En la memoria de los jóvenes queda uno de los hechos históricos más importantes: el Festival de Avándaro, momento en el cual el rock tocó el cielo para pronto caer en el infierno, pues se organizó una campaña de desprestigio en contra de la juventud y del género musical. Se leían en los periódicos del mes de septiembre de 1971: “Un festival del vicio”, “Infame éxtasis de inmoralidad” o “Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos, sangre”.
Sin embargo, más allá de lo que se dijo y de los casi 10 años en los que se prohibieron los conciertos de rock, el día de hoy se destaca la gran relevancia de este evento que reunió a casi 300 mil asistentes, los cuales fueron testigos de los dos días más gloriosos del rock en México.
A 50 años, y con el fin de celebrar el evento que estremeció al sistema, Trilce Ediciones lanzó la reedición del libro Yo estuve en Avándaro, el cual reúne fotografías de Graciela Iturbide, un prólogo de Luis de Llano, un texto de Justino Compeán, así como el análisis y reflexiones del especialista en rock, Federico Rubli.
“Avándaro se recibió con muchísimo entusiasmo porque el rock mexicano estaba atravesando un auge muy importante, por primera vez, desde el año 69 se estaba gestando un movimiento de rock propio, inscrito en el rock psicodélico y ácido de la época. Dentro de todo este entusiasmo lo único que nos faltaba era tener un festival tipo Woodstock. Además, los jóvenes estábamos inmersos en la contracultura de la época y la filosofía hippie del pacifismo que venía de Estados Unidos”, platica Rubli a Reporte Índigo.
El llamado para festejar el rock, la juventud y la libertad desbordó el paisaje de Valle de Bravo, en el Estado de México, el 11 y 12 de septiembre de 1971. Ni la neblina ni la lluvia intensa que cayó una noche anterior impidieron la congregación. Al contrario, estos elementos hicieron que se creara una hermandad. Madrugadas y tardes de comida, alcohol, tabaco, paz y amor enmarcada por la música de grupos como Los Dug Dug’s, Peace & Love, Three Souls in my Mind, Tinta Blanca, La Revolución de Emiliano Zapata, Love Army y Los Yaki.
“Fue una fiesta maravillosa, en donde no hubo riñas, broncas, algo que es de admirarse, porque al día de hoy tú juntas a los jóvenes y creo que va a ser difícil que puedan comportarse con esa hermandad y paz como en Avándaro, además de distintas condiciones socioeconómicas, lo cual lo hizo más relevante”, comparte.
Una campaña de desprestigio contra Avándaro
En Avándaro imperó el espíritu de solidaridad. Se “satanizó”, porque se dijo que había sido una fiesta con sexo, orgías y drogas, pero Rubli agrega que eso estuvo muy alejado de la realidad. Se trató, más bien, de una campaña mediática orquestada por el Gobierno, aunque, admite, sí hubo consumo de mariguana, pues era la época de experimentar con la mota y de la liberación sexual, pero en ningún momento se desbordó, como lo quiso hacer ver la opinión pública.
El recuerdo del “Jueves de Corpus” estaba muy fresco entre la juventud, y Avándaro se realizó apenas tres meses después de los sangrientos hechos de aquel 10 de junio; además, era una generación que aún se sentía herida por la represión de 1968. Este es un contexto relevante que explica la actitud del gobierno hacia el festival, y por qué lideró una campaña mediática para desprestigiar al rock y a los jóvenes, pues lo que querían era evitar que el género tuviera capacidad de convocatoria.
“A principios de los 70, el gobierno del PRI era autoritario, un sistema político monolítico, patriarcal que todo lo quería controlar, incluso las expresiones de los jóvenes. Les daba temor que se generara una conciencia crítica en contra del régimen y hasta promover actos subversivos, vieron con suspicacia este festival”.
“Había un estigma contra los jóvenes con el pelo largo, por escuchar rock, pero no solo por parte del Gobierno, sino en la familia, las escuelas, había represión contra las expresiones libres de los jóvenes, se fue incubando como de olla exprés este afán de liberarse y eso sí se pudo lograr en esos dos días de Avándaro”, recuerda.
El llamado del rock
La verdadera motivación fue el rock, eso, detalla, explica porqué a pesar de que habían pasado sólo tres meses del “Jueves de Corpus” no hubo manifestaciones de índole político, ni referencia a lo que sucedió, salvo en la última canción del grupo Three Souls in My Mind, cuando el vocalista Alex Lora dedicó la canción “Street Fighting Man”, de The Rolling Stones, a todos los caídos del 68 y de El Halconazo.
Para Federico Ribli, intentar repetir lo que sucedió en Avándaro sería un error, primero porque los contextos son diferentes y, segundo, porque ya se ha comprobado con Woodstock, cuando se hicieron eventos conmemorativos, a los 20 y 40 años, que hubieron muchos problemas. Por ello, piensa, no se debería tratar de replicar esta experiencia histórica, sólo mantenerla vigente como un parteaguas para el rock mexicano.
“Avándaro fue pionero en organizar un festival masivo, claramente mal organizado, con deficiencias de luz, sonido, etc, pero eso ya está superado. La juventud no puede creer que sus papás o abuelos tuvieran que batallar tanto para escuchar rock y toda la adversidad que se vino después, pero también deben entender que lo que pueden gozar hoy es gracias a la generación que abrió brecha y luchó para que el rock no se prohibiera”, comparte.
Hoy en día no queda más que reintegrar en la memoria colectiva este evento histórico y dignificarlo por su verdadera dimensión y que ocupe el lugar que le corresponde en la historia de la cultura y música de México.
“Como todo hecho histórico hay que buscarle explicaciones, entender por qué se dio, por qué vino la censura post Avándaro y redignificar al músico del rock. Lo que buscábamos era tener ese escape que no nos permitía la sociedad, y se tuvo, aunque pagamos un precio alto de represión; tú mencionas que fuiste a Avándaro y te tildaban de marihuano, degenerado y bueno para nada, ese estigma costó mucho trabajo irlo quitando con los años…Sin embargo, como la mayoría de los jóvenes, nos quedamos con esa grata experiencia en nuestra memoria”, concluye Federico Rubli.
Cuando el gobierno enterró al rock
El festival se realizó durante la presidencia de Luis Echeverría, y Mario Moya Palencia era secretario de Gobernación. La lógica indicaba que Moya Palencia fuera el candidato a la presidencia.
“En el Estado de México quien pesaba era Carlos Hank González. Mi hipótesis es que desde Gobernación orquestaron una campaña para desprestigiar a Hank, él era un político joven, carismático, dentro del PRI se le consideraba reformista y con inclinaciones hacia la juventud, entonces eso claramente le representaba un obstáculo, a pesar de que al tener padres extranjeros no era elegible para la presidencia”.
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