Andrey Zvyaginstein: El ruso más laureado de la última década

El director de “The Loveless, hace una historia de vacío y soledad. Criticando a la sociedad Rusa que se retrata consumida por el arribismo, el egoísmo y la codicia
Mariana Colmenares Mariana Colmenares Publicado el
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Adrey Zvyagintsev, director de cine y actor ruso, desde que comenzó a hacer películas sus temas han girado entorno a los dramas políticos de peso pesado que se mueven sin problemas pero que golpean con fuerza dejando una marca colorida en la pantalla. Un sistema roto, una tierra sin ley, integrantes de política furiosos y víctimas oprimidas. Refugios de autobuses, personas desaparecidas, perros muertos que cuelgan de las ramas de un árbol y funcionarios de la corte emitiendo juicios rápidos y monótonos donde las palabras pierden todo su significado. Sus películas nos muestran que el infierno existe, y que su nombre es: Rusia moderna.

Siendo niño en Siberia, idolatró a Al Pacino y soñó con ser actor. Al llegar a Moscú, mantuvo una sucesión de trabajos raros. Limpió casas, sopló hojas y quitó nieve en un patio de mercancías. Más tarde comenzó a encontrar papeles en telenovelas y anuncios de muebles.

Su debut como director fue en el 2003, “The Return” – una epopeya de ritos de paso – ganó el León de Oro en Venecia; 2007 “The Banishment” compitió por la Palma de Oro en Cannes. Luego, con “Elena” en 2011, Zvyagintsev comenzó a enfocarse en los detalles de la sociedad rusa, yuxtaponiendo a los residentes de un lujoso complejo de apartamentos de Moscú con los de una propiedad en ruinas en la franja industrial de la ciudad. Fue en esta época que el gobierno político comenzó a fijarse y a odiar su trabajo.

Después llegó su obra maestra “Leviathan” aspirante al Oscar de Rusia, las autoridades decidieron abruptamente que lo odiaban, fue el decisivo divorcio entre él y el gobierno.

El filme narra la historia de Sus películas nos demuestran que el infierno existe, y que su nombre es: Rusia Moderna un mecánico de pueblo pequeño aplastado por la máquina burocrática, la película llega al clímax con el triunfo de una peculiar maldad rusa acompañada de un retórica fascista dentro de la iglesia ortodoxa y un retrato de Putin dentro de la corrupta alcaldía. Inicialmente “Leviathan” era la película candidata para el Oscar, las autoridades decidieron abruptamente que la aborrecían. El político de extrema derecha Vladimir Zhironovsky denunció la película como “inmundicia”, mientras que un prominente grupo eclesiástico la acusó de “odiosa calumnia”.

Las cintas de Zyvagintsev incomodidan al Estado y a la policìa rusa; por tal razón, su última película, se hizo sin ningún apoyo del gobierno

Las cintas de Andrey Zyvagintsev incomodidan al Estado ruso y a las autoridades, se sienten ofendidas y por tal razón, su última película, “The Loveless”, se hizo sin ningún apoyo del gobierno y fue financiada de manera independiente.

“The Loveless”, un retrato negro de la clase media de Moscú, tuvo su estreno en la pasada edición de Cannes ganando el Premio del Jurado, ahora se encuentra nominada a los premios de la Academia como Mejor Película Extranjera.

Zvyagintsev ve el mundo oscuramente; eso está muy claro en sus películas. “The Loveless”, es negra pero brillante. Una película que va de menos a más. Alexey Rozin y Mariana Spivak interpretan a Boris y Zhenya, una pareja de moscovitas en guerra y al borde del divorcio, tan ocupados con sus respectivos amantes que les toma dos días darse cuenta de que su hijo ha desaparecido. Los padres están exasperados y debidamente establecidos para recuperarlo. Sin embargo, cuando están en privado parece que están aliviados de que su hijo se encuentre desaparecido. “Nunca he amado a nadie”, explica Boris en un momento dado.

La película, es una demostración de la maestría cinematográfica de su director. En una una toma única e ininterrumpida después de que Zhenya salga del baño mientras continúa discutiendo con su marido sobre el futuro de su hijo; la cámara se dobla hacia atrás para encontrar al pequeño, detrás de una puerta, escuchando cada palabra y sofocando sus lágrimas. Es una maniobra brillante y devastadora, que ilustra hasta qué punto la pareja se ha enredado tanto en sus propios problemas que están literalmente ciegos al impacto resultante.

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