Alejandro Luna fue un iluminador mágico que decía: “sin la luz, el teatro es radio”
Ante la muerte del escenógrafo Alejandro Luna, Aurora Cano, actual directora del CNT, y el director Enrique Singer comparten unas palabras a su amigo, compañero y maestro
Karina Corona“Una vez platiqué con Julio Castillo, en los 80, pedí su opinión sobre el teatro en México, me contestó: `mira, Enrique, el gran maestro del teatro, sin lugar a dudas, es Alejandro Luna’”, cuenta el director y productor Enrique Singer a Reporte Índigo al recordar el legado de Luna, “aquella mente brillante” que trabajó con los grandes directores de finales del siglo XX como Castillo en la obra De la vida de las marionetas, Juan José Gurrola o Ludwik Margules, pero cuyo legado trascendería hasta los tiempos actuales, volviéndose “el gran hombre del teatro mexicano de todos los tiempos”.
“Sin él no podría entender lo que pasó en el teatro mexicano, siempre callado, nunca protagonista, pero a la hora de trabajo él mandaba. Es el hombre más importante del teatro en la segunda parte del siglo XX, hasta la actualidad”, expresa Singer.
Además de ser arquitecto, formación que ayudó a llevar la escena teatral más allá de sus límites, Alejandro Luna fue un escenógrafo e iluminador que, a decir de Singer, trajo a México la vanguardia de lo que se estaba haciendo en el mundo, cambió la visión de la práctica escénica con lo mejor de la estética europea.
Desarrolló nuevas ideas y formas de ver el teatro, en donde la escenografía funcionaba como un contenedor que unía a todo el cuerpo teatral, desde el director hasta el trabajo actoral.
“Era un gran lector del teatro, sabía la esencia de las obras de teatro, dialogaba con directores de una manera muy directa y franca. Muchas veces era profundamente crítico, tenía una inteligencia extraordinaria y un buen gusto. Es nuestro hombre más completo, además de los escenógrafos más importantes del mundo”, indica Singer.
Alejandro Luna, la autoridad total del teatro
Para el también actor, el teatro contemporáneo se debe mucho al trabajo de Luna, pues se arriesgó y creó toda una vanguardia; se puede hablar de un parteaguas al momento de hacer y presenciar un montaje.
Otras de las cosas que también le impresionaron sobre Luna es que tenía un rigor que pocas veces ha visto, estaba prácticamente en todos los ensayos, iba al teatro a ver el trabajo con un espíritu crítico muy fuerte, pero también con una enorme alegría y compromiso.
“Sus escenografías eran tan espectaculares, tan bellas, profundas y precisas, porque vivía el teatro, diseñaba y se le entregaba al director, estaba en el proceso de creación y cambiaba su concepción de la escenografía conforme se construía la obra. Cuestionaba el trabajo del director, lo vi, porque le produje muchas obras donde le pidió al director que cambiara el trazo escénico cuatro veces”.
“Solamente él podía hacer eso con toda la autoridad total y sencillez absoluta, no era humilde, pero tampoco soberbio. Conocía sus límites, su profundidad e inteligencia. Era un iluminador mágico, porque como decía, ‘sin la luz, el teatro es radio’, no podía concebir la escenografía sin la iluminación”, recuerda.
Enrique Singer tuvo la oportunidad de trabajar junto a Alejandro Luna como actor, director y productor. Recuerda que mientras estaban en los ensayos Luna recorría el escenario, moviéndose entre la puesta en escena, viendo de dónde venían los focos y dónde se colocaban, un acto que le fascinaba presenciar.
El convivio del difunto fue la última pieza que realizaron juntos, la cual se encuentra actualmente en cartelera en el Centro Cultural del Bosque, espacio donde el escenógrafo logró que no hubiera ninguna sombra.
Su penúltima pieza fue El Río, en 2019. Luna le propuso convertir una cabaña que estaba en medio del bosque en una fábrica abandonada, todo con cuatro paredes y unas escaleras.
“Cuando dirigí El Río pensé que tenía que hacer mi escenografía, necesitaba trabajar con él. Me daba miedo, lo admito, pero fue una oportunidad de estar cerca de un gran hombre; le agradezco mucho a la vida de haber estado cerca. Era muy amigo de mis padres, lo conozco desde niño y siempre me resultó de una sabiduría muy profunda y aguda. No te puedo describir el dolor que siento, pero también la alegría de haber compartido esta parte del camino”, expresa Singer.
El gran maestro y amigo
Para Aurora Cano, actriz y directora de la Compañía Nacional de Teatro, Alejandro Luna es y seguirá siendo el gran ideólogo del espacio escénico del siglo XX en el teatro mexicano, que pertenece a una generación “de ruptura”, junto con Luis de Tavira y Héctor Mendoza, que piensa, reformula y rompe la manera de hacer teatro.
“Lo que lo hace particularmente entrañable para todos los que hacemos teatro es que era un hombre de teatro; su legado tiene que ver su estética, con una factura impecable, pero también fue un conceptualizador del espacio escénico, en el más profundo y complejo sentido de la palabra”, especifica.
Fueron poco más de 50 años dedicados a pensar el espacio escénico, desde los años 80 hasta la actualidad, en la cual Luna impregnó su mirada crítica y profunda al mundo teatral. Pero, sobre todo, dejó grandes enseñanzas y momentos con la gente; por ello, Cano comparte que con su muerte, toda la comunidad está de luto.
“Es un personaje muy querido, no sólo como artista, sino como humano. Siempre admiraré su entrega, humildad, su capacidad de imaginación, con cierto humor negro y una convicción y entrega absoluta por el hecho teatral”.
“Pienso que el teatro es una especie de flechazo extraño que te llega y él, siendo arquitecto, fue abducido, a nivel personal, creó un grupo de complicidades, amigos que hacen una conexión no solo laboral, sino de lazos personales entrañables. Además de sus cualidades profesionales, fue una persona muy querida por la comunidad”, concluye Aurora Cano.
Te puede interesar: Resuena la historia de la Compañía Nacional de Teatro