Adolfo Domínguez es un empresario y diseñador de moda español conocido en todo el mundo, pero a él le gusta que le digan ‘costurero’. El oficio lo aprendió de sus padres y le ha servido para vivir.
Tiene estudios en arte, es admirador de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Juan Rulfo —en ese orden—. Desde sus primeros aprendizajes en París, cuenta, desplazó a Jorge Luis Borges de sus lecturas cuando llegó a sus manos Pedro Páramo.
América Latina, después de todo, está siempre en el pensamiento del costurero, ya que tiene familia en México, por lo que le interesa lo que pase en este lado del mundo.
El afamado diseñador presenta su novela Juan Griego (Defausta, 2018; 733 p.p.), con la que busca ganarse un lugar dentro del mundo literario, así como el que ha conseguido en el de la moda, industria que ha sido señalada por ser frívola, pero, ¿qué tanto de esa actitud permea el trabajo del español?
“¿De frivolidad? La justa. La justa para no colapsar por densidad. Creo que es bueno tener ese punto de frivolidad para no colapsar. Considero que hay quien está dotado para la charla frívola, y eso es un don. Y hay quien sólo sabe hablar de cosas densas”, explica el también escritor.
Juan Griego es una historia contada en verso libre con hechos que sucedieron cuando el autor tenía entre 26 y 32 años, pero narrada desde la ficción. Es la vida de un marino y se desarrolla en Argentina y Colombia.
“La ficción, para mí, no es de cerrar la realidad, es de explicarla. Y eso es otra cosa. Cuando pones orden en la realidad tienes que escoger esos momentos vibrantes que signifiquen y entonces ir de punta en punta y dejar los valles para los escritores que les encantan los diálogos de besugos (charlas incoherentes)”, explica el diseñador.
El lado equivocado
Para Adolfo Domínguez hay varias maneras de escribir y depende mucho del lugar que se escoja para hacerlo, por ejemplo, el texto de Juan Griego está elaborado desde Latinoamérica y existe una razón.
“Los pueblos que no tienen resuelto su futuro —que nunca hay futuro resuelto, pero hay pueblos que lo resuelven mejor que otros— siempre están más politizados. Este libro está más politizado que si lo hubiese escrito en California, que se escribe de una manera. En Buenos Aires se escribe de otra. Este es un libro creado desde el lado equivocado del mundo. No desde California, sino desde el contraejemplo, Buenos Aires”, refiere el autor.
Adolfo Domínguez tardó 30 años en escribir la novela. Durante ese tiempo colectó recortes de periódicos y revistas para hacer una especie de archivo y luego irse a redactar al aire libre.
Sólo descansaba una hora para hacer algo de yoga, aunque en algún punto de su vida, combinado con su labor de empresario, el oficio de escritor lo forjó en hoteles, trenes y aviones en los que se ponía a pulir las ideas.
“A mí no me interesa esa escritura fácil de narrador. Siempre me interesó más la escritura poética. Y esa lleva tiempo. Mucho tiempo”, indica el autor.
El diseñador reconoce que el verso libre está en desuso en la industria editorial, pero es una “novedad absoluta”, porque no interfiere la lectura, a pesar de que es una novela densa.
“Para mí, la trama es un pretexto para pensar. Escribí para entender mi lugar en el mundo que me rodeaba, e incluso el mundo que me rodeaba comparado con otras civilizaciones. Escribí para entender por qué Buenos Aires fue la ciudad más rica del mundo en los años 50 y 30 años después se había precipitado en el desastre”, explica.
En definitiva, Adolfo Domínguez se ha tomado en serio el oficio de escribir y para nada lo considera como un entretenimiento.
“Tuve una vida lo suficientemente entretenida y el entretenimiento no es algo que necesite. Escribí para entender y busco lectores que quieran hacerlo”, afirma el costurero.
Homenaje a Juan Rulfo por Adolfo Domínguez
El libro tiene algunas alusiones a la técnica narrativa del escritor jalisciense Juan Rulfo.
“Hay una vez que una mujer habla desde su yo. Nada más. Me lo permití (hacer un homenaje), aunque me dijeron que tendría que ir de principio a fin, reduje, pero mi referente claramente es El Quijote, Shakespeare y Juan Rulfo, son mis tres escritores fetiche”, confiesa el autor.
La técnica rulfiana considera que está presente en Juan Griego desde la manera en que se inspiró para hacer la obra, resultado de mucho leer y releer, hasta dejar lo más indispensable.
“La búsqueda de la palabra inevitable me llevó 30 años. La escritura rápida fue la primera (versión). La escena, la trama y el tema. Eso salió rápido. Pero luego el pulirlo, es el mismo trabajo que hizo Juan Rulfo. Me imagino que es muy parecido”, considera Domínguez.
Muchas veces en la moda, lo mejor es la sencillez. Esa comparación aplica, según Adolfo, para la obra del genial Juan Rulfo, quien dejó un legado de pocas obras.
“Admiro a la gente que es capaz de romper todo lo que hizo en su vida y quedarse con 250 páginas porque dijo ‘son suficientes, qué más’. Creo que de él no hay nada más. Es que no se puede escribir más. Es tan perfecto lo que hizo, que vale más que la obra entera de muchos que han hecho 100 libros y 50 y 40”, dice el autor gallego.