Tragedia queretana

Rodrigo Villegas Rodrigo Villegas Publicado el
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La Ciudad Prohibida de Beijing, al igual que Troya o Cartagena tuvo solamente un problema: la tentación de ser demasiado perfecta para ser verdad.

Estos palaciegos relativamente pequeños de entre setenta y doscientas hectáreas, albergaron durante siglos los tesoros políticos y económicos más valiosos de imperios que buscaban no mucho más que vivir en paz. Sin embargo, en un mundo de intereses, sobre todo uno como el actual, no se puede prescindir de la notoriedad que da una ciudad en pleno apogeo. El nacimiento de una metrópoli representa retos, oportunidades y riesgos.

Por eso, cuando uno piensa en ciudades como Querétaro, símbolo de la industrialización y la modernidad, pero con el atractivo de ser una provincia predilecta, situada en el corazón histórico y geográfico del país, no queda más que pensar en la “vara alta” que tienen sus gobernantes.

El crecimiento de Querétaro, no se le puede atribuir a una sola persona, pero, sin duda alguna, su declive sí. En éste septiembre, mes de la patria, se celebran –eso sí es que hay algo que celebrarlos informes de gobierno de la mayoría de los Estados y de la federación.

Llama la atención los spots del gobernador de Querétaro, Francisco Domínguez; heredero de un Estado que vio en los últimos diez años un crecimiento demográfico y económico, digno de caso de estudio.

Durante años, el Estado gozó de entre otras cosas seguridad, crecimiento próspero y albergó industrias que prefirieron el pequeño estado del centro que Nuevo León o Puebla, por ejemplo.

Sin embargo, todo eso fue en detrimento. Los factores son diversos, pero el común es uno; el juego a la política. Y aunque, el estado dio a dos personajes cuasi-presidenciales, también engendró una hoguera política que ha polarizado tanto los intereses socioeconómicos que lo colocan ya al borde una tragedia griega. ¿Qué pasó entre el “Niño Maravilla”, Ricardo Anaya y el gobernador Domínguez? Lo que siempre pasa en el Partido Acción Nacional, desorganización política. Pero en ese jugar a la política, al coqueteo y al virreinato del gobernador Domínguez no olvidemos los audios con el gobernador de Aguascalientes y de Baja California Sur prometiendo apoyos financieros ilegales pasó lo que se veía venir desde el oeste del cinturón conservador del país, es decir, Jalisco y el Bajío; el desbordamiento de el crimen organizado, sin barrera alguna que lo detuviera. Otros dirían, que hasta con permiso. El gasto excesivo y los abusos de autoridad denunciados en las asignaciones de obra pública.

Y luego está esa incomodidad que representa salir embarrado en el Anaya-gate, al estar presuntamente ligado al empresario Manuel Barreiro.

Por eso, me pregunto: ¿de verdad se permitirá que la promesa de Querétaro se esfume con el aroma a cacicazgo? ¿Vencerá la ola de violencia? ¿Vencerá la mecha corta del gobernador, ante los informes de inteligencia que apuntan a la presencia del Cártel de Jalisco Nueva Generación en su estado?

Porque si todo esto sucedió con un régimen como el de Enrique Peña Nieto, en que todo pasaba pero no pasaba nada, no quiero imaginar la guerra de egos entre el nuevo mesías y el gobernador Domínguez que se encuentra del otro lado de la cancha del presidente electo. Al tiempo.

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