Un cuarentón acaba de heredar el negocio familiar, trata de actualizarlo, tiene serios problemas con su madre controladora, ama a su familia, pero disfruta de tener amantes, está preocupado y deprimido, va a terapia para encontrar el sentido de la vida. Ésta podría ser la historia promedio de cualquier persona, salvo que este hombre es el jefe de la mafia en todo Nueva Jersey; se trata Tony Soprano.
Hace exactamente 10 años un fundido a negros se llevó para siempre a Tony, Carmela, Anthony Jr y Meadow. Los Soprano habían terminado, pero su legado e influencia en la concepción de la televisión moderna apenas comenzaba.
La serie creada por David Chase en 1999 se adueñó del olimpo de la televisión por la construcción de sus personajes, hombre y mujeres que reflejaban una gran profundidad y cuya naturaleza se encontraba completamente alejada de la maniquea división de los “buenos” y los “malos”.
Durante la primera temporada, Tony acompaña a su hija Meadow a conocer algunas universidades, en el camino se encuentra a un antiguo socio que ahora se ha convertido en una “rata” protegida por el FBI. Bajo el pretexto que olvidó su reloj en un hotel, el jefe de los Soprano deja a su hija en un campus, mientras va en busca del “traidor”.
Tony ahorcar de manera inmisericorde al hombre que alguna vez traicionó a la familia que le dio una casa y una razón para vivir, la mafia de Jersey. El tipo rasguña y patalea, pero las poderosas manos de su verdugo ya han dictado sentencia.
El capo abandona a su víctima y regresa por su hija, quien no se ha enterado de nada, él la abraza y la besa de manera efusiva, como si nada acabara de pasar. Tony es un buen padre, amoroso y preocupado por el futuro de sus hijos, pero al mismo tiempo es el mafioso más temido.
¿Entonces, Tony es bueno o es malo?, ninguno de los dos; el tipo es humano. Sin darse cuenta, el público terminó amando a un desalmado, mujeriego y estricto mafioso, pero que al mismo tiempo era un hombre de familia, no era un padre modelo, pero si uno que se preocupaba y actuaba para dar los mejor a sus hijos.
Antes de Breaking Bad, Game of Thrones, e incluso Narcos, Los Soprano ya habían borrado la falsa línea entre el bien y el mal, el público y la crítica quedó fascinada por un producto audiovisual en el que podían verse a sí mismos y que abandonaba la representación caricaturesca de la figura del mafioso.
El boom de la serie embonó perfecto para el momento político, social y económico de los Estados Unidos tras los atentados del 9/11. Por aquellas fechas, algunas personas comenzaron a preguntarse: ¿realmente somos los buenos y ellos los malos?
La pieza clave para entender Los Soprano es el concepto de familia, durante las casi 90 horas en las que HBO transmitió la serie, Tony debí lidiar y resolver los problemas que surgían día a día en sus dos familias; la sanguínea y la de la mafia.
Tony era un hombre forjado en los viejos principios del machismo, por lo que expresar sus sentimientos y preocupaciones podría ser visto como una muestra de debilidad, algo que en el terreno de la mafia, literalmente, podría costarle la vida.
El capo de Jersey sólo podía expresar sus verdaderas preocupaciones frente a la Doctora Jennifer Melfi. En terapia, Tony podía llorar porque un grupo de patos bebé abandonó la piscina de su casa, pero también podía tener un ataque de ira contra su madre e incluso tener fantasías sexuales con su psicóloga.
Los Sopranos también consolidó el concepto de megafilme, es decir, aquellas series de televisión que no tienen nada que enviar a las grandes películas, pues procuran una alta calidad en contenido, producción fílmica y grandes actuaciones.
Un 10 de junio de 1997 la serie desapareció de la pantalla con un fundido a negros, que dejó a muchos seguidores con una gran intriga, sin embargo, Los Soprano desparecieron de la pantalla no para morir, sino para extenderse a los mejores contenidos de la televisión actual.