La cabeza me va a reventar. Siento un cansancio extremo, una tristeza profunda y una sensación de angustia que no sé de dónde viene. Paso de sudores extremos a temblar en medio de un frío invisible. Siento un hueco, un vacío. Como que algo le falta a mi vida y no sé qué es…
Pasan los días y las semanas y esta sensación no se va. Cuando empiezo a repasar mis últimos meses para descubrir una razón caigo en cuenta de que todo comenzó desde que decidí “desconectarme de la mátrix”…
Después de una larga enfermedad que me paró en seco por un mes y medio, causada por el exceso de trabajo y de estrés, decidí hacer cambios urgentes y permanentes: comencé a trabajar a un ritmo más lento, a rechazar más proyectos y compromisos de los que puedo manejar, a armar una agenda donde, además de trabajo y obligaciones, haya tiempo para mí y para mi familia, y a publicar mucho menos contenido en las redes.
El resultado: una vida más tranquila, donde tengo tiempo de respirar y disfrutar más mis momentos presentes, pero en el camino también he padecido los efectos de la desintoxicación que he tenido por años de esta adicción al estrés.
No se trata sólo de mí. El estrés es la enfermedad mental del siglo XXI, dice el Banco Mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas, 450 millones en el mundo, sufren de al menos un trastorno mental. Se trata de más del 44% de la población.
Es fácil caer en la trampa del estrés. Todo comienza con querer ser competitivo, ascender en los puestos de trabajo, tener una alta productividad y convertirnos en “personas exitosas”.
Cadena mortal
Esta cadena destructiva empieza con el estrés, que nos hace producir cortisol y dopamina,dos hormonas que puede provocar un “subidón natural” en nuestro organismo al activar los centros de excitación y atención del sistema nervioso periférico, explica el neurocientífico Jim Pfaus. Si esto se prolonga, puede llegar a ser “tan adictivo como las drogas”.
A los líderes y los emprendedores se les aplaude porque trabajan incansablemente para que su organización sea un éxito, manejan los problemas que surgen, idean estrategias cuando ocurre lo inesperado, soportan presiones y frustraciones. Pero todo esto es una receta infalible para un estrés garantizado.
Luego, para manejar estas presiones, estas frustraciones y este estrés recurrimos al alcohol o a otras drogas. El cuadro se complica porque entramos en una espiral que nos puede llevar a la muerte, algo que en Japón ya tiene un nombre: Karoshi, la muerte por exceso de trabajo.
El estrés crónico mata a través del suicidio, la violencia, un ataque al corazón, apoplejías e incluso el cáncer. El estrés crónico se convierte en burnout. Se estima que cada año mueren más de tres millones de personas por burnout y que el costo para la economía global de esta enfermedad es de más de 322,000 millones de dólares anuales.
Al final, como en todos los problemas, es necesario tomar acción para resolverlo. Pero ni tú ni yo ni nadie podemos solos. Es necesario pedir ayuda. Te aseguro que es posible vivir con menos estrés. Yo estoy en esa batalla ahora. Te invito a ti a intentarlo.
Genaro Mejía es periodista de negocios, consultor en comunicación y contenido estratégico, speaker y LinkedIn Top Voices Latam.