Actrices se unen para contar su rabia por ser mujer
Seis actrices se unen para contar sus experiencias al vivir en una sociedad machista y acompañar a todas las que han pasado por lo mismo que ellas. Con el montaje Sex Toy, más que una denuncia, las artistas buscan generar un diálogo para reflexionar y provocar un cambio
José Pablo EspíndolaUnidas son más fuertes. Busquen a sus amigas, establezcan alianzas, creen redes de apoyo y tiendan la mano, que ninguna mujer se sienta sola, porque, bajo cierta visión, se vuelve vulnerable. Son los consejos que dan Amaya Blas, Daniela Bueno, Gabriela Montiel, Johanna Juliethe, Patricia Pacheco, Samantha Castillo y Vera Linares, actrices que tomadas de de la mano decidieron gritar: “¡No somos objetos sexuales!”.
Este grupo de mujeres, a través de monólogos, comparten sus experiencias al vivir en una sociedad machista en el espectáculo Sex Toy. “Puta”, “La Uber”, “La cubeta roja”, “¿Esto es amor?, “La vocación”, “Una tarde con Bea” y “Mi papá es Mario Bros” son los relatos que conforman este montaje.
Más que una denuncia, las actrices buscan generar un diálogo sobre “una sociedad enferma” que violenta a sus mujeres.
“Es ‘vamos a abrirnos todos, vamos a hablar, entiende lo que estoy pasando, no te estoy aleccionando para nada, me estoy abriendo, te estoy poniendo aquí todo’, es como un desnudo artístico, porque estoy sacando todo lo que traigo adentro, lo que vivo a diario, lo que viven las mamás, las hijas y las hermanas”, explica Blas.
Cada una tiene algún motor distinto. Amaya descubrió que su monólogo partió de una rabia por ser mujer en este país, no es que no le guste su género, pero se pregunta “¿por qué tengo que ser mujer en este país, en donde tengo que voltear hacia atrás cada ciertos segundos?”.
En su monólogo, “La vocación”, Amaya utiliza humor negro, sarcasmo y acidez durante este viaje, donde, básicamente, una mujer encuentra su vocación gracias al machismo.
Vera Linares es una venezolana que vive en México y al exponerse a la agresividad constante que existe en el país en contra de las mujeres, recordó otro tipo de violencias que vivió en su casa y con su pareja, pero que no reconocía.
El monólogo de Linares es “Una tarde con Bea”, que cuenta la historia de Beatriz, una mujer que está en su casa haciendo el aseo del hogar y de repente reflexiona sobre su vida, lo que está pasando en su casa con su pareja.
“Es un monólogo muy particular, porque está hablando consigo misma, pero en ese diálogo personal logra comunicarse con el otro, con la persona que la está oyendo, cualquiera que sea; ella está dentro de una relación que la violenta”, comenta Vera.
Daniela Bueno presenta “La cubeta roja”, en donde comparte la experiencia de una niña de seis años en su descubrimiento del sexo, de su feminidad y de todo lo que implica y cómo es reprimida por su abuela.
“Este texto nace en mí porque yo escuchaba y escuchaba, fui de las últimas que decidió de qué iba a hablar, y es que yo me preguntaba ‘¿por qué todas las veces yo he actuado como he actuado?, ¿por qué todas las veces me he callado?, ¿por qué todas las veces he ocultado cosas y me da pena decir lo que me ha pasado?` y descubrí que el viaje era a la niña de seis años, a la que algo la partió a la mitad, a la que algo la calló”, platica Bueno.
Monólogo de actrices Nace de la reflexión
El montaje inició como un experimento hace un año. Partió de una idea de Johanna Juliethe, Oswaldo Maccio y Daniela Bueno. Ellos invitaron a 16 actrices para hablar de la mujer como objeto, a pensar acerca de ese concepto y que se preguntaran si en algún momento se habían sentido así.
“Esto comenzó como una lluvia de ideas, sacar todo lo que teníamos, contar nuestras experiencias, levantar la mano al unísono y decir ‘yo también, a mí también me pasó eso, esto me ocurrió a mí’ y descubrir que era más grande y necesario de lo que cada uno pensó en solitario”, comparte Daniela Bueno.
El experimento comenzó a tener forma, rostro, se convirtió en una manera de decir, pero también de escuchar. Cada una de las actrices creó su código y cuando se convirtió en materia artística, las llamó el teatro.
“Cuando tuvo forma dijimos ‘a nosotros nos funciona, pero vamos a ver qué pasa afuera’ e hicimos dos lecturas para ver qué opinaba la gente y lo que ocurrió fue realmente mágico, fue escuchar a más gente decir ‘a mí también’. Iba creciendo el proyecto cada vez más y emprendimos hacer esto una realidad y empezar a descubrir cómo la experiencia de cada una de las actrices podía engranar y funcionó. Todo ha sido un descubrir absoluto”, indica Daniela.
Aunque cada monólogo es independiente y muy diferente uno del otro, se acompañan en escena, entonces, el público verá seis reflexiones durante toda la obra de teatro, pero, sobre todo, a seis mujeres acompañándose en cada uno de los viajes.
Maccio admira de las actrices la capacidad que tienen para abrirse, para confiar, para vivir un proceso como este y enfrentar la violencia.
“Es inagotable lo que he aprendido de estas mujeres. La mayoría ha tenido experiencias que no han sido las más agradables, desde situaciones muy cotidianas hasta otras que ya son más complejas. He aprendido de ellas esa capacidad de reponerse ante adversidades y continuar, siempre veré eso con cierta envidia”, asegura el director del montaje.