Después de las prótesis biónicas controladas por el pensamiento que acapararon los ojos del mundo en 2012, la atención ha sido centrada en el potencial de las prótesis sensibles al tacto.
Esas que transmiten información sensorial a través de una interfaz conectada directamente con el cerebro de quienes las portan.
El austriaco Wolfang Rangger, cuya pierna derecha fue amputada en 2007 luego de sufrir un derrame cerebral, es el primero del mundo en portar una pierna artificial que le transmite la sensibilidad del miembro perdido, y con la que puede correr, andar en bici y hasta escalar.
La prótesis representa una herramienta para luchar contra el dolor del miembro fantasma.
Wolfang señaló en AFP que, cuando usaba una prótesis convencional, apenas y podía caminar, no podía dormir por dos horas seguidas y requería de morfina para sobrevivir a los dolores durante el día.
“Se siente como si tuviera un pie de nuevo”, dijo. “Ya no resbalo sobre el hielo y puedo sentir la diferencia cuando camino sobre grava, concreto, hierba o arena. Incluso puedo sentir las pequeñas piedras. Es como una segunda oportunidad de vida, como renacer”.
La innovación es obra del profesor Hubert Egger, de la Universidad de Linz, en Austria.
El implante de la prótesis involucra un cirugía en la que se toman las terminaciones nerviosas del muñón del paciente y, posteriormente, son desviadas al tejido sano del muslo.
Luego, se ajustaron seis sensores a la planta del pie de la prótesis, y se conectaron con las terminaciones nerviosas –simuladores– ubicadas en el muñón.
Cada vez que Rangger da un paso o ejerce cierta presión, los sensores envían señales al cerebro.
“En un pie saludable, los receptores de la piel llevan a cabo esta función, pero obviamente están faltando aquí. Sin embargo, los conductores de información –los nervios– aún están presentes, solo que no están siendo estimulados”, dijo Egger.
Y explicó que los sensores envían la señal al cerebro de que hay un pie, y la persona recibe la sensación de tacto al caminar.