Estrella diplomática

Aquel día en el que el ahora exembajador ante la UNESCO, Andrés Roemer, se tomó muy en serio su representación en París y se pasó por el “Arco del Triunfo” el protocolo diplomático mexicano y filtró correspondencia y comunicaciones consulares, incurrió en la antigua práctica suicida samurai denominada harakiri. 

 

Rodrigo Villegas Rodrigo Villegas Publicado el
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Aquel día en el que el ahora exembajador ante la UNESCO, Andrés Roemer, se tomó muy en serio su representación en París y se pasó por el “Arco del Triunfo” el protocolo diplomático mexicano y filtró correspondencia y comunicaciones consulares, incurrió en la antigua práctica suicida samurai denominada harakiri. 

 

México votó a favor de la resolución que reconocía al patrimonio palestino en Jerusalén, Roemer incurrió en sabotaje, y obligó a la Cancillería a cambiar el sentido del voto. Poniendo en ridículo al Estado mexicano, incluyendo al presidente Peña Nieto. ¡No le ayudes, compadre, estás viendo y no ves! Exhibió a la secretaria Claudia Ruiz, puso en evidencia la debilidad ante las posturas del gobierno en asuntos internacionales.

 

Pero más allá de eso, la destitución del diplomático no sólo era justa y necesaria, sino que es de esas cosas que no deben quedar ahí. Porque sabotear la postura diplomática de un Estado laico es quebrantar la ley. 

 

Y es que una cosa es la incuestionable sólida relación con la comunidad judía en México y con Israel, y otra cosa es no respetar las estrategias diplomáticas del país, que tiene como objetivo salvaguardar los intereses del Estado. 

 

La resolución reconoció la importancia de la Ciudad Vieja de Jerusalén para las tres religiones monoteístas, el debate entre ellas es un tema que como gobierno México debe mantenerse al margen. Alguien como Andrés Roemer, ilustrado y educado en las mejores universidades del mundo, tendría que saber que una cosa es que Bibi Netanyahu, el primer ministro de Israel, condene cierta resolución de un organismo internacional sobre un tema que después de la Guerra de los Seis Días en 1967, y una disputa diplomática que parece no tener fin, reclama como territorio del Estado de Israel; y otra cosa es que un embajador mexicano determine sabotear un voto diplomático por razones religiosas. 

 

México se relanzó en sus relaciones exteriores con el presidente Peña Nieto en los primeros años de su administración, por menos probable que eso se viera. Sin embargo, la microadministración de las decisiones de gran envergadura a nivel económico, energético y diplomático han arrinconado al Presidente que pareciera tornarse incrédulo ante sus asesores y representantes en dichos temas. 

 

Si a ello se le suma la calidad y cantidad de representantes diplomáticos que son comisionados en una especie de exilio, premio y seguro de desempleo el esfuerzo de reconocer de la canciller poco es apreciado. 

 

Por ello, que los diplomáticos que pretenden ser estrellas o ganarse una estrellita, se apeguen al protocolo y sigan la línea de su Presidente, con independencia de la luz que los ilumine: cruz, creciente y estrella o la estrella.

 
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