El 6 de enero de 2011, el prodigioso programador Aaron Swartz ingresó al campus del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en bicicleta. Portaba un casco blanco, según la información obtenida del circuito de cámaras de una de las instituciones académicas de mayor prestigio en Estados Unidos.
Usando el casco para proteger su identidad, Swartz llegó a un área restringida del “Edificio 16”, en donde se encuentra parte de la red de cableado del MIT. Minutos después, salió con una laptop y un disco duro externo.
Su plan había salido hasta ese momento perfecto. Tres meses antes, Swartz había adquirido una laptop marca Acer que colocó de incógnito –tal vez él mismo, quizá alguien más– en ese cuarto de cableado. Conectada en la Red del MIT, la laptop comenzó a descargar artículos académicos de los journals de la base de datos de JSTOR, uno de los sistema de archivo en línea de publicaciones académicas más relevantes.
Muchas universidades –públicas y privadas– pagan una suscripción cuantiosa para que esa base de datos esté disponible a sus alumnos; normalmente solo puede ser consultada a través de la Red de los campus, restringiendo el acceso de esa fuente de conocimiento exclusivamente a quienes estén conectados dentro de la Red de la universidad.
Pero Swartz era un firme creyente de la libre distribución del conocimiento, así que tenía planeado compartir a todos los usuarios de Internet más de 4.8 millones de artículos académicos que robó al conectar una laptop “intrusa” en las entrañas del MIT, a través de un torrent o un servicio P2P.
Lo que pretendía ser una proeza geek al más puro estilo de “Robin Hood”, terminó por ser su peor pesadilla. A las dos horas de haber salido del MIT, Swartz fue detenido gracias a una investigación que involucró al Servicio Secreto estadounidense. De esa magnitud es el tema de la defensa del copyright en aquel país. ¿La moraleja?: Nadie se mete con los intereses privados de editoriales, compañías discográficas, productoras de cine y demás involucrados en el negocio de los derechos de autor.
Esta es sola una de tantas historias que marcarían la corta vida de Aaron Swartz, el niño prodigio de la computación que a sus 14 años de edad coprogramó las especificaciones del protocolo RSS 1.0 y que fue encontrado el 11 de enero pasado ahorcado en su departamento de Crown Heights, en Brooklyn. Tenía 26 años de edad.
La voz de Internet
Swartz era un niño cuando ayudó a escribir el código del Really Simple Syndication (RSS), el formato XML que nos sirve para recibir información actualizada de manera frecuente, de la fuente de contenidos a la que nos hayamos suscrito. En resumen, creó la base con la que hoy damos por sentado servicios y apps como Google Reader o Flipboard.
Era un adolescente cuando ayudó al abogado de la Universidad de Stanford, Lawrence Lessig, a terminar el primer borrador de la licencia de Creative Commons, la organización sin fines de lucro que le otorga a los usuarios instrumentos jurídicos de fácil uso que les permite a los creadores de contenidos en Internet seleccionar los términos y condiciones de derechos de autor de su obra que más les convenga.
El precoz genio de la programación pudo haber inventado cualquier cosa, otro servicio, sitio, app o startup, dejar que floreciera y vendérselo a Google por una cantidad exagerada de dinero. Pero el modus operandi de Silicon Valley no era lo suyo.
Swartz optó por el activismo, volcó todo su talento a desarrollar las armas necesarias para combatir la censura en la Red, proteger la libertad de Internet y para esparcir el conocimiento a muchas más personas.
Su talento lo llevó a convertirse sin querer en el vigilante de la vida digital tal como la conocemos. Su participación en el movimiento en contra de las propuestas de ley SOPA y PIPA fue determinante para la histórica victoria de los usuarios en contra de los poderosos intereses de las empresas que defienden a muerte los derechos de autor.
Pero Swartz era vulnerable, sufría desde hace tiempo rachas de depresión. Su familia atribuye directamente como causa de suicidio a la presión de la que fue objeto de parte del gobierno estadounidense.
A pesar de que ni el MIT ni el grupo que controla a JSTOR presentaron una demanda en contra de Swartz, las autoridades siguieron por su cuenta el caso, utilizándolo como un duro ejemplo de lo que le espera a quien se atreva a violar los derechos de autor a ese nivel.
La fiscalía estadounidense puso especial énfasis en este caso; de haber sido encontrado culpable, Aaron Swartz podría haber sido condenado hasta por 35 años de prisión, así como ser sujeto a pagar una multa que podría haber ascendido a poco más de un millón de dólares.
El juicio estaba programado para iniciar el próximo mes. Pero hasta la mente más brillante sucumbe ante presiones de este tipo.
El Estado vs. Swartz
Aaron Swartz no concebía la idea de que el conocimiento estuviera restringido a aquellos que no pueden pagar una universidad de élite. Así que decidió robar casi 5 millones de artículos académico de la base de datos JSTOR desde el MIT, pero fue sorprendido y detenido. Aunque nadie presentó cargos en su contra, el Tribunal de Distrito de Massachusetts utilizó el caso para castigar duramente este comportamiento. En total presentaron 13 cargos que iban desde fraude electrónico hasta daños imprudentes.
12 años intensos
Aaron Swartz plasmó su huella en distintos ámbitos que de una u otra manera tienen un impacto en nuestro día a día en Internet; desde la creación de servicios a base de código abierto, hasta la defensa de la libertad en la Red.
— 2001: RSS 1.0
Tenía 14 años de edad cuando ayudó a escribir el código de este protocolo.
— 2002: Creative Commons
Ayudó a terminar el borrador de la primera licencia de CC a sus 15 años.
— 2004: Markdown
Cocreador de este lenguaje de marcas ligero, útil en el mundo de los blogs.
— 2005: Reddit
Aunque su nombre no aparece, es cofundador de este popular sitio.
— 2006: Open Library
Creó la columna vertebral para convertir el sitio en una gran biblioteca de la Red.
— 2010: Demand Progress
Cofundador de esta organización que lucha en contra de la censura en Internet.
— 2010: Ética y Harvard
Miembro del Centro Edmond J. Safra para la ética, donde trabajó con Lawrence Lessig de CC.
— 2011: JSTOR
Quería distribuir 4.8 millones de artículos académicos de manera gratuita.
— 2012: Vs. SOPA/PIPA
Un líder del movimiento que frenó las propuestas para regular Internet.
— 2013: Suicidio