En la serie de Netflix “Better Call Saul”, el spin-off de “Breaking Bad” que se estrenó en febrero, el abogado Chuck McGill –interpretado por Michael McKean–, utiliza una manta isotérmica en casa para protegerse de lo que él llama “fuerzas electromagnéticas”.
También le pide a su hermano menor, Jimmy (Bob Odenkirk) –protagonista de la serie y conocido posteriormente como Saul Goodman–, que deje su celular en el buzón de correos antes de entrar a casa. Pero en uno de los capítulos, Jimmy llega borracho a casa y se deja caer en el sofá. Al darse cuenta de que su hermano entró a casa con el aparato, Chuck, perturbado, recoge el mismo con unas tenazas y lo lanza al exterior para sentirse mejor.
Chuck padece –o cree padecer– un síndrome conocido como “hipersensibilidad electromagnética” (EHS, por sus siglas en inglés), del que una gran parte de la comunidad científica es escéptica dado a que, como reconoce la Organización Mundial de la Salud (OMS), no posee un criterio de diagnóstico claro y no existe una base científica que vincule los síntomas con la exposición de los campos electromagnéticos.
“Además, el EHS no es un diagnóstico médico, ni está claro que represente un solo problema médico”, señala la OMS.
Independientemente de que se reconozca o no la causa del EHS, sí son reales los síntomas que reportan algunos afectados, quienes atribuyen los mismos a la exposición a ondas de radiofrecuencia que emiten los teléfonos móviles y enrutadores inalámbricos, entre otros aparatos.
De acuerdo con la OMS los síntomas reportados van desde leves a severos, siendo los más comunes fatiga, cansancio, dificultades de concentración, mareos, náuseas, palpitaciones del corazón y trastornos digestivos, y otros de tipo dermatológico, como enrojecimiento, hormigueo y sensación de ardor.
Incluso en los últimos años, decenas de estadounidenses que consideran verse seriamente afectados por la “contaminación electromagnética” del mundo tecnológico se han trasladado a la llamada “Zona de Radio Tranquila Nacional”, un campo de refugio 100 por ciento libre de Wi-Fi en las proximidades del Observatorio Nacional Astronómico de Radio, en Green Bank, en Virginia Occidental.
Ahí, aquellos que creen sufrir de hipersensibilidad electromagnética, aseguran que sus síntomas, incluidos dolor de cabeza agudo y espasmos musculares, han desaparecido.
“Hemos visto casos donde (los pacientes se han) convertido en ermitaños virtuales”, dice en Esquire el Dr. James Rubin, investigador de la psicología de los riesgos emergentes para la salud del King’s College de Londres. “Tiene un efecto devastador en algunas personas”.
Pero el especialista no justifica que los síntomas de la hipersensibilidad electromagnética respondan a los gadgets.
En un artículo publicado en The Guardian, Rubin y el psiquiatra británico Simon Wessley, del Instituto de Psiquiatría de dicha institución académica, explican que si bien los síntomas reportados son reales, éstos no son causa de los campos electromagnéticos, sino del llamado “efecto nocebo” que describen como “la otra cara lógica” del efecto placebo, es decir, “la tendencia de las personas a sentirse mal cuando piensan que han sido expuestas a algo peligroso”.