Vida a la Corte
Erradicar la esclavitud no fue tarea fácil aunque el consenso era que el único dueño de la persona era la persona misma.
Los intereses económicos pesaban y el momento de su abolición se retrasaba. Finalmente la humanidad evolucionó y ahora esconde su cabeza quien practica la esclavitud.
Pablo Mier y TeránErradicar la esclavitud no fue tarea fácil aunque el consenso era que el único dueño de la persona era la persona misma.
Los intereses económicos pesaban y el momento de su abolición se retrasaba. Finalmente la humanidad evolucionó y ahora esconde su cabeza quien practica la esclavitud.
Cuando hace unos días compareció ante el Senado Alberto Gelasio Pérez Dayán, por ser miembro de una de las ternas que el presidente Calderón propuso para el Senado, sin tapujos dijo al exponer su postura sobre el aborto: “Soy un ferviente defensor de la vida como debe ser todo demócrata…” vino a mi mente el debate que se vivió en el siglo 18 sobre la esclavitud.
No todos entendían lo atroz de la esclavitud e incluso algunos, entendiéndolo, no podían suprimirlo en aras de causas básicamente económicas.
No es el caso del próximo ministro Alberto Gelasio Pérez Dayán, pero sí el del otro que será ministro, don Manuel Baraíbar.
La ciencia sabe, aunque algunos no lo quieren ver, cómo a inicios del siglo 18 no aceptaban la inhumanidad de la esclavitud, que el hombre es hombre no cuando nace sino cuando es concebido.
Nadie lo ha explicado mejor que el ex secretario de Salud Jesús Kumate, en épocas en las que los secretarios de Educación además de serlo eran científicos, ofreciendo los siguientes datos que responden a la pregunta qué él mismo plantea:
¿A partir de la fertilización qué tiene y qué hace el cigoto?
1. Posee toda la información para expresar o silenciar los 25 mil genes identificados en la especie humana responsables de nuestra individualidad.
2. Escapa a la vigilancia del sistema inmunológico de la embarazada, que debiera rechazarlo como algo extraño.
3. Controla la motilidad uterina, prepara la implantación en el útero, favorece la formación de la placenta e inhibe la menstruación.
4. Durante la gestación, los genes del cigoto son suficientes para sintetizar todas las hormonas necesarias e incluso provee a la embarazada de algunos esteroides.
5. A la tercera semana está formado la base del sistema nervioso.
El aborto, inducido o no, castigado o no, es la muerte del producto de la concepción en cualquier momento de la preñez… y solo puede morir lo que se halla vivo, afirmó hace años Ignacio Morales Lechuga, quien fuera procurador general de la República hace algunos años.
Pero si esto no bastara le comparto, amigo lector, unas palabras de Bernard Nathanson, mejor conocido como el Rey del Aborto, que después de haber practicado miles de abortos se expresaba así: “Fue en 1971 cuando me involucré directamente en la práctica de abortos. Las primeras clínicas abortistas de Nueva York comenzaban a explotar el negocio de la muerte programada. Realicé más de 60 mil abortos.
“Aborté a los hijos no nacidos de amigos, colegas, conocidos e incluso profesores. Llegué incluso a abortar a mi propio hijo.
“La nueva tecnología, el ultrasonido, hacía su aparición en el ámbito médico y el día en el que pude observar el corazón del feto en los monitores electrónicos, comencé a plantearme por vez primera qué era lo que estábamos haciendo verdaderamente en la clínica”.
Nathanson publicó en la revista médica The New England Journal of Medicine un artículo sobre su experiencia con los ultrasonidos, reconociendo que en el feto existía vida humana. Incluía declaraciones como la siguiente: “El aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano del mundo. Negar esta realidad es el más craso tipo de evasión moral”.
Aquel artículo provocó una fuerte reacción.
Nathanson y su familia recibieron incluso amenazas de muerte, pero la evidencia de que no podía continuar practicando abortos
se impuso. Había llegado a la conclusión de que no había nunca razón alguna para abortar, que el aborto es un crimen.
El Senado decidirá hasta después de muertos si los dos nuevos ministros van o no por la vida.