Nada lastima más a un país ni enferma tanto a su sociedad como la violencia familiar. Todo lo que pasa en nuestros hogares, bueno o malo, escala a nivel social y de ahí retorna magnificado a la familia.
Un país violento es resultado de millones de hogares en los que predomina la violencia y viceversa, porque quien la sufre la reproduce. El problema es multicausal y su solución multifactorial. En todo caso, ni siquiera hemos abordado esta última seriamente en lo que a la familia se refiere y en los últimos cuatro años hemos dejado de hacerlo en lo que a la sociedad respecta. Un panorama desalentador.
La tipificación como delito de la violencia familiar (en 1997) no combatirá por sí sola las consecuencias de su normalización histórica, las cuales comienzan por daños psicológicos severos que se convierten en conductas sociales destructivas y diseminan odio, desconfianza y rencor.
La pobreza, la falta de educación y de empleo, la inseguridad, la corrupción, la negligencia de las autoridades y, en general, la mala calidad de vida son factores que ocasionan violencia familiar, pero son igualmente sus productos.
Ahora vayamos a lo más alarmante: las cifras. En México la violencia familiar ha crecido exponencialmente. En 2021 se registró el mayor número de casos en la historia del país, con 253 mil 736, y de enero a abril de este año rompimos récord cuatrimestral, con 83 mil 30 casos.
Es una cifra baja comparada con el número habitantes del país, porque solo está basada en el número de denuncias, que se calculan en apenas 10 por ciento de los eventos que realmente suceden.
Es sabido y reconocido a nivel mundial que la pandemia por COVID-19 incrementó la violencia familiar, pero es solo un factor. En México, por ejemplo, se registró un crecimiento de 17 por ciento de 2018 a 2019 (uno de los mayores desde 2015) cuando aún no sospechábamos de la crisis sanitaria que se avecinaba.
Gracias al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) podemos acercarnos más a nuestra realidad: tras encuestar a 18 millones de hogares, que son cerca de la mitad de los que hay en el país, detectó que de enero a septiembre de 2021 hubo cerca de 2.76 millones de personas violentadas en 1.36 millones de familias.
Para el mismo periodo, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública reportó 192 mil 746 casos. Pero si les sumamos la cifra negra (los que no se denuncian), estaríamos hablando de un millón 927 mil 460.
La cifra sigue siendo menor a la del INEGI, pero hay que tomar en cuenta que el tipo de violencia que se expresa en respuesta a una pregunta directa puede no ser extrema, en tanto la que se denuncia casi siempre lo es.
Dupliquemos la cifra del INEGI para aproximarnos a lo que sucede en todos los hogares mexicanos: tendríamos 5.52 millones de personas violentadas en 2.72 millones de familias durante los primeros nueve meses del año pasado.
Sabiendo, además, que en millones de casos no se externa el problema, por miedo, vergüenza o culpa, las cifras ya se vuelven verdaderamente preocupantes. Sobre todo porque insinúan un gran porcentaje de evasión del problema y, por tanto, de la responsabilidad para solucionarlo, dentro y fuera de la familia.