Abuso espiritual; una forma de violencia entre pareja de la que poco se habla

Burlarse de las creencias de la pareja o someterla para que crear en una doctrina que no es la suya es una forma de maltrato psicológico
Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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La violencia en una relación de pareja puede ser tan sutil que a veces pasa desapercibida, tal es el caso del abuso religioso o espiritual, el cual consiste en que una de las partes obligue a la otra a profesar una religión o culto que les son ajenos a sus propias creencias.

Este tipo de abuso comienza con el tema de la boda, pues muchas religiones en el mundo no permiten que sus fieles contraigan matrimonio con personas ajenas a la doctrina, por lo que uno de los dos debe convertirse si es que quieren casarse ante alguna iglesia.

El chantaje es la principal herramienta para hacer que la otra parte ceda y se convierta a una religión que le es ajena. ‘Mi familia no me deja estar contigo si no nos casamos en la iglesia’ o ‘no puedo vivir con alguien que no cree en mi dios’, son frases comunes en estas relaciones.

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Se trata de una vertiente de la violencia psicológica, pues incluye prácticas como la intimidación, manipulación, amenaza directa o indirecta, humillación, asilamiento, manejo de bienes comunes, chantaje, vigilancia constante o la destrucción de objetos apreciados por la víctima.

“Los maltratadores atacan emocionalmente a sus víctimas buscando erosionar su autoestima, someterlas, humillarlas y avergonzarlas, con el fin de aumentar el control y el poder sobre ellas”, señala Marta Perela Larrosa, catedrática de la Universidad Complutense de Madrid.

El abuso espiritual también se caracteriza por las burlas y menosprecios hacia las creencias, rituales y objetos ‘sagrados’ de la otra persona, lo cual le hace cree que su religión, probablemente la de su familia, es absurda, tonta y sin ningún valor teológico.

Pero este tipo de violencia no sólo se ejerce de una persona religiosa a otra, sino también de alguien que profesa una creencia en contra de un ateo, o viceversa, cuando la persona que no cree en un dios humilla a su pareja por llevar una vida espiritual.

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Como la mayor parte de las formas de violencia, este abuso se agrava con la llegada de los hijos, pues ahora ambos padres deben decidir que religión es la que les inculcarán, en este caso la parte abusadora no pregunta al otro, sólo comienza a criar al menor en sus creencias.

La situación se vuelve aún más compleja cuando la pareja decide divorciase, pues aunque ya no estén unidos, aún deben lidiar con el tema de la religiosidad de sus hijos, la cual se complica aún más, por temas de custodia y patria potestad.

“Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado”, señala el artículo 24 de la Constitución, la cual también indica que los padres pueden criar a sus hijos como mejor les parezca, dentro de la ley.

El tema aquí es que ambos padres ejercen creencias distintas y ambos quieres criar sus hijos como mejor les parezca, situación que suele generar problemas si no se habla del tema y no se llegan a acuerdos sobre el tema.

Esta forma de abuso también puede tornarse a otra clase de violencia, por ejemplo física, como forma de sometimiento y castigo, o económica, es decir, obligar al otro a que dé parte de su dinero o recursos para apoyar a determinado templo o iglesia.

¿Es correcto que someta a alguien para que crea a mi religión?, ¿quiero estar con alguien que no sólo no respeta mis creencias, sino que quiere que las abandone?, son las preguntas que especialistas recomiendan que la pareja se haga antes de contraer matrimonio.

No es que una relación entre parejas de distintas creencias se imposible, pero se requiere un grado de madurez y aceptación para llegar a un consenso en el que ambos acuerden respetar mutuamente en lo que creen y no tratar de convertir al otro.

Ahora, en el caso de los hijos, lo ideal es que éstos sean expuestos las creencias de ambos padres, para que una vez que crezcan y desarrollen un criterio propio decidan cuál de ellas asumen para su vida o quizá se inclinen hacia otra doctrina o la ausencia de esta.

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