El crecimiento económico se desplomó a un 1.1 por ciento en 2013, el mínimo nivel en cuatro años. Nada parece indicar que el primer trimestre del presente año superará a los indicadores del catastrófico 2013, más aún si la recaudación federal cayó en un 10 por ciento en este primer bimestre.
Otro dato terrorífico se encuentra en el análisis de la deuda pública que Hacienda desea camuflar para no propiciar el pánico, llamado fuga de capitales, fenómeno que no tardará en producirse de no cambiar radicalmente las circunstancias actuales.
¿Es posible acusar a La Casa Blanca de la miscelánea fiscal que ha paralizado la evolución económica de México, o a quién responsabilizar del creciente endeudamiento del país para suplir la incapacidad o la cobardía tributaria para financiar proyectos demagógicos como el del seguro para adultos mayores, o finalmente a quién se debe señalar por el daño causado a la industria de la construcción desde que el INFONAVIT habrá de pagar el seguro de desempleo de los trabajadores mexicanos en lugar construir sus casas habitación? ¿La culpa la tiene Obama…? ¿Debemos de procesar a Obama por la incapacidad del gobierno mexicano al no ejercer oportunamente el gasto público? ¿Debemos incriminar al jefe de la Casa Blanca por haber erosionado el gasto de los consumidores al imponer impuestos draconianos, con lo cual se contrajo la expansión de las empresas? Tal vez el secretario del Tesoro de EU es a quien debemos dirigirnos para atacar el problema de la obesidad asfixiante del gobierno mexicano…
El crecimiento de las empresas mexicanas es patético. Un novato de la escuela de economía ya entendería que a más empresas sanas, más empleos, más consumo de productos nacionales, más equilibrio social, más divisas, más utilidades, más recaudación tributaria en todos los niveles de gobierno, más crecimiento económico y más capitalización: unas empresas fuertes hablan de un fisco fuerte y por ende, de un país fuerte al contar con más presupuesto público para construir más obras de infraestructura, dotar con más y mejores servicios a la comunidad, más y mejores sistemas de impartición de justicia, más solidez institucional, más y mejor educación, más democracia, más desarrollo político, más certeza y oportunidades de negocios para los inversionistas nacionales y extranjeros, más posibilidades de abrazar más proyectos sociales, culturales y económicos y a la inversa…
Un párvulo también comprendería lo anterior, sin embargo, Luis Videgaray, el secretario Hacienda, la gran decepción de esta administración, se niega a escuchar, se niega a entender, se niega a reconsiderar el diseño de su estrategia fiscal, así como sus proyectos suicidas de endeudamiento nacional muy a pesar de que los indicadores económicos sugieren una orientación inexplicable hacia un nuevo colapso financiero, monetario, económico y social…
¿Videgaray entenderá que el fracaso del gobierno de Peña Nieto pavimentará el acceso de López Obrador al poder? ¿Quién desea a un “Maduro mexicano” en el poder para gobernar con recetas sacadas del bote la basura…?