema, Ciudadanos en la Red afirma que gran parte del problema es que hace falta una estrategia de redistribución efectiva, y los costos de transportar los alimentos provocan que solo se recuperen poco más de 300 toneladas diarias.
Además, asegura que existen varios elementos del manejo de alimentos que podrían perfeccionarse para evitar su desperdicio.
“Por ejemplo, los golpes en latas o empaques que hacen que los comerciantes no los prefieran en las tiendas”, dice, y también hace referencia al problema con la maduración de las frutas y verduras, que son expuestas en tiendas hasta el último momento con la esperanza de venderse, y tienen que ser desechados.