Más allá de las suma de ignorancias, que corean lo que desean, sin conocer bien a bien lo que votaron, será la realidad la que acabará por imponerse de manera rápida y furiosa.
Con contundencia inusual en ellos, los legisladores muestran más su deseo de agradar al poder central que conocimiento sobre el sector energía, pero será el proceso electoral del 2015 el que acabe de calificar si realmente cambiaron el país para bien o acabaron con la gallina de los huevos de oro. Todos emiten declaraciones triunfalistas poco versadas e incurren en excesos, como en su tiempo lo hicieron con la fallida reforma laboral.
En efecto, siguiendo la ruta trazada por un abogado con malas credenciales parlamentarias, esto es Creel, acudieron a establecer directrices para la legislación secundaria en los transitorios, es más, los construyeron con el ánimo de que fueran texto permanente, pero en el frenesí, olvidaron el proceso de transición. Privilegiaron el “amarrar” lo que pactaron fuera del Congreso. Sí, porque hoy legislan todos, menos los legisladores, los cuales sólo “operan” para forzar votaciones, apelando a las aspiraciones, codicia o proyectos personales de quienes en comisiones pudieran ser un obstáculo.
Más que senadores o diputados, son ya tacles parlamentarios. En este renglón, una vez más el PRD hizo agua antes de empezar la batalla.
Por la emoción, las prisas y la improvisación disfrazada han venido dejando reformas sonoras y tronantes, pero que al llegar al nivel de banqueta dejan más un ambiente de tensión que resultados.
La primera prueba de la contrareforma petrolera no son las legislaturas de los estados, que son apéndices de los gobernadores, a quienes se les prepago presupuestalmente la aprobación, sino que esta vez serán los mercados internacionales.
Muchos dijimos que Pemex no podría privatizarse, simple y sencillamente porque estaba quebrado, y ahora, está herido de muerte, con todo y su sindicato. Nadie compraría una empresa sobre apalancada que ofrecía garantías que constitucionalmente no le eran propias y que además tienen un perfil de pensiones que le hace simplemente inviable en el corto plazo.
No importa que diga el discurso oficial, al organismo le quitaron su residual fortaleza, y ahora, lejos del discurso del 2008, la urgencia es que sea un agente más, pero sin acceso al financiamiento internacional, que ahora será monopolizado por el Gobierno Federal.
La primera prueba de la reforma, hay que informarle a Lozoya, será la colocación que haga esta empresa sin acceso único a las reservas, la que dirá qué precio le ponen los inversionistas a lo que quedó, si falla, la única esperanza del sector público será el que los grandes consorcios accedan a no descobijar el presupuesto de egresos.