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Tramposos, cobardes y hocicones

Culto a la trampa esto vuelve a tener efecto con tramposos y cobardes que, buscando reflectores o sacarle más raja al escándalo y al morbo, salen con sus historias de trampas y hasta cochupos, varios años después de que tuvieron el “valor” de buscar la victoria a cualquier precio y cuando las facultades no les alcanzan en una competencia en igualdad de circunstancias, deciden hacer trampa cuidando las formas para no ser descubiertos.

Culto a la trampa esto vuelve a tener efecto con tramposos y cobardes que, buscando reflectores o sacarle más raja al escándalo y al morbo, salen con sus historias de trampas y hasta cochupos, varios años después de que tuvieron el “valor” de buscar la victoria a cualquier precio y cuando las facultades no les alcanzan en una competencia en igualdad de circunstancias, deciden hacer trampa cuidando las formas para no ser descubiertos.

Diego Armando Maradona, André Agassi, José Canseco, Lance Armstrong y de los actuales Alex Rodríguez, son solo algunos ejemplos de deportistas que haciendo trampa triunfaron, se llevaron la gloria, robaron la oportunidad a quienes sí se la rifaron en el juego limpio y además cobraron fuerte.

Un nuevo cínico

Hoy, totalmente a destiempo y sin venir al caso, el quarterback promedio Brad Johnson, que condujera a los Bucaneros de Tampa Bay en su único triunfo en el Superbowl, allá en febrero de 2003 venciendo a los Raiders, se trepa al carro del oportunismo, del cinismo y de la desfachatez, confesando que en aquel partido invirtió más de 7 mil dólares para mandar raspar los 100 balones disponibles para el juego y con esto, obtener un mejor agarre para la hora de lanzar sus pases.

Un poema de cinismo y muchísimas ganas de regresar a los reflectores aún a cuenta de su poquita dignidad.

Boca cerrada

Para aquellos que ya hicieron la trampa y tristemente les funcionó sacando ventaja y golpeando al rival, robándole la gloria y las muchas consecuencias del triunfo que se traduce en mucho dinero y mejoras en sus carreras, lo más elemental para no seguir humillando rivales, árbitros, Ligas y principalmente haciéndole daño a los que son columna vertebral que sostiene el deporte–espectáculo, los espectadores de estadio y TV, es quedarse callado, guardarse todo y se acabó.

No justifico la trampa, pero golpea y dañan más estas confesiones a destiempo y después de muchos años, eso va más allá de ese cinismo y agravio practicado en el evento en el que se prepararon, diseñaron y practicaron las trampas. 

El cínico Maradona 

No es posible que hasta la fecha en Argentina se siga deidificando y glorificando la trampa más descarada en la historia de los mundiales de futbol, la famosa “Mano de Dios” con la que “el Diego” clava el gol con el que Argentina elimina a Inglaterra en el Azteca en el Mundial de México 86.

Trampa más que grave y con consecuencias catastróficas para los ingleses y de enorme beneficio para los argentinos, hay hasta monumentos a esa trampa, es el culto a cinismo.

Cuatro años después, en Italia 90, nuestro árbitro Edgardo Codesal marca un penalti dudoso del que hasta hoy no existe un consenso absoluto. 

La prensa y fanaticada argentina siguen rasgándose las vestiduras por aquella “acuchillada”, Alemania había dominado todo el juego, le hacen el penal y llega Andreas Brehme para sellar el 1-0 con el que se coronan Campeones del Mundo, karma, dicen algunos.

Balones desinflados

El domingo pasado, los New England Patriots dan una soberana paliza a los Colts de Indianápolis para meterse al Superbowl de la próxima semana.

Se confirma que 11 de los 12 balones utilizados estaban menos inflados que lo requerido por la NFL, lo que permite mayor facilidad, si es que es fácil, a la hora de las atrapadas beneficiando a los receptores, tema por cierto que va para los dos lados, los Colts también jugaron con estos balones.

Vendrán investigaciones y mucho morbo a lo largo de la próxima semana y en los días previos al Superbowl, quién lo hizo, qué beneficio otorga, en fin, realmente es cosa menor, aunque no dudo que en unos años un vivales salga por ahí a decir algo que abone a un escándalo y entonces, a cobrar.

Dicen algunos, se hace la ley se hace la trampa, ni hablar, condición con la que tenemos que vivir pero todavía es peor, abominable, que después de la trampa haya quienes, años después y cuando no hay castigo o consecuencia por ese acto, todavía quiera sacarle ventaja a confesiones que alcanzan muchas veces a otros, aquí el cinismo es repugnante… Así de fácil.

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