Hace 90 años nació una niña en Fráncfort del Meno, al centro de Alemania, a la cual sus padres decidieron nombrarla Annelies Marie Frank. Con el paso de los años, Anne descubrió que tenía una pasión, escribir. Actualmente, su literatura es conocida en todo el mundo, siendo parte de la educación de niños y adolescentes que comienzan a aprender sobre la Segunda Guerra Mundial y cómo es que esta terminó con la vida de miles de personas, como con la de la propia joven escritora.
A los 13 años, Anne Frank escribía todos los días lo que vivía con su familia, un grupo de judíos que se escondían de los nazis, comandados por Adolf Hitler, que buscaban matarlos sólo por sus creencias.
Dos años después de que Anne murió, a causa del los nazis, Miep Gies y Bep Voskuijl, quienes intentaron proteger a la familia Frank, encontraron su diario en el escondite que habitaba y se lo entregaron al padre de la joven, Otto, quien decidió publicar la historia de su hija con un objetivo claro: educar y concientizar a las personas sobre uno de los hechos más importantes de la historia.
“Le pregunté al editor cuál había sido la razón, según su opinión, para que muchos leyeran el diario, y me dijo que abarca muchas áreas de la vida, donde cada lector encuentra algo que le llega personalmente”, contó, en 1968, Otto Frank.
Jeffrey Shandler, catedrático de Estudios Judíos de la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey, comentó para La Casa de Ana Frank, museo que decidió inaugurar Otto Frank para enriquecer aún más el legado que había dejado su hija, que actualmente los docentes utilizaban el diario como elemento integrante de sus clases de literatura e historia, porque representa material único de la Segunda Guerra Mundial y el cómo los judíos sufrían hostigamiento.
“Ella describe todo ese panorama, un hecho tanto situacional como contextual, como lo fue la Segunda Guerra Mundial, desde cómo lo siente, te va seduciendo y explicando esos miedos y esas angustias que a veces no alcanzaba a ver, a través de la herramienta de la palabra”, dice la académica, en entrevista con Reporte Índigo.
Son el sentimentalismo y cercanía, según describe Jiménez Castañeda, los que han tenido a los lectores, tanto jóvenes como académicos, cerca de Frank y, a su vez, de la historia mundial a lo largo de los años.
Además, agrega que Anne representa un modelo para los demás, pues demostró que a veces las limitaciones físicas no son tan importantes, sino las que se tienen como persona.
Aprendizaje en casa
La casa en la que Anne escribió uno de los libros más vendidos del mundo se convirtió en un museo a partir de 1960, de esa manera, su publicación no fue el único símbolo de concientización, sino también ese sitio, donde surgieron diferentes actividades en favor de lo educativo y reflexivo.
De manera anual, en La Casa de Ana Frank, ubicada en Prinsengracht, Amsterdam, se realizan conferencias y reuniones en los que jóvenes discuten sobre temas tales como discriminación, democracia, comunicación intercultural, religión y cooperación internacional.
Actualmente, el museo ofrece clases digitales sobre Ana, en la que los interesados conocen más sobre lo que vivió la joven escritora, como la persecución judía. También, tienen el juego Fair Play, en el que los participantes se enfrentan a la discriminación musulmana, la homosexual y el antisemitismo, con el fin de que reflexionen sobre sus propias acciones.
La maestra María de la Paz Jiménez Castañeda comenta que este tipo de actividades, ligadas ciento por ciento al libro, y por supuesto a la autora, ayudan a que las nuevas generaciones, más apegadas a las tecnologías, sigan conociendo y aprendiendo de lo que Ana Frank le dejó a la sociedad.
“Aunque Ana Frank escribió una de las mejores herramientas para la educación, hay algunos alumnos a los que les llega a parecer aburrida la publicación, y si hay tecnología que nos ayude a explicarles el propósito inicial, está perfecto”, dice la catedrática de la UNAM.