Todos llevamos un ‘Pinocho’ dentro
Para muchos la mentira es inaceptable y hasta imperdonable. Es vista como una traición, hace que se pierda la confianza, la vemos como un insulto a nuestra inteligencia y es motivo de muchas separaciones.
Todos hemos mentido alguna vez o, mejor dicho, muchas veces, “las personas tendemos a decir, en promedio 10 mentiras al día comenzando con la típica respuesta de ‘Bien’ cuando se les pregunta cómo está”, dijo la Dra. Claudia Castro, de la UANL.
Pero, ¿cómo podemos exigir honestidad cuando estamos rodeados de mentiras?
Annette ManautouPara muchos la mentira es inaceptable y hasta imperdonable. Es vista como una traición, hace que se pierda la confianza, la vemos como un insulto a nuestra inteligencia y es motivo de muchas separaciones.
Todos hemos mentido alguna vez o, mejor dicho, muchas veces, “las personas tendemos a decir, en promedio 10 mentiras al día comenzando con la típica respuesta de ‘Bien’ cuando se les pregunta cómo está”, dijo la Dra. Claudia Castro, de la UANL.
Pero, ¿cómo podemos exigir honestidad cuando estamos rodeados de mentiras?
Desde niños aprendimos que era necesario mentir, sonaba el teléfono y tu mamá te decía: “si es tu tía dile que ya me fui”. “Si te tragas el chicle se te va a quedar pegado en el estómago”, “sigue comiendo dulces y se te van a caer los dientes”, “no digas mentiras o te va a crecer la nariz como a Pinocho” o la típica historia de la cigüeña y los bebés de París. Esto nos dio entrada a mentir: “Yo no fui, fue mi hermano”, “yo no lo tiré, se cayó solo”, o “él empezó la pelea”.
Después, entramos en el mundo de las mentiras comunes de los adultos: “No había señal”, “mañana te pago”, “se me acabó la pila del celular”, “había mucho tráfico”, ” me surgió un imprevisto”, o “llego en cinco minutos”.
Mentimos para sobrevivir, agradar, no lastimar, enamorar, evitar una pelea, ganar seguidores, ganar una elección, conseguir un trabajo, pero, sobre todo, mentimos porque creemos poder beneficiarnos de ello. A veces pensamos que no afectamos a nadie, pero la realidad es que la mentira no es grande ni pequeña, inocente ni despiadada, es una mentira y como tal, el primer perjudicado eres tú.
Se nos olvida que todo lo que sale de nosotros recoge energía similar en el camino y regresa multiplicado. Ignoramos la cantidad de mentiras sin sentido que decimos, porque la mayoría son innecesarias y paradójicamente somos los más decepcionados cuando alguien nos miente. Nos hierve la sangre, nos sentimos engañados, desilusionados y traicionados, se nos olvida que somos responsables de lo que atraemos.
Si exigimos honestidad, lo menos que podemos ofrecer es lo mismo. Y si aún así sigues viendo la deshonestidad en otros es porque la sigues proyectando en los demás y esas personas solo te siguen mostrando esa parte de ti que no has querido ver y cambiar.
No es casualidad que en todas las religiones y culturas promuevan hablar con la verdad. Para los católicos mentir es pecado, para los budistas es karma, para los psicólogos es un trastorno. No hay ideología que apruebe la mentira.
Al fabricar una mentira, gastamos mucha energía física y mental, perdemos tiempo y esfuerzo tratando de tapar huecos de la información falsa. Decir la verdad es la mejor forma de reducir el estrés, mejorar la calidad de vida, superar los problemas y mejorar las relaciones personales.
Para una persona que acostumbra mentir es muy difícil dejar de hacerlo e incluso puede llegar a creerse sus propias mentiras.
Dolor de cabeza, problemas de garganta, estrés y tristeza son algunos de los efectos para la salud, tanto física como mental, de no decir la verdad. Las mentiras están relacionadas con la segregación de las hormonas que causan estrés, taquicardia y que se te suba la presión arterial.
La tensión está detrás de estos problemas de salud porque pasamos mucho tiempo y gastamos mucha energía planeando la mentira y luego manteniéndola. Recuerda la última vez que planeaste mentirle a tu pareja o a tu jefe y cuenta cómo se te tensionan los hombros, el estómago y el resto del cuerpo.
Si nuestro objetivo es la paz, debemos ser conscientes que al mentir la perdemos por completo, la mentira te puede dar tranquilidad por un tiempo, pero después entra el miedo y tu mente no para de imaginar todos los escenarios en los que puede ser descubierto. Si calculas el tiempo que viviste aterrado pensando que la verdad podría salir a la luz, te darás cuenta que pagaste un precio muy alto al desgastarte física y energéticamente. La verdad no libera a nadie más que a ti.
Vivimos en una sociedad llena de apariencias, donde la autenticidad es mal vista, donde las personas que se atreven a ser sinceras son las más criticadas.
Más vale llevar una máscara de perfección, ir a la misa donde mas gente va, apoyar en causas donde no falte el periódico para publicar la foto, fingir un matrimonio ejemplar o demostrar que tienes dinero y poder, así estés en bancarrota, antes que ser tú mismo. ¿A quien crees que engañas? irónicamente a ti mismo porque a los demás los puedes engañar, pero no por mucho tiempo. ¿Realmente crees que es más importante el “qué dirán” que tu paz?