Felipe Calderón olvida un aforismo jurídico que posiblemente entre sueños escuchó en sus clases. Nadie puede alegar su propia torpeza. En efecto, cuando siendo presidente permitió el acceso de tropas y pertrechos militares a mar territorial, sin autorización del Senado de la República, violó la ley. Pero con su osadía, sólo comenzó un camino que llegaría al cotidiano y usual espionaje de la vida nacional.
Calderón aprobó o al menos toleró que los drones gradualmente se internaran en territorio mexicano, y, en lugar de usar los enormes caudales que le aprobó el Congreso para comprar equipo táctico aéreo nuevo, recibió aparatos en estado crítico de uso, por no decir desvencijados, los cuales también técnicamente se encuentran en condición de reportar actividades, comunicaciones y planes de vuelo. Lo regalado a veces sale caro.
El dinero público se usó para comprar chalecos, pagar viáticos y uno que otro drón que supuestamente chocó a los pocos días de estar en operación. Los restos -por supuesto- fueron borrados del mapa, “por seguridad nacional”. Por eso las dadivas tecnológicas estuvieron tan de moda con el michoacano.
Al hablar de idoneidad para hacer un reclamo al vecino del norte, por lo que no puede admitir le resulta información estratégica tanto en el trasiego de drogas, como en cuanto a la penetración de grupos violentos desde su frontera sur, resulta obligado el restañar la célebre lealtad de Meade. Así es, se trata de una persona que recibió trato preferencial en los Estados Unidos en materia educativa. Que directa o indirectamente, ha echado raíces en tierra texana. Que aparece y desaparece en territorio americano, en aviones matriculados allá, sin concesión mexica.
Cuando se le encomendó que hiciera una revisión del rescate bancario, no sólo no hubo responsables, sino que estuvimos cerca de tener que poner más dinero. El pleito lo zanjó ese juez que tenía un secretario multimillonario, con un IPAB prácticamente tirado a la lona. Cuando se le encomendó que revisara el tortuoso inventario crediticio de BANRURAL, convertido en un ente de cuestionable trayectoria conocido como Financiera Rural, no sólo no fincó responsabilidad a los morosos, sino que inauguró un mecanismo fast track para centrales campesinas amigas.
Ahora resulta que esa Financiera, enclave panista negociado por Meade para las huestes de Cordero, viene por más, ante una Auditoría Superior que no encuentra los guardados y no entiende de otorgamiento de crédito con recursos públicos.
A la menor provocación y sin facultad alguna, opina sobre la resolución que liberó a Quintero, cuya actividad hoy no sólo se pretende legalizar, sino que su mentor, el vende botas, quiere practicar en su centro comprado con “donaciones” de beneficiarios de su administración.
Cómo levantar la voz, si los micrófonos se pusieron en el cielo y en muchas oficinas públicas, en el sexenio de quien lo llevó de una modesta coordinación de asesores a dos secretarias de despacho. ¿Lo hará?