Recientemente la candidata de las mentiras, Claudia Sheinbaum, dijo que Andrés Manuel López Obrador “llegó a la Presidencia por una ambición personal”, lo mismo que ella, de lo contrario, no sería su candidata presidencial.
La ambición del presidente va más allá de este sexenio y lo sabe muy bien Claudia, por eso fue la elegida. Para que él siguiera gobernando a través de ella. Y no lo digo yo, lo vemos todas y todos, incluidos los morenistas.
La candidata del régimen sabe bien que en esta campaña se hace lo que dice el dedito de Palacio Nacional, y de no ser así, habrán llamadas de atención tal y como ocurrió después del primer debate presidencial.
La ambición por retener la Presidencia es lo que une a Sheinbaum con López Obrador. Por eso es la candidata de la continuidad, la que tiene la tarea de llevar al segundo piso la transformación de cuarta, para eso se le pasó el bastón de mando. No por sus méritos y mucho menos por haber gobernado la Ciudad de México con eficiencia, oportunidad e inteligencia, no, sino porque desde la Jefatura de gobierno hacía sin cuestionar lo que decía el presidente.
De no ser así, entonces el candidato habría sido Marcelo Ebrard o Adán Augusto, ambos incondicionales del inquilino de Palacio Nacional, pero eso no era suficiente, el presidente quería algo más que la incondicionalidad, él buscaba una réplica, y eso lo encontró en Claudia.
La declaración de Sheinbaum dejó al descubierto algo que ya sabíamos desde el 2006 cuando López Obrador perdió la Presidencia por primera vez, que su aspiración por la silla presidencial no era precisamente por hacer de México un extraordinario país, sino por su ambición al poder.
Hoy la afirmación de la candidata de las mentiras ha pintado de cuerpo entero su Plan C. Así que, querido lector, hágase un favor y hágaselo al país entero, evite votar por Morena, por Sheinbaum y por cualquier candidato del Verde Ecologista, Partido del Trabajo o Movimiento Ciudadano.
Si bien las aspiraciones y sueños personales surgen de la ambición de ser mejores, las del presidente y Sheinbaum no son precisamente así, ellos buscan servirse a sí mismos y a sus incondicionales.
Recuerde usted, querido lector, que López Obrador odia a los aspiracionistas. Así que evite votar por las ambiciones personales y mejor salgamos a votar por el cambio, por la vida, la verdad y la libertad, votemos por Xóchitl Gálvez, la única opción que nos garantiza un gobierno para todas y todos.