Desde muy pequeña, la cantante Ana Veydó encontró en el joropo, música tradicional colombo-venezolana, una conexión especial, pues las letras hablaban de su entorno, del trabajo en el campo. Todas eran voces masculinas, recias, un canto agresivo que le gustaba y con el que se sentía identificada al ser originaria de estas tierras llaneras de Orinoco, una zona sin fronteras que comparten Colombia y Venezuela.
Al ver que era un género tomado por los hombres, y que las pocas intervenciones hechas por mujeres iban dirigidas más hacia el bolero, Veydó vio la oportunidad de entrar a distintos concursos y demostrar que su voz, potente y recia, podía interpretar dignamente el joropo, conocido por su bravura.
“A pesar de ser cantadora de canto recio sigue siendo un espacio muy pequeño, de constante lucha, porque es música donde la práctica discursiva se construye de una identidad, que es la del hombre a caballo, del cantador hombre. Ha sido difícil para las mujeres, tienes que adoptar esta imagen, el canto y manera de ser muy varonil, o se apega uno a ella o no existes en la música”, relata Ana a Reporte Índigo.
A pesar de ser constantemente criticada, pues aún hay gente de Orinoco que no comparte su discurso y voz en el joropo, Ana Veydó continúa su lucha para expresarse a través de la música, para ser una cantante profesional que homenajea sus raíces, a sus antepasados y rescata los sonidos de su tierra.
El origen de Ana Veydó
Siguiendo sus sueños decidió formar en el año 2000, junto al arpista Carlos “Cuco” Rojas, el grupo Cimarrón, ambos compartían los mismos anhelos de ser representantes del género, pero, además, deseaban llevarlo, con un toque vanguardista, más allá de su región.
“Con Cimarrón tengo la oportunidad de crear, mostrar mi visión y lo diversos que somos nosotros, desde mi ser como Ana, con distintas procedencias y maneras de ser, como ha sido Cimarrón y sus posibilidades musicales”, añade.
De la mano de “Cuco”, quien fue su compañero de vida, y otros músicos, Cimarrón inició como una banda tradicional de lo que se considera “músicas del mundo”, incorporando arpas y maracas, para, posteriormente, hacer una reinvención de sus sonidos.
Cimarrón, al incluir el contrabajo, rompió los esquemas del joropo tradicional, evolucionando su propuesta a través de los años para redescubrir las raíces indígenas y africanas de la música llanera. Ahora, lograron crear un híbrido revolucionario que ha recorrido más de 30 países y que apuesta por la diversidad y el cambio.
“Eso nos llevó a pensar en otra sonoridad, la del zapateo; en la región hace 20 años el joropo no se bailaba si no era con pareja, es un baile social donde el hombre propone y la mujer sencillamente sirve como un gancho, pero nosotros queríamos hacer algo distinto, porque veíamos su riqueza sonora en la misma música”, comparte Ana Veydó.
Atraídos por las sonoridades de la madera, también incorporaron el cajón peruano y que en esta plataforma bailara un solista que agrega un sonido más natural a su propuesta, la cual, mezclada con el arpa, la bandola, surdo brasilero y tambora afrocolombiana, rinde homenaje a su herencia indígena y africana.
“A veces no se habla de la música indígena, porque los tiempos han cambiado, pero hemos ido ganando voces, y eso se nota en la música, creo que traer lo indígena era importante y está en las melodías”, abunda.
Por ejemplo, en su canción “La tonada de la palomita”, un canto de ordeño, se utiliza el “cacho e’ venao”, un instrumento indígena que forma parte de la espiritualidad y cosmogonía de la etnia sikuani.
“Yo no me llevo la bandera de que estoy rescatando un sonido, pero sí mostrar que existen músicas indígenas, es un punto de partida y un proceso que se tiene que ir dando a medida que todos vamos ganando voz en el territorio, ayuda a ir creando conciencia de la diversidad y de buscar el respeto por los otros”, comenta.
Sin embargo, después de 20 años de su creación, su propuesta aún resulta controvertida.
Además de que fuera criticada por ser la líder y voz de Cimarrón, en Orinoco era mal visto que utilizaran a un sólo bailarín, lo veían como un sacrilegio, pues bailar en pareja lo consideran como algo sagrado.
“La gente consideraba que no era joropo, pero no hay más joropo que lo que hacemos, porque nosotros vamos a las raíces a buscar esa percusión, de buscar elementos que se habían perdido a lo largo de los años”, detalla.
Una nueva generación
Aunque han sido rechazados por los más tradicionalistas, Ana Veydó celebra que hoy las juventudes están asimilando cada vez más este cambio, desde la propuesta sonora, hasta la manera de ser y cantar el género.
Incluso en la forma de vestirse, pues existe un traje típico que lo representa, y ahora Cimarrón ha abierto brecha para que la juventud sea quien quiera ser, y se vista y cante el joropo a su manera.
“La juventud ha ido cambiando, ya hay zapateadores por todos lados, músicos que tienen algo importante que decir, que tocan muy bien y sobre todo, se diviertan al hacerlo”, opina Veydó.
La cantante refiere que su labor no se queda sólo a nivel musical, pues se trata de una herramienta, entre otras tantas, para que su mensaje vaya en sintonía con lo que piden los nuevos tiempos.
“Hay poblaciones afro, indígenas y, por supuesto, el llanero a caballo, pero es la imagen reforzada de las instituciones que ha hecho creer que solo los hombres tienen voz y apoyo del Estado. Por eso el músico se ha vuelto un instrumento político de mostrar que esa idea ha perjudicado las otras voces, formas de crear y sentirse representado”.
“Para nosotros es fundamental Cimarrón, no sólo somos la voz de una única población, es ser la voz de muchas y de muchos, de la gran diversidad de la Orinoquia”, puntualiza.
Nuevo proyecto
Cimarrón ya se encuentra trabajando en un nuevo material discográfico, con el cual busca darles más voz a las mujeres cantantes. Incluirá temas que compusieron antes y durante la pandemia.
“Es importante hacer piezas que no están en el terreno comercial que ya nadie las toca. Tenemos, por ejemplo, un tono de velorio, que era de la época de la Colonia, de la región en la que estuvieron los misioneros. Será todo un homenaje al canto a lo largo de los años”, explica.