¿Y la soberanía de los estados?

¿Semejante eficiencia tiene su origen en un profundo conocimiento de los legisladores locales en materia petrolera? ¡Qué va! ¿Habrían sido informados paso a paso de la evolución de las negociaciones en el Congreso de la Unión de tal manera que resultó inútil cualquier cuestionamiento? ¡Qué va! ¿Serán expertos en energía y por ello coincidieron en términos absolutos en una decisión que, de ser bien instrumentada, podría cambiar el rostro de México? ¡Qué va! 

Francisco Martín Moreno Francisco Martín Moreno Publicado el
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¿Semejante eficiencia tiene su origen en un profundo conocimiento de los legisladores locales en materia petrolera? ¡Qué va! ¿Habrían sido informados paso a paso de la evolución de las negociaciones en el Congreso de la Unión de tal manera que resultó inútil cualquier cuestionamiento? ¡Qué va! ¿Serán expertos en energía y por ello coincidieron en términos absolutos en una decisión que, de ser bien instrumentada, podría cambiar el rostro de México? ¡Qué va! 

¿O simplemente acataron incondicionalmente instrucciones como en los viejos tiempos del “carro completo” o de “la dictadura perfecta” cuando quien se movía no salía en la fotografía…? ¡Esto último sí que va…!

Los cinco días en que votaron a favor de la reforma energética en los primeros 17 estados de la Federación dejan al descubierto no solo la ausencia de soberanía en dichas entidades que me recuerdan la vieja estructura constitucional centralista, la de “Las 7 Leyes” de los patéticos años de Santa Anna, sino que me alarma el hecho de que los estados mexicanos que flotan en petróleo y gas shale y aquellos que abastecen de fluido eléctrico al país, no hayan aprovechado la coyuntura reformista para reclamar derechos de explotación de su subsuelo o de su suelo en términos de energía eléctrica. 

Tabasco, Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Chiapas y Oaxaca, entre otros más, bien podrían haber exigido una participación económica por cada barril de petróleo o cada kilowatt producido en su territorio y, sin embargo, desaprovecharon esa dorada oportunidad para lucrar fiscalmente en beneficio de sus gobernados. 

¿No podían haber exigido una buena compensación por la extracción de la riqueza de sus recursos naturales? ¿Por qué no lo hicieron? ¿Miedo, temor, solidaridad o cobardía? He ahí otra muestra desastrosa del centralismo político mexicano del siglo 21. 

¿Qué tal hubiera lucido un gobernador que saltara a la palestra en estos términos?: “Convoco a mis colegas a crear un cártel de estados para que la Federación nos pague o indemnice por el petróleo extraído de las entrañas de nuestras tierras o no aprobaremos la reforma energética. Alguna ventaja adicional debemos tener por ser titulares de los manantiales de oro negro…” ¡Claro que hubieran perdido la moción por simple mayoría pero ahí habría quedado un desplante democrático sin precedentes…!

Si bien quedó exhibida la ausencia de soberanía estatal, también quedó evidenciado el papel retrógrado de la así llamada “izquierda mexicana” que intentó confundir a los inversionistas extranjeros con el argumento ingrávido de que una consulta popular podría derogar la reforma energética, cuando dicha consulta jamás podría ni siquiera enmendar la Constitución. 

La mala fe se suma a la patética ignorancia, desde que la oposición a la apertura petrolera de parte de la izquierda troglodita consistió en meros arranques emocionales sin contenido racional y tecnológico.

Lo importante es que ya existe reforma energética que habrá de cambiar para bien el rostro de México.

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